Crónicas
Lisabö + Gailu en Bilbao: Aura magnética
«Tras verles en directo entendimos el por qué de su aura magnética. Que no te lo expliquen.»
28 diciembre 2023
Kafe Antzokia, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Hay grupos que se vuelven conocidos por un rasgo en concreto que al final se transforma en su mejor carta de presentación. Si a ello le sumamos una aureola de banda mítica en directo y parones entre disco y disco tan largos que muchos se piensan que se han separado ya tenemos el cóctel perfecto para conseguir epatar a los más sibaritas. Sobra decir que no estamos hablando de tonadillas facilonas para cantar en la ducha.
En el caso de los irundarras Lisabö podría decirse que van a contracorriente de la mayoría de convenciones musicales contemporáneas. Ya de entrada, recuperan esa bonita tradición de los títulos rimbombantes con su reciente ‘Lorategi izoztuan hezur huts bilakatu arte’ (Hasta transformarnos en mero hueso en el jardín helado) y luego tenemos el detalle de emplear dos baterías, una idea que surgió de pura casualidad en el local de ensayo.
Como ya hemos mencionado, la incertidumbre de no saber cuándo será posible verles de nuevo sobre el escenario, probablemente jugó muy a favor para que la presentación de su último disco en el Kafe Antzokia de Bilbao agotara el papel como si se tratara de una de las grandes sensaciones del panorama. Aquellos que les habían catado en directo hablaban auténticas maravillas de la experiencia. Como para no ir, aunque fuera por simple curiosidad.
Prepararon el cuerpo para marcianadas Gailu, otro combo acostumbrado a aparecer y desaparecer de la escena, que impactaron de primeras por sus monos de obreros especializados a lo Aviador Dro y una especie de mezcla de rock industrial, tecno punk, electrónica o spoken word, entre otras cosas. Tenían un sonido tan peculiar que incluso su euskera se asemejaba en ocasiones al alemán.
Sacaron trompeta para favorecer el cuelgue que provocaba una hipnótica voz robótica y la poesía subversiva de “¿Quién soy?” fue una de las cumbres de su actuación, aunque admitimos que quizás su rollo extremadamente vanguardista no fuera para todo el mundo. Y recuperaron el mensaje del punk en “Euzko Polizia”, un himno ligeramente accesible que animaba a cantar a pulmón. Pasada total.
La manera de ocupar el escenario de Lisabö anticipaba que lo que íbamos a presenciar tampoco sería muy normal, con los diferentes miembros, que casi parecen una orquesta, en círculo, según la costumbre imperante en el post rock y derivados. Lo de las dos baterías atrajo también de inmediato la atención, un detalle que les otorgaba un punto como de ritual.
Pero cuidado, estamos hablando de intensos aguaceros sónicos al estilo de Swans, con fragmentos repetitivos que a veces daba la sensación de que no terminaban nunca. Había que estar preparado mentalmente para aquello, y no hablemos ya si uno acudía al bolo cansado o agotado por la jornada laboral.
Lo que hay que reconocer era esa capacidad de los de Irún para crear una muralla de ruido digna de Michael Gira y compañía, un umbral que podría tornarse infranqueable para algunos sectores del público. No obstante, seguramente no serían mayoría, pues el tipo de al lado resumió sus sensaciones con dos palabras: “Poca broma”.
La tormenta de ruido alcanzaba de vez en cuando picos realmente fuertes y en esos instantes no eran pocos los que aplaudían, ahí tampoco se demostraba la fidelidad aplaudiendo al final de una canción como un cualquiera. Era música para entrar en trance, aunque en ocasiones el ambiente se acercaba al de una exhaustiva clase magistral en la que no se podía bajar la atención ni un segundo, pues nadie sabía lo que podía pasar.
Su aversión a los esquemas predecibles enlazaba de esta forma con la de Swans, pese a no utilizar un volumen tan descomunal como el de los neoyorquinos, que incluso llegaron a explotar un vaso en una de sus últimas visitas al Antzoki. Esto era algo más emocional en cierta manera, con gritos desgarradores que dotaban a su propuesta de una atmósfera infernal similar a la morada de los cenobitas de la peli ‘Hellraiser’.
Respecto al repertorio, se trataba de la presentación de su último largo, por lo que no era necesario volverse muy loco en ese aspecto, aparte de que no había presentaciones extensas entre tema y tema ni nada que se le pareciera, la mayoría de las piezas se enlazaban como en una inagotable sinfonía de ruido.
Eso sí, en el final dejaron a todos pasmados con la irrupción de una especie de charanga con trompetistas, saxofonistas y demás vientos que se recorrieron la mayoría de lugares de la sala antes de acabar ocupando al completo el escenario del Antzoki y legar así una de esas estampas que no se suelen reproducir a menudo. Todo un detalle que daba a entender que lo que habíamos contemplado esa noche era un espectáculo vivo, en progresión, un concepto que iba mucho más allá de los recitales al uso.
En lo que sí que resultaron más convencionales fue en su intención de regresar a las tablas para los bises, aunque se iniciaron de una manera bastante peculiar con uno de los guitarristas cantando a capela “Ur Gainean”, si no me equivoco. La catarsis finalizó con el simbólico gesto de uno de ellos de despojarse de la guitarra y entregársela a la concurrencia a modo de trofeo. En esta ocasión, el instrumento fue a parar seguramente a la seguidora más acérrima de toda la sala, pues no paró de animarles a escasa distancia durante el bolo.
En definitiva, grupos euskaldunes que facturen exabruptos sonoros como los de Michael Gira habrá contados, por lo que deberían preservarse como si fueran linces ibéricos. Y más si nos referimos a Lisabö, porque nunca sabremos en qué año volverán a subirse a las tablas. Tras verles en directo entendimos el por qué de su aura magnética. Que no te lo expliquen.
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1 comentario
Cojonudo resumen hacia las cañeras y rockeras descargas por parte de estas dos buenas bandas de nuestro pais como son LISABO y GAILU en el Antzokia bilbaino.