Crónicas
El Columpio Asesino en Bilbao: Arrollador coche bomba
«La deflagración de su arrollador coche bomba la sentiremos durante una buena temporada.»
15 septiembre 2023
Kafe Antzokia, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Siempre se van los mejores. Es lo que se suele decir en funerales y cuando sentimos la pérdida de gente de inmenso talento. Con tanta ameba pululando por la humanidad impunemente da rabia que se tengan que marchar aquellos que nacieron para derribar moldes y nociones preconcebidas. Gracias a estos últimos se consigue eso que se llama evolución y que sin duda surgió del pleno inconformismo y no del borreguismo más abyecto.
Los navarros El Columpio Asesino no es que abandonen este mundo de manera material, sino que se despiden de los escenarios con una gira final que ha colgado ya el cartel de entradas agotadas con bastante frecuencia. Sus dos recitales en el bilbaíno Kafe Antzokia andaban con el aforo completo, por supuesto, otra muestra más del espectacular tirón de la banda cuando decide colgar los bártulos.
Habrá algunos que asocien a Cristina Martínez y compañía con la etiqueta indie, pese a que su música en realidad sea una colosal amalgama de estilos que va desde el rock alternativo al post punk o a la deriva electrónica protagonizada en su último trabajo de estudio, ‘Ataque celeste’. Y todo ello envuelto en un malrollismo insano como pocas veces se ha visto en la historia de la música patria.
Desde el principio quedó patente que El Columpio Asesino vivirían una de sus noches más especiales en la capital vizcaína, incluso se lamentaron por el hecho de no poder regresar a un recinto con tanta solera como el Kafe Antzokia. Prendieron fuego de inmediato con el bombazo “Babel”, ideal lo mismo para una sesión gótica que para gastar suela en una discoteca a altas horas de la madrugada. Eso sí que fue un comienzo de altura. Nada de icebergs.
Teníamos todavía oscuridad a raudales en “La lombriz de tu cuello”, con ese ambiente total de grupo de synth wave ochentero y una letra perturbada e inquietante. Sin despegarse de esa mala leche que preside muchas de sus composiciones, “Ballenas muertas en San Sebastián” parece un cántico sobre el fin del mundo con sus apelaciones a coches bomba o escaparates rotos en San Valentín. La venganza perfecta de un nihilista. Puro vandalismo sentimental.
Cristina al frente ofició como sacerdotisa suprema del cuelgue, aunque tampoco olvidemos a la otra mitad del grupo, el cantante y batería Albaro Arizaleta. Juntos crearon una dualidad tan equilibrada como la del yin y el yang, complementándose a la perfección a lo largo de la noche y ofreciéndonos uno de los grandes atractivos de su sonido, aparte de la atmósfera conseguida con el resto de miembros del grupo.
“Susúrrame” mantuvo el subidón sin alejarse de las tinieblas malrollistas y “El evangelista” provocó que en las primeras filas el personal estuviera ya en plena ebullición. Un entusiasmo que hasta se contagió a uno de los vientos, al punto de subirse a uno de los altavoces para tocar la trompeta igual que si anunciara el apocalipsis.
El repertorio estuvo muy bien seleccionado, pues optaron por todas aquellas piezas que deberían sonar en un concierto de despedida, caso de “Ye Ye Yee”, “La marca en nuestra frente es la de Caín” y tantas otras. Fue un recital para fans especialmente, aunque la mayoría podría disfrutar de semejante ristra de temazos que te levantan como si fueran chupitos.
“¿Quién dijo que los vascos no saben bailar?”, dijo Cristina ante la tremenda acogida de la concurrencia. “¡Y una polla!”, añadió ante el jolgorio generalizado. Había ambientazo una vez más en un bolo suyo. No permitieron que se desperdiciara tanta energía con “Edad legal”, previamente a que la vocalista nos amenazara con darnos “cha cha cha”. Otra maravilla en la que no queda claro si están hablando de drogas, sexo sucio o algún tipo de fetichismo. Brillante.
Pese a que siempre les ha gustado experimentar con los sintetizadores, su faceta más guitarrera sobresalió con “Your Man Is Dead”, esta para aquellos que todavía les tienen por un grupo indie o electrónico. Toda una apoteosis ruidista digna de The Jesus & Mary Chain. Y “Corazón anguloso” aportó un interesante contrapunto shoegaze, una de sus piezas para levitar, en algún momento había que hacerlo.
La recta final hacia lo irremediable despertó los ánimos, especialmente cuando Cristina se acercó a las primeras filas en “A la espalda del mar”, mientras que un regalo de categoría como “Diamantes” fue imposible de desdeñar. Con el público comiendo de la mano, enfilaron “Perlas”, otro de sus grandes himnos que no podía faltar de ninguna manera en la velada.
La comunión máxima con los seguidores, sin los cuales ellos serían “una puta mierda”, se alcanzó con “Toro”, auténtico llenapistas desde que viera la luz allá por 2011. Si hubiera que quedarse con un solo instante en la mayoría de sus bolos, apostaríamos por este, sin duda. La hora de desgañitarse con esa letra plagada de referencias a las drogas que fijo que sigue molestando a fascistas, reaccionarios o incluso a la moral puritana contemporánea. Quién nos iba a decir que la mojigatería se iba a esparcir con tanta alegría fuera de las iglesias. Carretera y speed a reventar.
Aquel había sido el epílogo perfecto, pero todavía regresaron para reivindicar ese inmenso salto con tirabuzón que dieron con ‘Ataque celeste’. “Id cogiendo aire, cariños”, advirtió Cristina antes de sumergirse de lleno en la pista de baile con “Huir”. Ni siquiera entre sintetizadores abandonan el malrollismo, enormes. Otro tema que podría pincharse en una sesión gótica.
En tantos años de trayectoria a los navarros les había dado tiempo de conocer a mucha gente, como Deu Txakartegi, responsable de una banda tan osada como We Are Standard, que salió para ayudar a la voz en “Preparada”, pieza de empoderamiento personal como pocas. ¿Quién no pensó alguna vez aquello de lanzar cerillas al sofá? O esa frase para tatuársela de “Para empezar de nuevo hay que morir”. El viejo Bukowski estaría orgulloso.
Y a modo de guinda, la estajanovista “Sirenas del mediodía”, con esa pulsión maquinal que evoca la insoportable rutina de una fábrica y a la vez los errores que cometemos sin poder remediarlo, hábitos dañinos de los que no podemos escapar, pero que repetimos sin importar las consecuencias. Brindemos siempre por los conductores suicidas del amor.
Es una pena que un grupo en un estado de forma encomiable y en un punto evolutivo de su carrera la mar de interesante se despida del panorama musical. Menos mal que aún nos queda Triángulo de Amor Bizarro. La deflagración de su arrollador coche bomba la sentiremos durante una buena temporada.
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1 comentario
No dudo de que dieran un buen recital estos Columpio Asesino en el mitico Antzokia bilbaino pero para ser sincero no me gusta nada su rollo musical.