El frontman italiano, líder de Måneskin, Damiano David, aterrizaba en Madrid con su “Funny Little Fears World Tour 2025”. Hay que recordar que esta fecha estaba prevista inicialmente para llevarse a cabo en La Riviera, pero se reubicó en el Movistar Arena, que presentó un lleno absoluto.
El palacio de deportes se queda a oscuras, la intro se dispara, las miles de voces gritan y la expectación crece mientras paulatinamente un juego de luces en tonos azul noche va apoderándose del stage. Unas letras gigantes con el nombre del protagonista, ubicadas en la parte trasera del escenario, se tiñen de matices azulados, cada vez más eléctricos. La banda comienza a tocar y, acto seguido, aparece el protagonista de la velada ante un rugido atronador. Arranca con “Born With A Broken Heart” para desatar la euforia colectiva.
El magnetismo que destila el vocalista en directo es evidente. Si en su banda se consolidó como un cantante poseedor de un carisma especial, lo que logró el pasado lunes en Madrid fue para enmarcar. Hizo que el recinto, al unísono, se convirtiera en un karaoke multitudinario de principio a fin. Se podría decir que sus incontables tatuajes cobran vida durante el directo y transmiten la esencia que posee el italiano en su alma. “El baile de la vida”, tal como se lee en su pecho, es lo que ofrece en su show: un baile multitudinario dentro de un espectáculo de gran nivel.
“The First Time”, “Mysterious Girl” y “Voices”, en una furiosa versión, se combinan a la perfección con el juego de luces desplegado sobre las tablas. Los enormes focos situados en la parte trasera del escenario se disparan a gran velocidad, variando de tonalidad según la pieza. La banda que acompaña al cantante transalpino suena sólida, contundente, con potencia, y está integrada por batería (quizás fue el músico que menos me cautivó), dos guitarras, bajo, teclados y dos coristas. Todos lucen trajes negros con solapa de seda, camisa blanca y corbata oscura.
Damiano David ha sabido mudar de piel: desprenderse de ese rol de voz de un fenómeno de masas como Måneskin para rubricar, con su gran directo, que ahora capitanea su proyecto más personal. Así lo mencionó él mismo durante la actuación. Es destacable que, en su propuesta actual, no hay ningún vestigio de la agrupación que lo catapultó al estrellato. Todo es de cosecha propia. Se percibe que el frontman cura y sana heridas a través de la música. Quizás por ello ofrece un repertorio en vivo en el que todas sus emociones contenidas salen a la luz a lo largo de la interpretación de las canciones de su placa ‘Funny Little Fears’.
“Ahora, un poquito de rock”, comenta el cantante en español, y avisa que tratará de hablar en ese idioma durante toda la velada. Promesa cumplida casi en plenitud, salvo algunas frases sueltas en inglés. Hace vibrar los cimientos con “Cinnamon” y, durante la misma, el protagonista de la noche deja su torso al descubierto mostrando su piel tatuada. “Me gusta hacer covers”, avisa, y dispara con una contundente versión de “Sex on Fire” de Kings of Leon.
No será el único grupo al que le imprima sus texturas durante el show. Otros fueron Mark Ronson, Iñigo Quintero y Guitarricadelafuente, interpretando de estos “Nothing Breaks Like a Heart”, “Si no estás” y “Guantanamera”, respectivamente, previo elogio a la música en la lengua de Cervantes y en un tramo más tranquilo, acompañado de luces doradas disparadas lateralmente.
Durante el show hay momentos introspectivos, instantes para baladas, para bailar y también para desatar la visceralidad. La conexión con sus miles de seguidores era evidente. Cada gesto, cada mirada cómplice, cada cambio de look era celebrado. El compositor pidió un enorme aplauso para su banda. El recinto parecía un ecosistema en el que todos venían a liberar sus emociones y abrazar a este demonio vocal llamado Damiano.
Sale de escena el cantante. Las potentes luces azules del fondo del escenario toman el protagonismo ante un recinto completamente a oscuras, lanzando fogonazos luminosos acompañados de matices de música electrónica que amenizan la espera. Regresa Damiano con un total look blanco y el público lo acompaña con palmas y voces en la descriptiva “Tangerine”, la celebrada “Zombie Lady”, la pegadiza “Tango” y la introspectiva y a la vez contundente “Mars”. Esta última fue la responsable de poner fin a la primera parte del concierto.
De regreso sobre el imponente escenario, en los bises interpreta “The First Time”, pieza que en poco tiempo se ha transformado en un clásico de su repertorio. Antes de los disparos definitivos, anuncia el compositor: “en mi vida quiero probar muchas veces distintos yo”, y prosigue con “Naked”, que enlaza, tras un gesto de entrega y cariño al respetable colocando una rodilla en el suelo, con “Solitude (no one understands me)”.
En los compases finales, se baja al foso a tocar las manos de sus fans. Luego continúa con una caminata hasta una furgoneta que lo espera en las entrañas del Movistar Arena. Encendiendo un cigarro, saluda a la cámara y las enormes pantallas lo muestran marchándose del recinto mientras la banda culmina la canción.
Damiano David rubricó en Madrid que esos divertidos pequeños miedos pueden ser liberadores y estar cargados de riffs.
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Un comentario
Paso totalmente de leerme dicha "crónica" hacia este patético popero.