Crónicas
Kaos Zone Fest (Soziedad Alkoholika, Angelus Apatrida, Hamlet y Crisix): Desahogo y brutalidad
«Brutalidad impiadosa y exquisita por parte de Soziedad Alkoholika, Angelus Apatrida, Hamlet y Crisix para desfogarse ante tanta frustración, ante tanta injusticia. Fue una noche para desgañitarse, liberarse y enorgullecerse del nivelazo de los nuestros»
22 marzo 2024
WiZink Center, Madrid
Texto: Jason Cenador. Fotos: Iñigo Malvido
Llevar el caos al corazón del madrileño barrio de Salamanca es una iniciativa cuando menos seductora, y sus artífices no fallaron en su cometido. Caos como desahogo, caos canalizado a través del metal más abrasivo e irreverente de nuestras latitudes como visceral y efectiva terapia para expulsar el veneno, liberar las tensiones y disfrutar sin jamás amordazar el metrónomo. Brutalidad impiadosa y exquisita por parte de Soziedad Alkoholika, Angelus Apatrida, Hamlet y Crisix para desfogarse ante tanta frustración, ante tanta injusticia. Fue una noche para desgañitarse, liberarse y enorgullecerse del nivelazo de los nuestros.
Con mucha gente todavía mordiéndose las uñas para salir cuanto antes del trabajo y llegar lo antes posible al epicentro del salvajismo sonoro en Madrid, los catalanes Crisix abrían la lata y nos hacían pasar de la calma a la agitación más severa en cuestión de segundos, los del abrumador acelerón del arranque de “World Needs Mosh”, al más puro estilo Slayer con un Julián Baz exprimiendo los agudos de su garganta como si Tom Araya lo hubiese poseído. Pero no nos confundamos, Crisix está llegando lejos en el panorama nacional y también internacional del thrash metal haciéndolo a su manera sin renunciar a sus múltiples influencias, y en directo se exhiben con una firmeza, una solidez y una convicción que no desentona en ningún escenario, por grande que sea.
“Bring ‘Em to the Pit”, en una tesitura más próxima a Suicidal Tendencies, mantuvo convulsión, para que en “Leech Breeder” el entregadísimo vocalista de la banda pusiera a prueba nuestras gargantas instándonos a que hiciéramos mucho ruido. Todavía faltaba bastante público por incorporarse, pero aquello retumbó tanto a algún pusilánime de las terrazas colindantes bien podría habérsele atragantado el café.
El sustrato rítmico de los catalanes sonaba robusto y certero pese a que uno de sus máximos responsables no pudo estar presente. Nos lo explicó Julián, comentando que se había tenido que quedar en casa por una grave lesión y que estaba “muy jodido”, al tiempo que agradecía a su sustituto, Arnau Monfort (Bellako), que los salvase del escollo. Haciendo gala de su habitual sentido del humor, decidió entonces hacer una videollamada a Javi, que respondió desde su casa y seguro que agradeció el fraternal gesto de su compañero.
Fue el propio Javi quien, a través del teléfono, presentó “G.M.M. (The Great Metal Motherfucker)”, un nuevo acto de fulminación sonora tras la que el frontman nos preguntó si éramos felices, al tiempo que señaló que el odio es “algo necesario en nuestras vidas” y abogó por saber cómo sacarlo “de forma productiva”, dado que “en el fondo, todos somos unos putos haters”. Ellos tienen la lección más que aprendida, y por eso “Full HD” fue un modo ideal de canalizarlo, para culminar después sin tiempo para el sosiego con la devastadora “Get Out of my Head” y la infalible “Ultra Thrash”, con Julián tocando la batería junto a Arnau, una actuación granítica que no defraudó a nadie.
Hacía bastante tiempo que no disfrutaba de un concierto de Hamlet, pero no albergaba dudas de ninguna clase de que su concierto estaría a la altura de una banda que jamás ha titubeado sobre un escenario. Pioneros del metal alternativo en nuestro país y emblemas de un estilo que, con permiso de los gerundenses Aspid, apenas se había escuchado en nuestro idioma, Molly y compañía han sido siempre un auténtico huracán frente a su público, y su presentación en el WiZink Center no iba a quedarse atrás. Además, el repertorio fue, en buena medida, un fabuloso cóctel de temazos pretéritos que sacó punta a la nostalgia de muchos de los asistentes.
Tras subir a escena al son de la banda sonora de "Pulp Fiction", empezaron pisando fuerte de la mano de “El mejor amigo de nadie”, con un Molly desatado y ataviado con una ropa holgada y transpirable, ideal para no parar quieto de un instante y no morir en el intento. Aunque las temperaturas en Madrid eran propias de finales de primavera o principios de verano, la refrigeración del pabellón brillaba por su ausencia, y conforme la concurrencia aumentaba hasta llenar su enorme pista, la temperatura aumentaba sin remedio. Tocaba sudar.
Hamlet siguió poniendo aquello patas arriba yendo a lo seguro y, con una entrega por parte de todos, especialmente el vocalista y el incombustible guitarrista Luis Tárraga, absoluta, bordaron la intensidad y el denuedo de “Denuncio a Dios” y “Tortura-visión”, una dupla de himnos que resultó inapelable. Más iracundos sonaron aún con “Poseer bajo sumisión”, aunque la efectividad se multiplicó en “Dementes cobardes”, en la que Molly hizo buena gala de su consabida versatilidad vocal, entre la profundidad y la furia.
Bruta e intencionadamente sucia sonó “Habitación 106”, blastbeats de Paco Sánchez incluidos, para después parar el carro por unos minutos, los suficientes para que Molly abriese un pasillo entre el público en medio del cual cantaría “Egoísmo”, en una elocuente exhibición de que lo de la eterna juventud es para ellos algo más que una utopía. Culminó la canción encaramado a la valla del foso, y subió de nuevo al escenario para deshacerse en agradecimientos al público, sin el cual, dijo, ellos no serían nada. “Gracias por cada día sobre un escenario”, apostilló, emocionado de seguir ejercitado una pasión en la que nunca han flojeado.
El broche de oro a un show que se nos hizo corto, como todos en el marco de festival como el que acontecía, lo pusieron “Antes y después”, la muy nu-metalera “Tu medicina”, la imprescindible y rabiosamente coreada “J.F.” (“Jodido facha”, clásico por excelencia), en la que incrustaron un pasaje de espesísimo metalcore, e “Irracional”, que supuso un acelerón final y el desborde de nuestros tanques de adrenalina. ¡Y todavía quedaban dos conciertos!
La coincidencia de las dos grandes joyas de dimensión internacional de nuestro thrash metal era, a buen seguro, uno de los grandes alicientes del festival. Si Crisix ratificó su categoría para abrir a lo grande el evento, Angelus Apatrida no se iba a quedar atrás, y dio una nueva lección de ejecución, robustez y virulencia sobre las tablas.
Tras la preceptiva intro, “Bleed the Crown” arrasó con todo, aunque el sonido, con el volumen de la batería tapando el resto de los instrumentos, no fuera el mejor. A piñón fijo, sin respiro ni opción para que aquello decayese lo más mínimo, los albacetenses continuaron con su incompasiva agresión al sosiego con “Snob” e “Indoctrinate”. El sonido fue equilibrándose, acompasándose a una profesionalidad absoluta por parte de cuatro músicos de superlativo nivel.
Sin mucho tiempo para cháchara, Guillermo Izquierdo nos recordó que se encuentran presentando su último disco, ‘Aftermath’, y apuntó a que no podían pasar por alto Madrid antes de abrirnos en canal con “One of Us”, otra deflagración metalera de altura. Eché algo en falta algo más de dinamismo esta vez en el show de Angelus Apatrida, que, si bien a un nivel de talla mundial, estaba resultando algo lineal, al menos hasta que “Of Men and Tyrant”, presentada por Guillermo como “un tema bailón” y en la que nos animó hasta a contar los pasos, refrescó el repertorio enganchándonos como de costumbre, con el vocalista exhibiendo, además, su tremenda solvencia a la guitarra en perfecta comunión con David G. Álvarez, otro guitarrista de aúpa. Víctor Valera a la batería y José J. Izquierdo alimentaban con la batería y el bajo respectivamente un engranaje rítmico apisonador e infranqueable.
“¡Los cuarenta son los nuevos veinte!”, exclamó Guillermo para introducir “Violent Down”, después de la que organizaría un gran wall of death recordando a sus participantes que si alguien se cae, se le había de coger y levantar, una de esas normas no escritas que suelen seguirse a rajatabla en el fraternal caos de un buen concierto de thrash. Encararon entonces la bestial "Give 'Em War”, perfecta antesala para que, intro mediante, “Sharpen the Guillotine” volviese a situarse como la mejor canción de un concierto de los de Albacete. Vibrante, agresiva y combativa, es una obra maestra del thrash metal que equilibra a la perfección musicalidad y visceralidad.
Al grito de “¡qué buenas vistas tiene Madrid!”, el frontman loó a los presentes, que ya colapsaban toda la pista del ortodoxamente conocido como Palacio de los Deportes, y les pedía una foto antes de finalizar en cumbre la etapa con la siempre indiscutible “You Are Next”.
Habíamos vivido tres conciertos de sobresaliente, y serían Soziedad Alkoholika quienes pusieran la matrícula de honor, demostrando que su estatus de cabeza de cartel es un reflejo fiel del extraordinario nivel con el que siguen confrontando las miserias del sistema a base de thrash metal y hardcore punk. Cada vez tengo más claro que si fueran californianos o alemanes y cantasen en inglés, S.A. serían un referente mundial del metal contestatario y un habitual en las carteleras internacionales que todos tenemos en la cabeza.
Flanqueados por un enorme telón con su archiconocido emblema, S.A. arremetieron con inefable tenacidad y brutalidad desde su espectacular arranque, que, como viene siendo habitual de un tiempo a esta parte, fue todo un tributo a sus primerísimos años en la barricada del sonido más contestatario- Así, “Perra vida”, “Pelota” y la inmensa y asesina “Padre Black & Decker” nos pusieron en pie de guerra al calcinante calor del hardcore punk más crudo y afilado, revestido ahora de una tesitura más metalera y una ejecución tan pulida como agresiva. Mención aparte merece también el juego de luces, exageradamente logrado y espectacularmente acompasado con cada detonación rítmica de los gasteiztarras.
“Nadie” nos devolvió al siglo XXI con una letra para pensar y reflexionar sobre el caldo de cultivo de muchos de quienes después cometen atrocidades, cuyo principal ingrediente es el desarraigo y la frustración. En ella, que sonó apabullante, detectamos que una de las guitarras, la que lleva la línea melódica, sonaba tal vez demasiado eclipsada por lo demás, si bien el muro de sonido fue en todo momento impenetrable, colosal.
Nunca han sido S.A. de morderse la lengua, y esa bienvenida y necesaria explicitud quedó una vez más de relieve cuando Juan, cuya garganta sigue siendo una roca, denunció que “los franquistas tienen el poder” y cargó contra ellos antes de la memorable “Tiempos oscuros”, una de esas piezas que lamentablemente goza de una vigencia irrebatible. La pirotecnia no hizo sino reforzar la bestialidad sonora y visual que tenía lugar en la escena.
Más recientes son “Contradicción”, rememorándonos nuestra inherente naturaleza contradictoria, y “Colapso final”, que fueron recibidas con bastante frialdad por el público, que volvió a engancharse más al son de “Política del miedo”, ante la que Juan reiteró una y otra vez que no, que no tenemos miedo. Y no será porque no tratan de infundirlo. Pero ellos son adalides de la libertad de expresión y están de vuelta de todo, también de una infausta caza de brujas que culminó con una absolución sin la cual el panorama había sido aún más preocupante.
“Sueños rotos” dio paso a la incontestable y muy celebrada “Palomas y buitres”, tras la que Juan reivindicó que “el pueblo tiene la puta palabra”. A partir de ahí, todo fue una maravillosa locura, un éxtasis en el que sumergirnos para dejarnos las cuerdas vocales contra las injusticias y depurarnos del hartazgo. “La aventura del saber” fue trepidante como siempre, y “Estado enfermo” fue mastodóntica y virulenta a partes iguales, con Juan denunciando ante ella que “las cloacas del Estado rebosan sangre” y que “el Estado español es un Estado terrorista”. Sus argumentos, en sus letras.
La explicitud a todos los niveles siguió sacudiéndonos implacablemente en “Ratas” y “Sin dios ni amo”, con cierto desequilibrio nuevamente en la ecualización de las dos guitarras, si bien la más acompasada “Buenos momentos”, irresistible como habitúa, exhibió su faceta más personal con una lírica que invita a la reflexión previa a dar un paso al frente y salir de ese “agua estancada” que “termina siempre podrida”. Formidable.
La catarsis no podía decaer ni un segundo, y “No kiero participar” nos aplastó magistralmente antes de que dedicasen pertinentemente “a los asquerosos a los que les gusta la fruta” la abrasiva y fenomenal “S.H.A.K.T.A.L.E.”, una oportunidad dorada para desahogarse y depurar la bilis. Después de ella, Juan cargó contra la censura antes de la muy coreada “Piedra contra tijera”. Por cierto, que de aquella nos dimos cuenta de que, pese a que el concierto no había terminado, en las barras habían decidido dejar de vender bebidas, alcohólicas y no alcohólicas, salvo agua. Extraño.
Un efusivo reconocimiento para el resto de bandas en el plantel y el recordatorio de que “el sufrimiento es lo único seguro que hay en la vida” encauzaron “Cuando nada vale nada”, gloriosa antesala a una “Nos vimos en Berlín” cantada por todos con más rabia y razón que nunca ante la masacre que sigue sufriendo el pueblo palestino en este genocidio sionista que habría que parar a toda costa y por todos los medios.
“Desde que te fuiste solo vivo cantando, vivo bailando, vivo soñando. Nunca pensé yo que me alegraría tanto de que te fueras y no verte más”, cantó Juan como habitualmente, parafraseando a su manera a Salomé, antes de la última arremetida, micro hacia al público, de un himno ideal para dar carpetazo a una velada en la que la brutalidad fue un estupendo pretexto para el desahogo. Salimos de ahí como nuevos.
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1 comentario
Pedazo de resumen hacia las potentes descargas que se curraron 4 de nuestras bandas más grandes de Metal de nuestro puto pais en especial la de mis adorados e históricos HAMLET los cuales estuvieron brutales a través de estos clásicos que ostentan los madrileños. Ojala que para el próximo 2025 haya KAOS ZONE en el mitico Palacio De Los Deportes de la bella y rockera Madrid.