King Gizzard and The Lizard Wizard en Barcelona: Rompiendo la cuarta pared

La devoción por King Gizzard and The Lizard Wizard ya es legendaria. Se trata de combo ecléctico integrado por el carismático multiinstrumentista Stu Mackenzie a la guitarra y voz cantante, Ambrose Kenny Smith a la voz y teclados, Joel Walker a la guitarra y coros, Cook Graig a la guitarra y bajo, y Michael Cavanagh a la batería.

Con los elementos visuales de fondo, la banda fue tomando posiciones para iniciar la sesión. Los setentas reinaron en “All is Known”, corte con un ritmo adrenalínico y stoner a doquier. Cada pieza ejecutada era un rompecabezas de estilos. “Doom City”, por ejemplo, mantuvo el groove y la magia del wah wah, usado al límite por Stu y su inconfundible guitarra Flying Microtonal Banana de color blanco, que paseaba por todo el escenario apuntando riffs al público y este alucinaba ante tantos rayos catódicos de energía en una jam interminable.

“Iron Lung”, cuya delicadeza es parte de la finura del jazz, agrega partes de “Hypertension” y “Evil Death Roll” en una ensalada psicodélica que no se aleja demasiado del ritmo base del rock. “Ice V”, por su parte, es otro corte extraído de ‘Ice, Death, Planets, Lungs, Mushrooms and Lava’ (2022) que puso a bailar a toda la fauna presente a ritmo de funk, una pieza extendida en un loop eterno.

Una amalgama de sonidos es “Presumptuous” a partir de una base de teclado y voz con percusiones latinas para poner ritmo al universo del rey molleja y el mago lagarto.

En otro territorio se mueve “Hot Water” explorando el krautrock de Can con el space rock de Hawkwind. Se erige protagonista la flauta travesera, interpretada magistralmente por Stu Mackenzie turnándose con los teclados e injertando “The Dripping Tap” para alargar el cronometraje de la canción y causar un subidón alucinógeno sin estupefacientes. Un éxtasis musical se mire por donde se mire.

“Magma” sigue el encantamiento de Hamelin y su orquesta maravillosa, nueve minutos de gozadera pinkfloydiana de los tiempos más lisérgicos de Syd Barrett. “The Garden Goblin” quizás sea la canción más accesible para los iniciados en la enciclopedia del rock que emanan los australianos.

“Astroturf” sigue la estela afro funk espacial con solo de batería de Michael Cavanagh luciendo el dominio del instrumento y vitoreado por la multitud. “Kepler-22b” se alzó como una pieza más de los temas anteriores en la que el bajo era el hilo conductor que pululaba en el recinto de Montjuic.

“This Thing”  abrió el bingo musical de cara al fin de semana, Joel Walker y su Flying invertida modelo bro-stu-ple atrajo la mirada de los más melómanos atesorando el soft rock que emanaba de teclas y cuerdas.

Los riffs de la Gibson Holy Explorer de Stu delataban la declaración de principios “Gila Monster”, una bofetada en la cara cargada de thrash metal que emocionó sobre todo a los metalheads reunidos en el aquelarre sonoro de King Gizzard and the Lizard Wizard. Se antojó un final apocalíptico y ensordecedor que despertó al monstruo metalero que llevan grabado a fuego los de Melbourne.

Muchos rompieron la cuarta pared en el mar de teléfonos móviles en más de una ocasión y disfrutaron de la creatividad creciente de los genios de la eclosión de estilos, que siempre se encuentran en constante evolución doblando la apuesta anterior y yendo a por más arenas, estadios y música para las masas.

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