Crónicas

Ilegales: Bendito rock and roll

«Es para destacar el sonido actual de sus clásicos en vivo, con letras que están más vigentes que nunca, sumado a una entrega absoluta del combo, y a todo esto hay que añadirle el acompañamiento continuo de su parroquia»

14 junio 2025

La Riviera, Madrid

Texto: Mauro Nicolás Gamboa. Fotos: Henrique Pratas @henrique_pratas

Año 2050. Queridos nietos, tomen asiento que les voy a contar una historia vivida por mi ser a mediados de junio en el año 2025 del calendario gregoriano. A pesar de no encontrarme entre ustedes ya, les dejo plasmado a través de mis letras un suceso memorable acontecido a orillas del rio Manzanares. También me permito confesarles que, de Madrid, previa parada en las garras del rock de Ilegales, se sube más rápido al cielo.

La sala Riviera ruge. Hay expectación máxima. Cada seguidor asume su rol de feligrés. Cual profeta de rock, aparece Jorge Ilegal sobre el escenario para conducir y oficiar una ceremonia de rock, de bendito rock.

El primer mordisco del grupo es con “El fondo de la noche”, y el recinto al unísono rompe en un éxtasis colectivo con esta descriptiva pieza. Lo han vuelto a hacer. El grupo se empeñó en que este recital sea recordado eternamente y, según su profecía, se continúa honrando su legado.

El frontman estuvo acompañado de Willy Vijande en bajo, Jaime Beláustegui en batería y Toni Tamargo en teclados y guitarra durante toda la velada. Una nocturna jornada en la que repasaron su amplia, poderosa y exquisita discografía con más de treinta canciones. Un concierto en el que pusieron a temblar con su descarga los cimientos del lugar y el esqueleto del respetable.

Apoyados por las golas de sus devotos fans y por varias pantallas leds que cambiaban de tono según la canción, ubicadas en la parte trasera del stage, iban alimentando un fuego sagrado en el interior de toda la platea con “Chicos pálidos para la maquina”, “Joven y arrogante”, canción y álbum que da nombre a la gira, y “Todo lo que digáis que somos” entre otras.

“Señoras y señores, aquí estamos de nuevo”, dice Jorge con su aura característica. “Si usted tiene alguna enfermedad, probablemente después de este concierto, salga usted curado”, sentencia. Este profeta no abre el mar rojo, de momento, pero sí cada uno de los poros de la piel de todos los presentes mediante su obra artística. Es una conexión que se inició hace más de cuatro décadas y continúa mas fuerte e indisoluble que nunca.

Himnos como “El norte está lleno de frio”, “Enamorados de Varsovia”, “Hola, mamoncete!” y “Ángel exterminador” suenan furiosas, con texturas renovadas y más poderosas que nunca. Previamente, el cantante avisa: “Hace mas de veinte años que no tocamos en vivo esta canción”, y acto seguido ejecutan “Delincuente habitual”, la cual fue muy celebrada.

Las interesantes reflexiones, la velocidad mental y las ocurrencias de Jorge durante todo el recital, son muy aplaudidas. Es uno de esos últimos héroes del rock, sin capa pero cargado de poesía y sin más arma que su filosa e inseparable guitarra. Sus palabras son sentencias necesarias para estos tiempos.

Ilegales suenan sólidos, potentes y, como viene siendo habitual en esta gira denominada “Joven y arrogante”, se los divisa con un espíritu convencido de lo que hacen. Saben a la perfección lo que el público les solicita y ellos se lo dan con creces. El respetable refleja felicidad en su rostro. Bailan, cantan y saltan. Hasta observé a una seguidora sostenerse en los apoyabrazos de su silla de ruedas y prácticamente levitar. Jorge y los suyos son un agua bendita sonora que obra milagros.

Concluyen la primera parte de la ceremonia con cuchilladas certeras y contundentes que mutan en ofrenda para los dioses del rock. Canciones inmortales del calibre de “Bestia, bestia”, “Revuelta juvenil en Mongolia “y “Dextroanfetamina - No quiero ir a la mili” dejan una estela colosal de humo. El fuego es incontrolable.

Un sonido ensordecedor de helicóptero se apodera de la sala, varias luces blancas muy potentes y casi cegadoras son disparadas desde el imaginario dispositivo y buscan a alguien. Las sirenas suenan, el aparato prosigue su rastreo durante varios minutos e ingresan nuevamente los Ilegales para encarar la recta final del show con una seguidilla de piezas que son ejecutadas de manera apoteósica. El grupo y sus composiciones rubrican en su directo su buen poso.

“Agotados de esperar el fin”, “Mi vida entre las hormigas” y “Quiero ser millonario” son las responsables de continuar con la tormenta.

Es para destacar el sonido actual de sus clásicos en vivo, con letras que están más vigentes que nunca, sumado a una entrega absoluta del combo, y a todo esto hay que añadirle el acompañamiento continuo de su parroquia.

Pero el orfebre de la canción, el apóstol del rock, el hipnótico Jorge, como autoridad y maestro de ceremonias, sabe que debe darle unas copas más, cargadas de sangre, para que brinden sus feligreses y tengan alimento vital para continuar la noche. Disparan con “Hombre blanco”, “Destruye” y “Soy un macarra”. Titánico epilogo.

La ovación es sostenida por largos minutos al concluir y sus devotos, se retiran después de haber confirmado una vez más su alianza sagrada de riffs con la banda.

Queridos nietos míos, les puedo resumir, después de haber experimentado cómo las llamas atravesaron mi espina dorsal en aquel 2025, con esta frase mi pensar: Ilegales es la postura de la impostura del rock.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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