Crónicas

Impostores + Señor Legendario en Madrid: Muerden por dentro, brillan por fuera

«Se puede sonar diferente sin inventar la rueda, reconocible sin perder un ápice de naturalidad, convincente sin pasar noches en vela sopesando las peroratas. El secreto está en el talento, y los madrileños tienen para dar y tomar»

19 noviembre 2022

Sala El Elefante Blanco, Madrid

Texto y fotos: Jason Cenador

Se hacen llamar Impostores, pero sus canciones desbordan de verdad, honestidad y alma, mucha alma fundida con un rock fresco, adictivo y emocionante que desprende luminosidad desde una parcela sonora propia y con una ornamentación que la diferencia de cualquier otra que haya pisado un grupo de nuestro país.

Impostores

Ellos ajardinan sus composiciones a su manera, con esas melodías memorables, ese sentimiento a flor de piel y ese violín, el dichoso violín, que tanto aporta a su personalidad. Y cuando exponen sus creaciones, se engalanan de engalanan de actitud y no dejan en el baúl ningún atuendo de banda grande, profesional y cohesionada.

Se puede sonar diferente sin inventar la rueda, reconocible sin perder un ápice de naturalidad, convincente sin pasar noches en vela sopesando las peroratas. El secreto está en el talento, y los madrileños tienen para dar y tomar.

En la sala El Elefante Blanco de Madrid, un local cuyos propietarios deberían de observar mucha más ética a la hora de tratar a los artistas que en él actúan (problemas de sonido constantes e ineficacia al abordarlos, faltas de puntualidad injustificable, posibilidad de que haya quien entra sin entrada por el abandono de la puerta…), la populosa banda – son siete – abarrotaron el escenario y el público abarrotó el resto del local para, con todo, exprimir los minutos de una velada de rock and roll en nuestro idioma digna de repetirse en emplazamientos más agradecidos. Escenarios de mayor entidad e incluso festivales de renombre no tardarán en colgar el telón de Impostores. O no deberían.

Señor Legendario

Rompieron el hielo, no obstante, los también capitalinos Señor Legendario, que, además de un nombre genial y entrañable, practican un buen rock and roll asequible, fluido y efectivo con la amenidad como pretensión de cabecera. Varios de ellos portaban camisetas de Pink Floyd, aunque en sus canciones, diversas entre sí, accesibles y coreables, más bien tornaban furtivamente la vista hacia The Beatles o The Byrds, cantando, eso sí, en castellano y con algún deje más cabaretero en algunas y más hardrockero en otras.

Canciones como “Cómo vivir”, “El mundo está cambiando”, “Comedor de pizza”, “Vivir sin miedo” o “Miedo de ti” colorearon un repertorio generoso defendido sin alardes ni decaimiento durante un concierto agradable en el que Gus Guzmán, líder de Impostores, también participó cantando un tema.

Impostores

Las expectativas de un público que daba un magnífico ambiente a la sala estaban por las nubes cuando, al fin, los siete componentes de Impostores ocupaban un escenario en el que interactuaron entre ellos y se movieron tanto como la física permitía, dejando entrever lo mucho que disfrutan bajo los focos y lo dinámica que es la banda en directo cuando el tablado lo permite. Si en sitios pequeños son como leones enjaulados sin dejar de disfrutar al máximo, parece seguro que ningún escenario se les quedaría grande.

Cortaron la cinta inaugural de su actuación, curiosamente, echando la vista hacia su primer disco, cuando todavía se hacían llamar Güs y los Impostores, aunque incluso en la carátula que se muestra en plataformas prevalece ahora la actual denominación. De él desentrañaron “Mi última canción”, tema que le da título, para después escarbar más en el pasado y echar mano de “Chica Rock”, corte de la primera etapa del propio Gus en solitario.

“Aguas turbulentas”, de nuevo del primer cedé, funcionó como la canción insigne que es para la banda y sus acólitos, y en ella invitaron a Sergio Gómez (Calibre 91) a cantar junto al dedicado frontman, que portaba una vistosísima guitarra electroacústica, una de las tres lustrosas herramientas de seis cuerdas que había en escena. Sí, llevan tres guitarras, como los mismísimos Maiden, y ninguna de ellas sobra.

Agradeció entonces Gus al personal que siguiera apostando por la música en directo, para después acometer la marchosa y contagiosa “L.A.”, sucedida por una preciosa y conmovedora “Mi lado humano”, en la que Toñín, primer bajista de la banda, fue el invitado para doblar con su voz la de Gus como en la canción original hace Ana Jiménez. Liviana y penetrante, cuajó de maravilla, como también hizo después la efectiva “Números 1”, dedicada a los niños y su resistencia en lo más crudo de la pandemia, cuando no podían jugar fuera de casa sin entender bien todo lo que sucedía. Una niña que había en el público encarnó el protagonismo de esa dedicatoria y se lo pasó yupi en primera fila con ella. Qué bien que un número en un cartón ya no determine si uno puede disfrutar o no de la cultura en vivo.

El ambiente era un hervidero ante una banda agradecida por la respuesta, y el público coreaba el nombre de la banda, cuyos componentes estaban en su salsa, bromeando y exprimiendo cada segundo. Las irregularidades del sonido de la sala no iban a amargarles ni un ápice tan dulce trago.

Siguieron desgranando su fenomenal segundo álbum, ‘Ley seca’, que lleva meses a la venta físicamente y el 2 de diciembre estará en entero en todas las plataformas, con "Al otro lado", seguida de "Londres" y “Decisión equivocada”, en la que el siempre certero guitarrista Juanfran Gómez bajó del escenario y se mezcló con la muchedumbre. La agitada “Sin control” fue luego pretexto para que también se animaran a tocar entre la gente el propio Gus y violinista Sergio Trujillo, cuyas melodías enriquecen cada canción más que un cargamento de Avecrem.

El discurso de Gus se tornó serio, y no era para menos, a la hora de dedicar la siguiente en liza, una estremecedora “Defiéndete”, a las mujeres de Irán que luchan por su libertad y a las víctimas de la violencia de género. “No nos olvidemos que eso existe aunque hay algunos hijos de puta que digan que no”, subrayó Gus.

Impostores

El punto álgido de la velada llegó con los dos mayores himnos del nuevo disco seguidos, uno detrás de otro. “¿Cuántos se saben “Ley seca”?”, preguntó Gus, y la respuesta no pudo ser más inequívoca, con una audiencia entregada cantando a capela junto a él el estribillo antes de que encarasen con la solvencia de los grandes un himno irresistible que contribuye a que el disco al que le da nombre sea uno de los mejores de este año 2022 en el universo del rock estatal. Justo después, el que probablemente sea el corte más monumental del trabajo, un “Muerdes por dentro” que eriza el bello también en directo y que desata un tsunami de emociones que no hay dique que lo contenga. Increíble.

Sobre el mundo digital que nos rodea y nos absorbe, probablemente mucho más de lo deseable, versa “Westworld”, con la que se asomaron a la recta final de la gala, si bien aún había tiempo para brindar con chupitos en escena (aquello era una fiesta) y presentar a todos los involucrados.

Impostores

La exultante “Antes quemado que apagado” portó consigo la dedicación al ciclista paralímpico campeón del mundo Gonzalo García Abella, todo un ejemplo de tesón y superación, junto a quien cantó Gus un estribillo fenomenal. Acto seguido, “Bonnie & Clyde” y “Cada noche” ponían el broche de oro a un concierto de un grupo que tiene todas las papeletas para ser grande, pero grande de verdad, más pronto que tarde. Os acordaréis de esta crónica igual que nosotros nos acordaremos siempre de aquella noche.

Impostores

Jason Cenador
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