Crónicas
Iron Maiden + Killswitch Engage: El legado más espectacular
«Un espectáculo completísimo de unos Iron Maiden que siguen en un estado de forma excepcional»
28 mayo 2018
Hartwall Areena, Helsinki (Finlandia)
Texto: Juan Destroyer. Fotos: Hughes Vanhoucke
Helsinki parecía el mundo al revés. Al tiempo que me llegaban noticias de las tormentas en Madrid, aquí convivíamos con un sol de justicia. ¿Hay cambio climático o no? Por lo menos, la espera fue agradable para los fans que se congregaron frente al Harwall Arena de Helsinki en la que iba a ser la primera de las dos descargas de la Iron Maiden en la ciudad finlandesa dentro de su gira "Legacy of the Beast". Uniformados con camisetas de diferentes épocas de la agrupación, una buena afluencia de niños no hizo sino remarcar la coexistencia de tres generaciones unidas por una misma pasión. ¡Esto no se para!
Una vez entramos dentro, nos sorprendió el poco ruido que había; prácticamente ni se oía hablar a los vikingos. También que solo se pudiera comer o beber en los pasillos: no te podías llevar tu cerveza a tu asiento. Cosas nórdicas. El ambiente se animó a medias con la llegada de Killswitch Engage, a quien le dejaron poner un telón grande de fondo para dar forma a su puesta de escena. “(You Gotta) Fight For Your Right (To Party)” de los Beastie Boys calentó el asalto al escenario de estos pioneros del metalcore que ofrecieron desde los primeros compases un cóctel explosivo de caña, técnica y entrega en escena. La mejor de todo su set fue la tercera, “Life to Lifeless”, uno de los pilares del género. Tras preguntar si Helsinki es una “fucking metal town”, cayó una “Hate by Design” que contó con un solazo de Adam Dutkiewicz. La intro pregrabada anunciaba la llegada de “My Last Serenade”, quizá su composición más conocida. Otro momento destacado, ya con la mitad de la sala presente, fue su despedida con su versión del “Holy Diver” de Dio.
Iron Maiden se acercaba y la expectación crecía. De hecho, los fineses se animaron a alzar los brazos, dar palmas y jalear como si tuvieran al mismísimo Bruce Dickinson jaleándoles desde las tablas. La pista no se llenó del todo. ¿Quedaron tickets por vender o es cuestión de la regulación de aforo local?
Como siempre, “Doctor Doctor” de UFO dio el aviso de que era el momento de que el respetable entrara en trance con palmas y silbidos. Cuando los “militares” quitan los telones, todo comienza con “Aces High”, ilustrada con un spitfire colgante que se mueve sobre el escenario. Bruce vuela con su salto habitual vestido de piloto, mostrando un poderío vocal y una presencia escénica asombrosa: empieza el show pletórico de voz y lo acabará también por todo lo alto. Tras sonidos de aviación y bombardeos, “Where Eagles Dare” entra con el característico redoble de batería de Nicko McBrain, quien siempre ha dicho que es una de las canciones más difíciles de tocar de todo el cancionero de Maiden. Bruce, ahora vestido de piloto siberiano, la canta desde la pasarela de arriba, alternándola con sus primeros y muy característicos “Scream for me”. Janick Gers remata la interpretación mostrando sus espectaculares poses, que acompañarían su actuación durante todo el concierto; como cuando cuelga la pierna en una parte del escenario o cuando hace girar la guitarra alrededor de su cuerpo. Están todos con una vitalidad asombrosa para su edad.
Dos pantallas enmarcan la puesta de escena y, como de costumbre, los telones van cayendo con el paso de las canciones. “2 Minutes to Midnight” es interpretada con menos pompa escénica que sus predecesoras, pero ahí vemos a Harris pegando saltitos por primera vez y fusilándonos con el bajo en su clásica estampa.
Bruce nos cuenta que van a tocar canciones de las diferentes eras y épocas de la banda, y que la siguiente habla de las fake news y de la libertad individual por encima de lo que dicen los periódicos y los políticos. A Dickinson le sobra voz para cantar “The Clansman”, probablemente el mejor corte de la era de Blaze Bayley, con Harris al bajo acústico y el cantante blandiendo una espada; algo sabe de esto, pues otrora fue esgrimista de competición. No suelta el sable en “The Trooper”, de hecho se marca un duelo con Eddie, vestido éste con la imprescindible Union Jack. “Revelations” cuenta con otro cambio de vestuario de Bruce, ahora con un traje con aires de túnica, aunque el protagonismo se lo llevó la espectacular parte instrumental final, con sus reconocibles armonías de guitarra.
Ahora el escenario se asemeja a las vidrieras de una iglesia. El frontman nos cuenta que la primera parte del concierto ha tratado de los conflictos bélicos y que ahora versará sobre la religión, añadiendo que ésta y la guerra no están tan lejos la una de la otra. Argumenta que Maiden no representa a ninguna religión en particular y que, de hecho, él odia la mayoría de ellas, pero que no le rehúsa la idea de un Dios siempre que no derive en una religión. Tras el speech cae “For the Greater Good of God”. Suena de la hostia y casa a la perfección con la vidriera y las cuatro lámparas con candelabros que presiden el escenario. “The Wicker Man” es otra que se merece estar ahí: se ha convertido en clasicazo.
Gritos espontáneos de “Maiden, Maiden…” ponen banda sonora a un momento que les queda muy Ghost: las estentóreas voces de monjes en la oscuridad con las vidrieras como telón de fondo. Bruce se destapa como uno de ellos, coge una cruz que emite luz a antojo del cantante y comienza “Sign of the Cross”, sorprendentemente recuperada por el grupo a estas alturas. El frontman se mueve entre los intervalos de llamaradas del escenario blandiendo la cruz e incluso arrastrándola como Jesucristo en el Via Crucis. Si piensas que lo habías visto todo en materia de conciertos de Maiden, te equivocabas: el espectáculo está renovadísimo.
“Flight of Icarus” cuenta con una figura gigante del Icaro (ojo, la gente comenta que se parece al diseño del best of de Ángeles del Infierno). Bruce lleva lanzallamas y al mismo Ícaro le sale fuego de las alas representando su tragedia. Siguen “Fear of the Dark”, con Bruce caracterizado a lo Jack El Destripador pero con candil y máscara veneciana; y “The Number of the Beast”, con el fuego convirtiendo el escenario en un infierno. En “Iron Maiden”, por supuesto, sale un Eddie gigante, en esta ocasión igualito al Belcebú del cartel de la gira. Y sí, en este último tramo las canciones quizá hayan sido más previsibles en cuanto a la elección de repertorio.
Tras un pequeño parón, Iron Maiden vuelve con “The Evil That Men Do”, quizá la más desnuda en cuanto a puesta en escena, seguida de “Hallowed Be Thy Name”. Hay otros clásicos que me cansan más, pero este temazo de ‘The Number of the Beast’ deberían tocarlo siempre. Bruce la canta como si fuera un reo situado dentro de una jaula, con una soga gigante ondeando por el escenario advirtiéndole del futuro desenlace. Solo protagonista de Janick Gers y hecatombe sonora al final. “Run to the Hills” cierra el show con Bruce sobre la pasarela haciendo como que cabalga, acompañada de las últimas llamaradas y pirotecnia. De fondo, telón con diferentes Eddies del videojuego para iOS y Android que pone nombre a esta gira, “Legacy of the Beast”, el cual también fue promocionado entre conciertos desde las pantallas.
El protagonismo de la app es tal que la gira casi parece la excusa para promocionarlo. Sea lo que sea, nos ha permitido disfrutar de un espectáculo completísimo de unos Iron Maiden que siguen en un estado de forma excepcional. ¡Repetiremos el 14 de julio en el Wanda Metropolitano de Madrid!
Juan Destroyer
@JuanDestroyerMR
@juandestroyeroficial
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