En un panorama sobresaturado de propuestas es inevitable escoger y quedarse con aquello que resulte más único o especial de ver en directo. Frente a estilos que proliferan como setas, hay también géneros atemporales, más para sibaritas que no se conforman con cualquier cosa y que no necesitan de estímulos externos o de la aprobación de cualquier moda del momento. ¿Quién se acuerda hoy en día de la música de guitarras de los ochenta? Esa suerte de limbo al margen del punk o el metal que sin duda influyó tanto en el despegue de Héroes del Silencio, una de nuestras grandes bandas patrias.
A la fundamental trilogía compuesta por los zaragozanos antes mencionados, los mexicanos Caifanes y los argentinos Soda Stereo, se podría sumar sin problemas a Dolores Delirio, un combo “que nunca tuvo Perú en su género”, como definieron en su día a estos discípulos tanto de The Cure como de Gustavo Cerati y compañía. De hecho, hasta participaron en un tributo hispanoamericano a los primeros en el que Robert Smith se ocupaba personalmente de la selección de bandas. ¿Podría haber un mayor aval que ese?

Precisamente, la promotora Sueño Stereo Producciones se encarga de acercar hasta nuestros escenarios propuestas del otro lado del Atlántico que difícilmente tendrían cabida en grandes festivales u otro tipo de eventos multitudinarios. He aquí unos cruzados de la cultura que se mueven por puro instinto melómano y no por lo que diantres esté pegando en ese instante, por lo que un enorme bravo para ellos.
Pese a que en un inicio parecía que la cita bilbaína de Dolores Delirio pasaría a engrosar uno más de esos bolos sin apenas afluencia de público que tanto abundan en el mes de septiembre, al final se juntó una muchedumbre de mayoría peruana que llevó el entusiasmo incorporado de casa y nos hizo partícipes al resto de lo singular que estábamos experimentado en la sala Azkena. “Parece mentira que estéis aquí, de verdad”, decía una entusiasmada seguidora.

Los locales Ingot, capitaneados por la actriz Itziar Ituño, se revelaron como una gran opción para calentar la velada por su compromiso social y colaboración en proyectos solidarios con Oxfam o pueblos indígenas. Sintonizaron de primeras con el personal gracias a temazos del calibre de “Aita Mari” o “Animaliak”, que lo mismo remitían a Zea Mays por su rock alternativo que a Doctor Deseo por sus textos de querencia literaria.
Ituño se reveló como una sólida frontwoman que conquistó al respetable, aparte de por su prodigiosa voz, por sus comentarios críticos con el sistema y a favor de un mundo mejor, por muy tópico que suene esto último. Talento a raudales, no se los pierdan si tocan por las inmediaciones.

Crear la atmósfera adecuada se antojaba uno de los objetivos más básicos en un bolo de Dolores Delirio, con ese sentimiento de angustia vital que tan certeramente clavaron The Cure en el pasado. Pero esta no sería la única referencia velada al mítico grupo británico, pues los mismos movimientos de manos del vocalista ya parecían muy del estilo de Robert Smith. La influencia que dejaron en Latinoamérica los responsables de “A Forest” podría considerarse inabarcable.
Todo un privilegio estar allí escuchando piezas de sus más de tres décadas de trayectoria, incluso celebraron su primera vez en la ciudad con “Malquerer”, una canción nueva que terminará de grabarse en Barcelona, aprovechando su paso por la Ciudad Condal dentro del periplo peninsular en el que están inmersos.

Que tampoco hubiera multitudes desbordantes no fue impedimento para que experimentaran bastante calor humano tanto los músicos como los allí presentes, algo que inevitablemente influye en la línea que define un buen concierto frente a uno del montón, como los que te cascan de vez en cuando algunos funcionarios de escenario. Los peruanos por eso expresaron su voluntad de construir un recuerdo que perdurara en el tiempo y sirviera también de muestra a los que se perdieron aquello por diversas causas.
Las barreras entre artistas y público apenas existían, en parte por el desparpajo de los peruanos, que no dudaban en replicar a sus ídolos con la cercanía de colegas de bar. “Hace calor acá”, decía el vocalista y desde el respetable llegaba la solución al problema: “¡Tómate una cerveza!”.

Nos confesaron el honor que significaba para ellos que la primera fecha de esta gira peninsular fuera en Bilbao, pues el cantante Ricardo evocó aquellos tiempos en los que escuchaba Kortatu cuando iba al colegio. Una vez establecida esa conexión especial, no extrañó que las voces casi chillaran a pulmón en “No ves el sol” y otros himnos de su carrera. Los peruanos, al igual que argentinos o uruguayos, volvieron a dar una lección de lo que entrañaba animar el cotarro en un concierto. Después de aquello, otras citas iban a parecer de gatos de escayola.
“Timidez” siguió engrandeciendo la velada, con un cantante inmenso y una banda no menos exenta de calidad, se les notaban los galones de veteranos, y lucirse en el género post punk tampoco es que sea excesivamente fácil. “A cualquier lugar” marcó uno de los puntos álgidos de esta visita de los peruanos, pero no podrían abandonar la sala sin que cayera su himno total “Aprendizaje”, la guinda a una sesión irrepetible en mucho tiempo en cuestión de excelencia.
Volvemos a repetir que los conciertos más abarrotados casi nunca resultan ser los mejores, por lo que siempre vale la pena apostar por propuestas tal vez no muy reconocidas en nuestro país, pero cuya originalidad y carácter inusual debería convertirse en indiscutible atractivo. Subamos los primeros peldaños de esta escalera al recuerdo que construyeron.
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Un comentario
Pequeño resumen hacia las curradas actuaciones por parte de ambas bandas en tan conocida sala bilbaina.