No deja de ser destacable el hecho de que, a pesar de la buena ristra de conciertos que se han dado este año y los que se divisan en un futuro cercano, en un lunes no festivo haya una buena concentración de seguidores dispuestos a no perderse ni una de las oportunidades de poder disfrutar con las propuestas de unas bandas que siguen demostrando valía y buen desarrollo en la escena. Ambas son, sin duda, buenos termómetros de la óptima salud que goza el rock and roll en nuestro país.
En esta oportunidad, la ocasión mereció un sobresaliente, y es que, cuando dos bestias se unen en un proyecto conjunto, es difícil que el resultado no sea otro que el éxito absoluto, algo que, sin duda, define lo vivido en esta ocasión en la barcelonesa sala Wolf, lugar en el que el hacha de las guitarras Gus G. se unía a una de las voces más en forma en la actualidad: la de Ronnie Romero, en un tour europeo que bajo el título de ‘Convergence’ hizo disfrutar a la audiencia de una sala que presentó un muy buen aforo y una más que aceptable calidad de sonido.

La velada la iniciaron los barceloneses Tabü, un quinteto que, como nos recordaría su líder y cantante David García, llevan ya veinte años de carrera. Una trayectoria que quieren celebrar el próximo 23 de mayo en Razzmatazz 2 en un concierto que contará con invitados especiales.

Tabü es una de esas formaciones que han sabido mantenerse en una línea constante y equilibrada donde el hard rock hace buena presencia entre los surcos de sus cuatro trabajos. El último es ‘Talisman’, un álbum especialmente recomendable que cuenta con una brillante producción y unas excelentes guitarras, ambas partes guiadas por David Palau (Güru). El quinteto salió a demostrar su fiabilidad, dando muestras de ella desde sus primeras propuestas en la sala, donde piezas como “Igual que ayer”, “Hoy por ti” y “Sigues en mí” supieron encajar en una sala que iba acomodándose a su entrega, en la que pudimos comprobar que las guitarras forman parte de una nueva y privilegiada ambientación, mientras las bases saben solidificar sin pasarse de expresión.
La actuación fue subiendo de nivel gracias a que temas como “Quiero más”, la versión de Gotthard cantada en español de “Anytime, Anywhere”, que los suizos también conformaron como “Traidor” y la balada “Abismo”, supieron inyectarse en un público que, agradecido por la entrega de la banda local y su valía, acabó enganchándose completamente a la fiesta gracias a la inercia que los estribillos de “Quédate”, “Siempre locos” y “Sueños” propusieron.
Como buenos escuderos, Tabü hicieron gala de calidad y entereza, dejando bien dispuesto el terreno para que este proyecto entre Gus G. y Ronnie Romero empezase con los motores bien reglados.
Tras la preceptiva espera entre bandas y con muchas ganas acumuladas, llegó el momento de recibir a uno de los guitarristas más destacados y virtuosos en el power metal, base en la que Gus destaca gracias a su consabida y virtuosa prestación en formaciones como Dream Evil, Mystic Prophecy, Nightrage y, claro, en sus enfáticos Firewind. Un virtuosismo que durante casi ocho años le llevó a posicionarse como sustituto de Zakk Wylde en la formación del tristemente desaparecido Madman, Ozzy Osbourne. Pero la trayectoria de Kostas Karamitroudis, también se ha visto engalanada por ese despliegue de carácter y técnica que demuestra en solitario, plasmado ello de forma excepcional en trabajos como ‘Guitar Master’ (2001), ‘I Am the Fire’ (2014), ‘Brand New Revolution’ (2015) y ‘Quantum Leap (2021). Y precisamente de esa etapa en solitario es de la que iba a servirse G como arma para ya poner el ambiente a un nivel del que no iba a descender.
El concierto inició instrumental, pero enérgico y ambientador. Con Gus mostrando sus cualidades, empleándose en la combinación de técnicas tan variadas en realización como impecables en ejecución, siendo ese puente entre el viaje de escalas y el shred más privilegiado que Gus realizó en tándem con Vinnie Moore en “Force Majeure” y el rápido y progresivo “Quantum Leap” los instrumentales que abrieron una noche en la que el tiempo voló tan rápida como convincentemente.
Los dos primeros episodios del concierto estaban ya servidos y durante ellos ya había quedado claro que el trío que se conformó entre el sobrio pero vertiginoso Gus G, el serio y eficaz bajista italiano Andrea Arcangeli (DGM, Ark Ascent) y el baterista de origen belga y acompañante de Gus en Firewind, el explosivo Johan Nunez, era un combo tan sólido como eficaz.

Ya mostrada la buena conformación de la base instrumental, tocaba el turno de disfrutar también con la voz de un Ronnie Romero que durante todo el concierto estuvo simpático, comunicativo, entregado, eficaz, brillante y convincente, haciendo que las exigencias de los temas que íbamos a disfrutar parecieran de tan fácil ejecución como lo fue su celebración entre todos nosotros.
El elenco inició con la incipiente y versátil “Cast Away On the Moon” que se soldó a la también poderosa “Chased by Shadows”,temas que mostraron la buena afinidad que hay entre un cuarteto que no dejaba lugar a dudas en cuanto a lo que más allá de un excelso proyecto esperemos se convierta en un viaje tan pasional como lo fue la primera muestra de simpatía por parte de Ronnie y de ambivalencia vocal empleándose a fondo en el primer cover de la noche, dedicado éste a Black Sabbath en la etapa en la que Dio hacía volar en aquél ‘Mob Rules’ cuyo homónimo himno hizo hervir nuestras gargantas por primera vez.
Consabido es que Ronnie, además del nombre, comparte la similitud de entonación con Dio, algo que Blackmore descubrió y explotó en su retorno con ese brillante arco iris en el que, como comentó Romero, no hizo uso de uno de los temas favoritos del cantante chileno, pero que, por fortuna, sí disfrutamos en el set. “Kill the King” estuvo fantástica. Fue una interpretación potente y enérgica, en la que tanto banda como público, nos unimos en homenaje a un legado tan sublime como incombustible: el que Rainbow nos dejó.
Ya lo había comentado Ronnie en entrevista previa al concierto: “Igual alguna de Thin Lizzy también cae”, y cayó “Cold Sweat” fue el homenaje que el cuarteto dedicó a la formación irlandesa, y aunque ni las partes de dobles guitarras ni la voz nos llevarían a recordar de manera fiel a los de Lynott, el clásico sí fue un buen momento para seguir coreando de forma tan festiva como apasionada.
Sin duda, los covers iban a ser lo más celebrado de la noche, y no solo por la capacidad que tienen de hacernos vibrar recordando la eficacia de sus orígenes, sino porque su ejecución en manos del cuarteto, les daba un extra en carácter y personalidad. Pero antes de seguir explotando éxitos ajenos, Gus y Ronnie mostraron la calidad y la buena confluencia que ambos tienen a la hora de componer de manera conjunta, algo que quedó muy definido ante un portentoso “My Premonition”, tema que esperemos que, al igual que su título, sea presagio de, discográficamente hablando, algo grande entre un cuarteto que se entiende a la perfección.
Algo que volvieron a demostrar gracias a interpretaciones como la de “Redemption”, pieza que en su día vocalizó Michael Starr de Steel Panther y en lo que se reveló ante lo que Mats Levén propuso en la grabación de “I Am the Fire” y, rememorando el paso de Firewind por Barcelona el pasado año, todo se secuenció con un portentoso “Destiny’s Calling”, ambos fueron temas que Ronnie supo convertir en himnos y Gus en vertiginosas y golosas delicias.

Bromas, calidad y virtuosismo se fundían sobre un escenario que, por ponerle una pega, peca de un excesivamente corto set de luces, algo que a veces incomoda y más que apoyar eclipsa algunos momentos. Pero detalles lumínicos aparte, el sonido, aunque alto, era nítido y, en este caso sí, apoyaba a maximizar los detalles que los temas exigían. Y eso es lo que pudimos sentir, vivir y disfrutar ante los portentos que nos hicieron erizar el vello y entonar a la máxima potencia, y es que dos genialidades de la época más brillante de Blackmore en Deep Purple y Rainbow iban a apoderarse tanto de nosotros como nosotros de ellos: “Highway Star” y “Stargazer” sin duda fueron lo mejor y más seguido de la noche. Realmente fueron momentos espectaculares, con la abrumadora y atronadora potencia e inercia de las bases, la esencia de una guitarra que se desenvolvió tan bien que casi no necesitó de teclados para trasladarnos al éxtasis, la voz de Ronnie rompiendo registros y haciendo fácil lo que Gillan y Dio convirtieron en legados tan irrefutables como incombustibles al tiempo. ¡Vaya genialidades!
Tras el éxtasis, el parón de los bises, Ronnie merecía un descanso, algo que se aprovechó en la vuelta de la formación a las tablas para inyectar otro momento en el que Gus hizo brillar tanto a su Jackson como lo hicieron Johan y Andrea a la batería y bajo respectivamente. Ese momento de semirreposo se dio gracias al pletórico instrumental “Fearless”.
Tras el descanso del guerrero, Romero volvió a la trinchera con ganas de comunicar y bromear, induciendo al guitarrista heleno a decir frases en ese castellano que está aprendiendo, algo que se fue dando en diversos y divertidos momentos de la noche, pero quizás las frases más emotivas fueron las que el hacha de Salónica dedicó a su etapa con Ozzy y al recuerdo de sus años y giras con el Madman. Por ello, seguramente, sea el responsable de que muchos de nosotros estuviéramos esa noche allí, definiéndole de arquitecto de un género y estilo que hoy nos hace disfrutar, sentir y apasionarnos tanto como lo hicimos ante la sinergia que se dio entre nosotros y la banda en honor al príncipe de las tinieblas con un expeditivo “Bark At the Moon” y un sensible y emotivo “Shoot in the Dark”. Unos temazos que se encargaron de dar un buen cierre a una noche repleta de emociones que, sin duda, tardarán mucho en ir desvaneciéndose para quedar como un recuerdo de otro gran concierto. Esperemos que, gracias a lo que ojalá sea un trabajo discográfico conjunto, volvamos a revivirlo pronto.
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