Crónicas

Hertzainak en Barakaldo (Bizkaia): Una última ronda multitudinaria

«A pesar de que nos sobró alguna pieza de la parte intermedia, la verdad es que resultó una despedida de altura, una última ronda multitudinaria antes de colgar los bártulos de forma definitiva y pasar a formar parte de la historia de la música vasca.»

16 diciembre 2022

Bizkaia Arena, BEC, Barakaldo (Bizkaia)

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Hay cosas que son muy del País Vasco. Como las rondas de txikiteros por el casco viejo o esas fiestas veraniegas de los pueblos en las que antaño se podían ver todo tipo de grupos. O los gorritos de Gora Euskadi con el lauburu y la ikurriña. No hablemos ya de esa costumbre cada vez más al alza de llevar un vaso de plástico atado a una correa. Si nos ponemos a enumerar los miles de rituales presentes por estas latitudes, probablemente no terminaríamos nunca. Lo que queda claro es que acudir a un concierto en Barakaldo no es lo mismo a hacerlo en Madrid o en cualquier otro rincón de la península. No solo por el paisanaje circundante y las banderas de “presos políticos”, sino por una sensación que flota en el ambiente que otorga a las citas cierta solemnidad sin pretenderlo. Es algo parecido a cuando uno regresa de viaje y nada más cruzar el cartel que pone Euskadi empiezan los truenos y las lluvias como si fuera el fin del mundo, algo muy real y que nada posee de exageración.

El primer concierto de despedida de Hertzainak en el BEC cumplió la mayoría de los tópicos de los eventos multitudinarios en esta zona, pues hubo la preceptiva dosis de bertsos requerida, reivindicación del euskera como idioma universal y seguro que hasta la presencia de algún que otro político, por algo la televisión pública vasca ETB retransmitía el recital en directo, ya podrían hacer eso con el resto de bolos relevantes.

Hubo en torno a 16.000 asistentes, aunque por el jaleo que se montó, parecieron muchos más. Los bares que rodeaban al pabellón lucían una notable concurrencia cuando se suponía que abrían las puertas. Por orgullo profesional nos tragamos a los insufribles artistas invitados que calentaron la velada durante casi dos horas y lo único que se nos antoja reseñable fue la participación de Aiora Renteria e Iñaki Imaz de Zea Mays, que se marcaron una estupenda versión en acústico de “Negua Joan da ta”. Siempre es un placer escuchar los espectaculares tonos que alcanza una de las mejores cantantes que tenemos por estos lares.

La expectación era máxima para ver por última ocasión a Hertzainak, por lo menos en Bizkaia, porque en Vitoria todavía les quedaba otro cartucho más. Al parecer, los recitales que ofrecieron en 2019 en el Kafe Antzokia y en el Palacio Euskalduna les debieron picar tanto el gusanillo que no han renunciado a juntarse una vez más tras la pandemia. Un mundo postapocalíptico para reivindicar el legado del rock radical vasco, no se me ocurre mejor contexto.

Con la estrella comunista en lontananza, Gari salió a escena con la txapela tirada hacia atrás, a medio camino entre un Joe Strummer de Legazpi y un guerrillero sudamericano. Y el tema elegido para prender fuego al recinto era “Rock and Roll batzokian”, una vieja conocida para los fans de Platero y Tú, pues estos la versionaban en su tercer álbum ‘Vamos tirando’. Uno lee la letra en la que se decía que “los del PNV no aman el rock and roll” y alucina con la libertad de expresión que había entonces. Me soplaron, por cierto, que debía andar el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, por las gradas. Me gustaría saber lo que pensaría al oír esa estrofa, lo mismo miró para otro lado, la cara de cemento de esta gente es monumental.

“Amets prefabrikatuak” siguió metiendo el dedo en la llaga denunciando la sociedad de consumo. El fiestón ya estaba montado y Gari preguntó al público intergeneracional por los vizcaínos, los giputxis y hasta la peña que había venido de Iparralde. Las siete provincias históricas del euskera unidas en un mismo recinto.

“Ispiluaren aurrean” mostró su vertiente más dramática, con Gari acompañado únicamente de una sección de cuerda que cobraría mayor protagonismo hacia la mitad del recital. La senda intimista en la que se enredaron al encadenar varios temas de corte orquestal nos hizo desconectar un poco, pero se volvió a producir otro subidón cuando Josu con su trikitixa puso patas arribas el BEC con la reivindicativa “564”, en la que ondeó probablemente la mayor concentración de banderas de presos que jamás hemos visto.

Y aprovecharon esta aproximación al folk autóctono para enlazar con la homónima “Hertzainak”, que puso a la peña loca, se montaron pogos en las gradas y hasta se soltó algún irrintzi. Gari dijo que la vida es imprevisible para subrayar el carácter excepcional de una velada que será difícil que vuelva a repetirse.

Subieron sin duda un escalón con el fundamental reggae punk “Si vis pacem, parabellum”, pura vanguardia artística que reproducía algo similar a lo que hacían a comienzos de los ochenta en Reino Unido grupos como The Ruts o The Members. Y hubo un recuerdo a Bowie, el hombre de las estrellas, en el riff de “Ziggy Stardust” que se marcaron antes de la bailonga “Ta zer ez da berdin”, al igual que se podía escuchar en el directo ‘Zuzenean’.

Tocarían la fibra sensible de la mayoría con “Aitormena”, todo un clásico de los vitorianos que ganó realce por la aportación de la sección de viento y cuya letra en teoría relata la estrecha relación de Hertzainak con las drogas. Otros prefieren quedarse con esa cara más amable que alude a una ruptura amorosa. Ambas interpretaciones son válidas.

Pues hasta aquí llegó en un principio el concierto. Los gritos de “beste bat” fueron realmente estruendosos, hubiera sido una descortesía pirarse así sin más. No tardaron en regresar y provocar otro ataque de entusiasmo en el respetable con una versión de “Guantanamera” que para nosotros sobró completamente y nos hizo preguntarnos qué hacía un rockero de pro ahí escuchando esa ponzoña pachanguera. En fin, para gustos, colores.

La velada no hubiera estado completa sin otro de sus grandes himnos, “Pakean utzi arte”, que resultó inconfundible desde los primeros toques de batería, y para que no decayera el asunto, el aire ska de “Eh Txo!” finiquitó el recital con saltos, bailes y el personal extasiado después de más de dos horas.

A pesar de que nos sobró alguna pieza de la parte intermedia, la verdad es que resultó una despedida de altura, una última ronda multitudinaria antes de colgar los bártulos de forma definitiva y pasar a formar parte de la historia de la música vasca. Un legado impagable que se debería abordar siempre sin sectarismos.

Alfredo Villaescusa
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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

2 comentarios

  • Juandie dice:

    Pedazo de crónica hacia el gran concierto que se marcó a base del mejor Punk Rock combativo los históricos HERTZAINAK a través de esos clásicos cantandos en vasco y con todo petado en el mejor recinto de la rockera ciudad de Barakaldo.

  • Bixen dice:

    Una crónica escrito por un tipo que escuchó mucho pero no se enteró DE NADA. Quizás mandar ahí a un "rockero de pro" no era la mejor idea si le costó tantísimo enterarse de quién había tocando desde las ocho de la tarde, entender por qué había bertsolaris en ese concierto y tantas y tantas cosas que no entendió. Bueno, lo de los ocho eurazos por una salchicha está claro, nadie entendería eso.

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