Crónicas

Leprous + Wheel + Aiming for Enrike en Madrid: Otro mundo, otro universo, otra dimensión

«Todos los músicos en escena no rozaban, sino que abrazaban la perfección, con movimientos instrumentales de matrícula de honor»

11 diciembre 2021

Sala Shöko, Madrid

Texto: Jason Cenador | Fotos (Barcelona): Irene Serrano

Con la espada de Damocles en forma de pandemia todavía amenazando nuestras vidas cotidianas, disfrutar de un concierto del calibre del que nos noruegos Leprous ofrecieron en Madrid fue una experiencia cercana a la ciencia ficción, una suerte de irrealidad reforzada por lo ilusorio que se antojaba semejante perfección sobre el escenario. Tal vez una experiencia tan cercana a lo onírico que cuesta diferenciarla de ese deseo que de tanto imaginarlo acaba pareciendo transitoriamente real.

Einar Solberg (Leprous)

Pero sucedió. La que probablemente sea la banda europea de metal y rock progresivo en mejor estado de forma de la actualidad deslumbró ante una sala Shôko de Madrid llena hasta los topes. Las entradas llevaban más de una semana agotadas en la web de la valiente promotora Madness Live! y no es para menos, pues, además, se trataba de una oportunidad única de constatar en primera persona la fulgurante y atípica evolución de una banda que, precisamente, es todo menos típica.

El combo oriundo de la localidad noruega de Notodden, a la que recientemente su vocalista Einar Solberg regresaba a vivir después de más de media vida en Oslo, ha decidido no quedarse mirando los formidables paisajes nevados de Telemark, ensimismados ante las dificultades de elucubrar una gira internacional. Por eso, incluso variando casi a última hora la fecha de algunos de sus conciertos en función de la evolución de la pandemia, llevan varias semanas recorriendo el continente europeo para celebrar su vigésimo aniversario con un show muy especial en el que recorren cronológicamente toda su discografía desde las maquetas a su último trabajo, ‘Aphelion’.

Abrían la lata Aiming for Enrike, un estrafalario dúo de guitarrista y voz que se estrenaba en nuestras latitudes y cuya propuesta, para bien o para mal, es casi imposible que pase desapercibida. En su breve concierto, dejaron claro que si algo les deprimiría en esta vida es parecerse a cualquier cosa establecida. Temas como “Steam Yoga City”, “Hard Dance Brainia” o “Moustache” nos dejaron descolocados y, aunque no indiferentes, sí más bien aturdidos.

Lo de estos dos excéntricos músicos procedentes de Oslo era parecido a meter en una centrifugadora industrial dance, ritmos electrónicos machacones y virtuosismo progresivo, sobre todo en la parcela de un batería en modo pulpo, cuya habilidad quedó fuera de toda duda. Innovadores y raros, no digo diferentes – que también – digo raros, su concierto consistió en mucha electrónica redundante disparada, filigranas de locura a las baquetas y una guitarra más bien tapada y desapercibida que a veces no sabíamos si, pedalera mediante, interpretaba alguno de los sonidos electrónicos que sonaban. Aún con todo, no me atrevo a levantar ni la bandera verde ni la bandera roja ante ellos, allá cada uno.

El brazo rítmico de Wheel

Con los segundos teloneros, los finlandeses Wheel, las tornas giraron. Nos hallábamos ante una banda de metal progresivo hecha y derecha, con dos trabajos a sus espaldas. El público reaccionó más positivamente ante ellos, aunque no lograron un sonido del todo límpido, sino más bien emborronado.

La rueda de los de Helsinki, que presentaban su segunda placa, ‘Resident Human’, empezó a girar mansa, pero no tardó en atropellarnos con un prog metal difícil de descifrar pero en ocasiones evocador y absorbente. Los pasajes cadenciosos y mecedores de su repertorio contrastaban con sus momentos de más desaforada intensidad, en los que su vocalista, por cierto, se manejaba con más solvencia, ganando enteros su voz cuando aparcaba su lado más intimista para rasgar e implementar crudeza a sus canciones. Fue un buen calentamiento su concierto, aunque tal vez por lo difuso del sonido adoleció de cierto empaque.

Leprous con Pedro a la trompeta

La gloria más absoluta se posó sobre nosotros como si la anunciación de la vida eterna se tratase cuando Leprous saltaban a escena para completar uno de los mejores shows de metal progresivo que se recuerdan en la capital del Oso y el Madroño. La pantalla – fragmentada – de la Shoko reproducía un vídeo rescatado del baúl de los recuerdos de la banda en el que se veían a unos jovencísimos músicos con la cara pintada al más puro estilo corpse pain del black metal dando el que probablemente era uno de sus primeros conciertos. Sí, eran los mismos que ahora nos merecen en temas tan introspectivos como “Below” o “Alleviate”, que, por cierto, no cayó aquella noche.

En la proyección se leyó, sucesivamente, ‘Nameless’, ‘Silent Waters’, “Eye of the Storm” y “Disclosure”, en alusión a la época maquetera que abarca desde 2001 hasta 2004, previa al lanzamiento de su primer disco oficial, aquel bestial ‘Tall Poppy Syndrome’ de 2009. Sorprende la inmensa calidad compositiva que con aquella bisoñez ya ostentaban, y que quedó patente con Einar cantando como los ángeles. Del primer álbum, nos deleitaron con “Passing” y “Dare You”, dos acometidas de prog metal alucinantes en las que comprobamos la incuantificable calidad de una banda increíblemente bien plantada y en la que ya empezaron a coexistir sobre el escenario… ¡dos baterías! Las combinaciones rítmicas en “Dare You” fueron, de hecho, una salvajada de las que mejor guardar en la retina y en el oído para que no parezca que nos han abducido los marcianos y nos han trasladado a una dimensión paralela. Aquello era mágicamente real, una locura a la que también se unió un trompetista español de nombre Pedro que les está acompañando en este tour y que de cuando en cuando aparecía para enriquecer aún más los temas.

Las guitarras de Leprous son de otro mundo

El siguiente disco en liza fue ‘Bilateral’, el cual Einar preguntó al público si lo conocía tras agradecerle que formase parte de una noche que calificó de histórica. De él nos fascinaron con “Force You”, una pieza de más de diez minutos que es una delicia enrevesada y complejísima sin aparcar la accesibilidad, y “Painfull Detour”, otra maravilla de nada desdeñable duración tras la que el cantante bromeó diciendo que, aunque lo pareciera, no habían tocado el disco entero, sino solamente dos canciones. Aquella era la época más laberíntica y frondosa compositivamente hablando de su discografía, repleta de canciones de digestión lenta pero sabor suculento. Todos los músicos en escena no rozaban, sino que abrazaban la perfección, con movimientos instrumentales de matrícula de honor.

Con ‘Coal’, publicado en 2013, la banda tornó hacia terrenos más minimalistas, tal y como Einar se encargó de subrayar antes de dar paso, con dos baterías de nuevo, a la oscura y envolvente “Foe”, que cayó como una abrumadora losa de poderío y penetrante intensidad, imprescindible de un álbum del que echamos en falta “The Cloak”. Pero extrañar canciones es algo que sabíamos que sucedería cuando se trataba de un repaso a una discografía de siete álbumes, con dos temas de cada uno. Se decantaron después por la enrevesada y cautivadora “The Valley”, que aglutina melancolía y complejidad al más puro estilo de un grupo que ha sabido incluir ambas variables en la misma ecuación como casi nadie.

Einar, maravillando

Uno de los clásicos más ineludibles de los noruegos es “The Price”, que fue la mejor recibida hasta el momento por una audiencia completamente entregada a la causa y la que abrió la puerta a ‘Collateral’, disco publicado en 2015 y que les propulsó considerablemente en la escena internacional. Sonó impactante, granítica y maravillosa, con esas subidas y bajadas que tan capaces son de desbordar la emoción, que se mantuvo en cotas álgidas con “Slave”.

Ya con ‘Malina’ (2017) como telón de fondo, “Boneville” arrancó casi jazzística para después desbordar de intensidad, con Einar impoluto no solo a las voces, sino también a ese teclado y sintetizador que tantísima personalidad ha dotado al sonido de Leprous. En realidad, son todos unos virtuosos, empezando por los brillantes guitarristas Tor Oddmund y Robin Ognedal, y terminando por el firme bajista que es Simen Daniel Børven y los baterías Baard Kolstad, titular del puesto, y su predecesor, Tobias Ørnes Andersen. Mantener a raya los ritmos imposibles de los temas más progresivos de Leprous es un mérito constante producto, seguro, de innumerables horas de ensayo.

No podía faltar “From the Flame”, a todas luces uno de los temas más exitosos de Leprous, en el que se pone de relieve cómo la banda jamás deja de lado la accesibilidad y la redondez por muy complicadas que se antojen a veces sus composiciones. Los presentes casi deliraban y cantaban a viva voz su estribillo, la inmensa mayoría, eso sí, cumpliendo a rajatabla con la obligatoriedad de portar la mascarilla. Aun con esa barrera material, la sala sonaba atronadora.

Y recalamos al fin en la que para muchos es la obra maestra de Leprous, también su esfuerzo discográfico más intimista, acompasado e introspectivo, dejando a un lado la electricidad más torrencial y los movimientos más alocados y haciendo valer aquello de que, a veces, menos es más. ‘Pitfalls’ es uno de los discos más emotivos que pueden acariciar el tímpano humano, y de él, “Below” es una genialidad casi insuperable. Einar la cantó a la perfección, con esos agudos inalcanzables y una sensibilidad para echarse a llorar. En ella, el papel del violonchelo lo asumió el trompetista Pedro.

Leprous, eterna juventud

Más sutil y sosegada es “Distant Bells”, que sonó fina, atmosférica y conmovedora hasta la extenuación, y que nos transportó a los cielos de la música en los que solo flotaba algún que otro nubarrón encarnado por esa minoría que no se sabe callar cuando el silencio es imprescindible para disfrutar de una actuación en directo. Tras ella, Einar nos presentó a Pedro, que soleó con su trompeta antes de que arribásemos al recientemente publicado álbum ‘Aphelion’, del que “Out of Here” y “Nighttime Disguise” fueron, con buen criterio, los dos temas elegidos. En esa última, en la que parecen mirar por el retrovisor a épocas pasadas por su complejidad, duración y visceralidad en algunas partes, Einar volvió a hacer gala de su sorprendente registro gutural, contraste absoluto con su fina voz limpia y que era más común en sus primeros discos.

El broche de oro lo puso, volviendo a ‘Pitfalls’, la locura inapelable que es “The Sky Is Red”, tan fascinante como singular. Su final, con esa nota constante sobre la que las baterías y los sintetizadores escalan hasta sumergirnos en un ambiente irreal, fue paradigmático de lo que terminábamos de vivir, un delirio en forma de concierto sobre el que todavía nos preguntamos si fue real o alguien nos había metido algo en la bebida. Leprous es otro mundo, otro universo, otra dimensión.

Jason Cenador
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