Crónicas

Little Steven & The Disciples of Soul: Postales desde Asbury Park

«Un baúl de recuerdos en el que sobrevolaron las postales de Asbury Park sin que se advirtieran símbolos de acartonamiento. Retratos de una vigencia descomunal»

11 julio 2018

Real Jardín Botánico Alfonso XIII, Madrid

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Conocer a alguien determinado te puede cambiar la vida. Para mejor o para peor. Es la eterna conjunción de los astros de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado y que justo salte la chispa que desencadene la explosión. Por supuesto, deben intervenir varios factores para que cristalice con propiedad el giro del destino y desde entonces nada vuelva a ser igual. Un camino de no retorno que deje atrás todo lo conocido previamente.

Algo de eso debió sucederle a Steve Van Zandt el día que se encontró a Bruce Springsteen en un garito de Asbury Park a finales de los sesenta y a partir de ahí se crearía un grupo de amigos bajo el nombre de E Street Band. Nuestro hombre también contribuyó decisivamente a la formación del llamado sonido New Jersey fundando Southside Johnny & The Asbury Jukes y posteriormente su conocimiento del soul valió para aportar el toque maestro de los vientos en el histórico “Tenth Avenue Freeze Out” del legendario ‘Born To Run’.

Ya había estado en la península el pasado diciembre, pero las giras de este señor no es que se traten de algo común, de hecho, ha tardado casi dos décadas en editar disco en solitario, así que vete a saber cuándo volverá a encontrar tiempo para echarse a la carretera por su cuenta. Había que aprovechar la oportunidad.

Y nada mejor que en el marco incomparable de las Noches del Botánico, una especie de festival veraniego pero sin las incomodidades derivadas de la excesiva masificación. Toda una antesala a los infiernos de colas que se vivirían la jornada siguiente en el Mad Cool. Allí tampoco había postureo, sino gente que acudía a escuchar música y no a cotorrear o a hacerse fotos para engordar la cuenta de Instagram. Un evento a contracorriente de los repugnantes tiempos actuales.

Sin complejo alguno para tirar de versiones desde el mismo inicio, Little Steven se presentó con una banda bien proporcionada con sección de vientos y coristas raciales para “Sweet Soul Music” de Arthur Conley, todo un clásico del soul. Y en esa línea siguió con la pieza homónima que da título a su último trabajo en estudio “Soulfire” antes de explotar en un colosal “Lyin’ In A Bed Of Fire”, reforzado en el estribillo por las prodigiosas vocalistas de acompañamiento.

A pesar de que durante los ochenta sobresalió su faceta de activista en diversas causas contra el apartheid o las intervenciones militares en Centroamérica, en esta ocasión dejó aparcada la vertiente comprometida para centrarse en la música, como anunció. Y pocos manifiestos existen más rotundos que “The Blues Is My Business” de Etta James, una auténtica e inapelable declaración de intenciones, al igual que “Love On The Wrong Side of Town” de Asbury Jukes, con los vientos y las coristas aportando el toque maestro en el estribillo.

La manera de entender los conciertos del escudero de Springsteen es a la vieja usanza y apela a los tiempos en los que no había ni internet, ni redes sociales, ni tampoco ofendidos, bendita época. La radio constituía una herramienta fundamental a la hora de aumentar la cultura musical del personal. De todo eso habló Steven antes de “Until The Good Is Gone” y no fueron pocos los que gritaron “Yeah” en señal de aprobación. Aquel no era sitio para millennials.

“Angel Eyes” resaltó ese tremendo poso soul que sobresale en sus recitales y siguió consolidando a las coristas raciales como un elemento decisivo en el conjunto final. Y en “Some Things Just Don’t Change” los agradecimientos fueron para Southside Johnny por mantener su música viva “durante más de cuarenta años”. Casi nada.

La cita se insufló de épica desértica con la morriconiana “Standing In The Line Of Fire” y una espectacular intro para calzarse poncho y mascar tabaco que podría gustar hasta al sevillano Pájaro. “I Saw The Light” se tornó un pleno arrebato espiritual antes de rememorar en “The City Weeps Tonight” a los grupos de doo wop y el ambiente de hermandad que respiraban y recordar cómo en un principio en EE UU únicamente existía una radio para blancos y otra para negros hasta que algunos tipos osados optaron por transgredir las normas.

En esa tónica se movía asimismo el “Down And Out In New York City” de James Brown, tributo a la blaxploitation, es decir, aquel movimiento cinematográfico de los 70 con la comunidad afroamericana como protagonista. Pero uno de los momentos más intensos, al igual que en su anterior visita, volvió a vivirse con “Princess Of Little Italy”, todo un retrato de los inmigrantes de origen italiano que se buscaron la vida en el Nuevo Continente, que además estuvo acompañado por acordeón y mandolina.

“Ride The Night Away” de Jimmy Barnes la podría haber compuesto Springsteen, mientras que la étnica “Bitter Fruit” sirvió para que se desatara el percusionista. En “Forever” las coristas raciales volvieron a poner el nivel por las nubes, aunque lo que pocos se esperaban es que en los bises apareciera por ahí el ex Hanoi Rocks e icono glam punk Michael Monroe para cascarse un impepinable “Dead, Jail Or Rock N’ Roll” con el voceras rubio haciendo el chalado por las primeras filas y elevando la cita a la categoría de histórica. Después de semejante subidón, nadie se quería marchar y eso quedó claro con “I Don’t Want To Go Home”, quizás el mayor emblema de Southside Johnny & The Asbury Jukes, e inesperado total resultó que Steven rescatara también el “Out of Control” del debut de U2. El canto a la confraternidad de “Out Of The Darkness” certificó que aquello era una galaxia de una entidad semejante a la del Boss.

Porque hoy en día se pueden contar con la mano a los artistas de cierta edad que se marcan sin despeinarse dos horas y pico como hacían los grandes de antaño. Un baúl de recuerdos en el que sobrevolaron las postales de Asbury Park sin que se advirtieran símbolos de acartonamiento. Retratos de una vigencia descomunal.

Redacción
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