Crónicas

Los Punsetes en Bilbao: Aniversario entre grandes amigos

«Menos mal que todavía nos queda Portugal y Los Punsetes, que se han ganado a pulso un lugar en el panorama patrio con una ristra importante de bandas que les reverencian, como hemos visto en su último disco»

20 marzo 2025

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

La experiencia de contemplar a determinados grupos en una sala o en un festival a veces no tiene nada que ver. Dependerá de los gustos apostar por un formato u otro, pero es cierto que ciertas propuestas brillan mucho más bajo techo en recintos limitados que en una vasta inmensidad al aire libre. Y luego tenemos a los que siempre ofrecen una actuación digna, con independencia del lugar en el que se encuentren. Todo un superpoder que conlleva una gran responsabilidad, como nos ha recordado en repetidas ocasiones el séptimo arte.

Los madrileños Los Punsetes han hecho gala de irreverencia desde sus mismos comienzos cuando cantaban cosas como “Quiero morir en una discoteca llena de maricas…” y para algunos cerriles casi encarnaron los males absolutos de la llamada escena indie. Todavía hoy en día constituye un sano ejercicio leer comentarios de indignados porque Ariadna no se mueve lo más mínimo en los conciertos, algo puro punk en una época donde aún triunfan petardas acompañadas de los bailarines sexualizados de turno. Quién nos iba a decir que las redes sociales se convertirían en el equivalente moderno al Santo Oficio, con sus correspondientes autos de fe y escarnios públicos, con pruebas tan ridículas como las que antaño mandaban a la gente a la hoguera.

Con estos mimbres en mente, se antoja un auténtico milagro haber sobrevivido dos décadas con la ironía como bandera, probablemente en uno de los países europeos donde menos se pilla, no hay más que acordarse de los ayuntamientos pretendidamente justicieros que declaran persona non grata a  artistas por cantar tal o cual canción. Sorprendió que aquella noche no agotaran entradas en el Kafe Antzokia bilbaíno, aunque tampoco se debieron quedar muy lejos, con un respetable variopinto y con abundancia de veinteañeros.

Después de ver a Los Punsetes en salas, festivales o entornos urbanos al aire libre, podemos hacernos bastante idea de las situaciones que les son más propicias y esas serían los recintos cerrados. El caldo de cultivo idóneo para desplegar una maraña de ruido heredera tanto de los primeros Los Planetas como de The Jesus And Mary Chain, entre otras referencias. Quizás en el exterior resulte mucho más complicado regular el aspecto sónico y conseguir el carácter epatante de los interiores.

Al margen de ese detalle, contrastado con la experiencia de un servidor, el colosal repertorio de aquella noche de aniversario en el Antzoki lo fue todo, un poderoso atractivo que eclipsó el resto de elementos, salvo el vestuario de la siempre sorprendente Ariadna, que apostó en esta ocasión por un vestido con imágenes de Minnie Mouse. La hemos visto de gótica, de oriental y de otros estilos diferentes, por lo que debería ser loable que todavía consiga atraer la atención en este aspecto, sin repetirse y concentrando la mayoría de miradas en los primeros segundos.

Un comienzo con “Opinión de mierda” es un caballo ganador en toda regla, pocas veces se ha descrito con tanto tino el comportamiento humano en redes sociales, y sin apenas pausa aceleran hasta el pop punk de “TIN/TAE”, que en las distancias cortas revienta por el ruido generado. “Vas hablando mal de mí” se hace eco de otra verdad absoluta sobre los animales vertebrados de dos patas y consigue elevar las gargantas de la afición con una letra tan inspirada. Imposible aburrirse con la aproximación al post punk de “Dinero 2” o el himno antipostureo de “Mabuse”, que sigue sobrecogiendo tanto como la primera vez que se escucha.

Al igual que las respuestas de los grandes enigmas de la vida se encuentran en los cuatro primeros discos de Siniestro Total, podría decirse que el compendio filosófico incluido en la discografía de Los Punsetes es de una envergadura similar. Para protegernos de los seres que nos rodean ahí estaba “Idiota”, la solución a una existencia mediocre de “Un corte limpio” o la más reciente “Un palacio con mis huesos”, que certifica que no han perdido nervio ni humor (negro) en el lado compositivo. En temas como este se apreciaba además la huella que han dejado en combos más jóvenes tipo Carolina Durante o Axolotes Mexicanos, entre muchos otros.

Esto se antoja cuestión de gustos, pero para un servidor uno de los momentos más álgidos fue cuando se arrancaron con la soberbia “Untitled”, drama en vena con evidente poso ruidista y una letra para tatuársela de principio a fin. Y casi podríamos decir lo mismo de “155”, otra sobre dilemas emocionales que nunca imaginamos escuchar en directo hasta esta gira. Si le cantas el estribillo a alguien, hoy en día podría ser hasta agresión.

Qué pena que no rescataran también “Alférez provisional”, pero con un repertorio de tanta altura no era cuestión de quejarse. Íbamos a disfrutar igualmente “Lo dejo” o la inevitable “Arsenal de excusas”, que la entregada parroquia cantó a tope en cuanto reconoció al primer segundo. “Camino” y su tratado de autenticidad siempre nos tocó bastante, antes de que se pusieran más divagantes con “Estrella distante”, tal vez el único instante contemplativo que se permitieron durante el trepidante ritmo que insuflaron a la velada.

El repaso siguió sin perder fuelle en piezas recientes del calibre de “Madrid me ataca”, pero también en clásicos de los que no se podía prescindir como “Dos policías” o “Tu puto grupo”. Y la recta final cursó sin desperdicio con el punk de “¡Viva!”, el elogio a la soledad de “Tus amigos” y la plena transgresión de “Maricas”, que Joe Crepúsculo llevó a un nuevo éxtasis en su disco aniversario, de las mejores adaptaciones. “Una persona sospechosa” finiquitó un bolo a velocidad supersónica, pues tocaron como una veintena de canciones en hora y poco. Espíritu punk por los cuatro costados.

Puede que hayamos ganado en tolerancia e integración en las avanzadas sociedades modernas, pero se nos ha quedado en el camino la incorrección política o el humor negro, que casi ha pasado a ser algo proscrito. Y vuelven incluso debates de hace siglos sobre la libertad artística para escribir lo que a uno le salga de los mismísimos. Menos mal que todavía nos queda Portugal y Los Punsetes, que se han ganado a pulso un lugar en el panorama patrio con una ristra importante de bandas que les reverencian, como hemos visto en su último disco. Un aniversario entre grandes amigos que están replicando en cada fecha.

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

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