Hay conciertos que casi se convierten en un acontecimiento social y congregan a gente de todo tipo y condición. Tal vez esa sea la clave para agotar las entradas con varias semanas de antelación, a pesar de que tampoco haya nada especial que presentar. Suele estar reservado únicamente a las grandes estrellas eso de girar cuando a uno le sale de los mismísimos y no tener que justificarse por ello. La tradición de embarcarse en un periplo solo cuando hay material nuevo quizás esté demasiado obsoleta y convenga de vez en cuando salirse del guión.
Quizás esto último se halle detrás de la curiosa decisión de los norteamericanos Cracker de empezar en Bilbao su gira peninsular de la mano del ciclo Music Legends, responsable también del festival del mismo nombre que se suele celebrar en junio. Echando un vistazo, comprobamos que los de Richmond ya estuvieron en un muy concurrido Kafe Antzokia poco después de la pandemia y también nos suena haberles visto previamente en un Azkena unos cuantos años atrás. En cualquier caso, sus visitas no eran algo que aconteciera con frecuencia, por lo que ahí había que estar por simple deber melómano.
Lo cierto es que la charlotada aquella de los conciertos en sillas nos dejó profundamente marcado en la época de la pandemia y básicamente hubiéramos preferido camas de faquir en vez de butacas. La falta de costumbre provocó que en ocasiones casi tuviéramos que sujetarnos los párpados, no por culpa del grupo, sino de ese formato escogido que anulaba de un plumazo todo atisbo de espontaneidad. Supongo que habrá entusiastas en esto de reposar tranquilamente viendo un recital, un servidor opina que el rock n’ roll es otra cosa.
El fotero Dena Flows ya nos advirtió que no era un grupo para ver sentado, aunque el catálogo de Cracker resultaba tan versátil al incluir desde folk hasta punk que podrían mostrarnos diversas facetas en una misma noche. Lo que sigue llamando la atención es que el último álbum de estudio date de 2014, el disco doble ‘Berkeley to Bakersfield’. ¿Estarán planeando alguna especie de retirada? Tal vez eso también explicara el miedo a quedarse sin verles en esta ocasión.
David Lowery, Johnny Hickman y compañía apostaron fuerte de primeras con el himno “Euro-Trash Girl”. No lo esperábamos tan pronto, pero por lo menos valió para captar la atención en un inicio y que los fieles no se descolgaran hasta el final. Poco después, ofrecían otra canción que no podría faltar en su repertorio de directo, esto es, “Teen Angst”. Más emoción para la parroquia. A muchos les iba a costar recuperarse de aquello.
Los de Virginia siguieron concentrados en la intención de coger al público por las solapas con otra pieza fundamental, la celebérrima “Get Off This”. Cracker es uno de esos grupos en los que uno acaba conociendo más cortes de lo que imagina. Y eso sin ser un megafan, solo un mero aficionado de infantería. El amplio abanico que abarcan además es una de las principales razones de su atractivo, desde el country o folk tradicional hasta el punk de Hüsker Dü o The Replacements.
No tardaron en desvelar la relación especial que les unía con la capital vizcaína, a la que calificaron como su “segunda casa”, y rememoraron su última vez en Bilbao, cuando al presentar al batería, la peña empezó a gritar: “¡El tractor! ¡El tractor!”. Que aquella noche iban a caer sus principales clásicos lo confirmó “Low”, otro emblema del rock alternativo. Pero también dieron rienda suelta a versiones muy variopintas, como “Loser” de Grateful Dead, la habitual “Pictures of Matchstick Men” de Status Quo y ya en los estertores finales “Ain’t Going Nowhere” de Bob Dylan.
“Dr. Bernice” desenterró el cabaret fantasmagórico de Tom Waits, no sin que antes se marcaran una espectacular introducción spaghetti western que sería muy del gusto del sevillano Pájaro. La amistad entre Hickman y Lowery, las dos caras visibles de la banda, la certifican en la canción “Friends”, después de que explicaran que ambos se conocen desde la adolescencia y desde entonces han estado vinculados de una manera u otra.
La violinista Anne Harris, que se hizo notar durante el recital con sus saltarines movimientos, dijo al respetable que había demasiado silencio y poco después se arrancó con un cántico tradicional de Luisiana. No fue la única en asumir tareas vocales, pues el bajista también tuvo su momento de gloria en ese sentido. No suele ser habitual toparse en un bolo con hasta cuatro voces distintas y todas encima bastante competentes.
“Another Song About The Rain” les sirvió para despedirse por unos instantes con el corazón en un puño de los asistentes, pues se trató de una interpretación memorable, con la violinista incluso acercándose al guitarrista Johnny Hickman y poniendo la oreja cuando este se marcaba un solo memorable.
No tardaron en volver entre aplausos, mientras algunos subrayaban la labor de la violinista y otros repartían a partes iguales el talento entre todos los miembros de la banda. Recompensaron la muestra de afecto con “One Fine Day”, que puso el colofón adecuado a la velada con una extensa versión. Un servidor habría recuperado en este punto la magnífica revisión que hacen de “Shake Some Action” de The Flamin’ Groovies, pero había merecido la pena el bolo, no era cuestión de ponerse tan exquisitos.
Con semejante dominio de las tablas, ¿de verdad podrían estar estas leyendas del rock americano en retirada? Que lleven sin sacar disco de estudio más de una década o que recientemente haya visto la luz una retrospectiva de su carrera no son señales muy esperanzadoras de cara a su futuro, pero si la despedida finalmente se produce, podrán irse con la conciencia muy tranquila gracias a noches como la que vivimos en el arranque de su gira estatal.
- Crónica de Cracker en Bilbao: Leyendas en retirada con la conciencia tranquila - 27 noviembre 2025
- Crítica de Verbaline: XII - 26 noviembre 2025
- Crónica de Viva Belgrado en Bilbao: El final del cancionero - 26 noviembre 2025






