Crónicas
Bunbury: Altas expectativas
«Emprendemos la retirada sabiendo que este maño de leyenda, junto a su actitud correcta, seguirá a nuestro lado colmando esas altas expectativas, hasta el infinito y más allá…»
4 agosto 2018
Puerto de Gandía (Valencia) | Festival Escena Gandía
Texto: Andrés Brotons. Fotos: Poveda Galeas
“...Y las expectativas fueron colmadas de sobra una vez más”. Ese sería a grandes rasgos el resumen del concierto del rockero zaragozano que nunca defrauda y que, una vez más lo volvió a dar todo dentro del festival “Escena Gandía”, que se consolida como una atractiva opción veraniega en un marco incomparable de “mar adentro”.
Con puntualidad británica, llega la hora del concierto de Bunbury, mientras van tomando el escenario todos los integrantes de su banda, Los Santos Inocentes, a la par que suena la intro. Emerge entonces el maestro de ceremonias escondido en gafas de sol y ataviado con un traje blanco que incluía el logo de la X serigrafiado tras su chaqueta (símbolo de su último álbum “Expectativas”, y que también estaba presente en el teclado). Así, bajo un mar de luces espectacular, el tema que abre también su último disco fue precisamente el que se encargó de dar arranque al show, el ilustre “La ceremonia de la confusión”. Ya en este primer corte me sorprendió el protagonismo que se ha dado en este tour a la percusión, con su batería Ramón Gacías junto a un percusionista llevando milimétricamente el peso de la banda para que todo sonara en su sitio.
“Muchísimas gracias, Gandía”, esboza un comunicativo Enrique, puntualizando que, aunque estaban para presentar su nuevo álbum ‘Expectativas’, harían también un amplio viaje por todas las etapas, remarcando que esperaba que el repertorio escogido fuera de nuestro agrado. Tras otra ovación de la audiencia tras estas palabras que subrayaban “La actitud correcta” de su héroe, sonaba el que fue el primer mentado single de su actual obra, con un sonido que nos retrotraía a esa esencia glam setentera de leyendas imprescindibles como T-Rex o Sweet. Bunbury nos deleitaba nuevamente con su portentosa y particular voz, con sus bailes y reverencias imposibles a lo “torre Eiffel”, mientras el fervor del público gritaba con ímpetu su nombre entre canción y canción.
El escenario se tiñe de luces carmesíes para el tercer corte de la noche de su más que representado noveno disco, “En bandeja de plata”, que también fue el título en España de una clásica comedia de los 60. Aunque sea coincidencia el paralelismo, Bunbury es como el famoso director de la misma, nuestro Billy Wilder del rock & roll: su arte siempre ha destilado sagacidad armónica.
Sigue mirando al presente con “Cuna de Caín”, que fue lanzado también como EP de la promoción del vigente álbum, y en el que la muchedumbre coreó con especial énfasis los recurrentes “ohh” concluyentes de la canción. Quinto tema y todavía apostando con sus ‘Expectativas’ con otro de sus singles, “Parecemos tontos”, y ese primoroso comienzo a lo “Little Wing” del maestro Hendrix.
El primer impasse de la noche respecto a su última referencia discográfica, llegaría con una auténtica sorpresa en forma de una remozada versión de “El mar no cesa” de Héroes del Silencio. El clásico, compuesto en su primigenia etapa cuando se denominaban Zumo de Vidrio, ni siquiera se publicó originalmente en su ópera prima de título homónimo, sino un año antes en su primer y exitoso EP. Fue una versión más endurecida en la que se respetó la melodía original, aunque en un contexto mucho menos acústico, con arreglos étnicos y electrónicos, mientras el juego de luces piramidales acompañaba la rescatada joya. Tras acabar la interpretación, Enrique deja un poco de silencio como esa función reflexiva en el medio radiofónico después de algo importante, permitiéndonos que termináramos de saborear el momento de una canción complicada de pescar en el setlist. Después de ese momento de sosiego y con la batería recargada con el fervor de su público, retoma aliento con “El rescate” del célebre álbum de la anterior década, “El viaje a ninguna parte”. Tanto la mencionada percusión como especialmente el saxofón, otro de los elementos más presentes en el sonido actual de estos Inocentes, reciclan con maestría la tonada.
Siguen cayendo cantinelas de nueva cosecha, con el único recuerdo a ‘Palosanto’ con su hit “Despierta”. En medio del mismo, Enrique grita enalteciéndonos “Gandía, muchísimas gracias”, lanzando tras su interpretación un botellín de agua, mientras que el público se agolpa entusiasmado para recoger tal particular suvenir de su ídolo.
El jefe torna al escenario con acústica colgada, en contraste con el tema de riff potente a lo “I Just Want To Make Love To You” de Willie Dixon, con una de las canciones que más esencia guardan de su etapa heroica, la sublime “El hombre delgado que no flaqueará jamás”. Con luces intermitentes en sus psicodélicos solos, con un espontáneo “¡Ustedes…!” Bunbury insta a su fanaticada a corear el memorable estribillo. Enlaza sin interrupción con otro himno de ese memorable ‘Hellville Deluxe’ “Hay muy poca gente”, agregando al terminarlo que “no hay muy poca gente, porque estamos todos”, con aplausos implícitos de todos ante tal lisonja.
Diserta entonces Bunbury en que, a pesar de que nunca le gustó mirar hacia atrás, con el disco anterior unplugged ‘El libro de las mutaciones’ ya habían rescatado algunos temas pretéritos y que el que iban a acometer a continuación no se podía decir ni siquiera que era del pasado, sino más bien de la prehistoria. En esos precisos instantes, y algo irreconocible al principio por su reciclaje, el histórico “Héroe de Leyenda”, el primer éxito que tuvo con Héroes del Silencio hace más de treinta años, hace acto de presencia. Fue sin duda otro de los momentazos de la noche y de los más coreados, con muchas parejas, algunas acompañadas de sus vástagos, cantando los pegajosos versos del primer hit de Enrique. Llega el turno de la optimista “Que tengas suertecita”, donde una animada batucada hace presencia de nuevo en medio de la canción, “¡Que tengan suertecita todos!”, nos desea el vocalista al final. Tras el medio tiempo “Más alto que nosotros sólo el cielo”, Bunbury pregunta al público de gradas que cómo se les está escuchando al fondo, para sugerir a continuación “¡Acompáñenos todos a nadar Mar adentro”. Arrancan con esa renovada versión que fue lanzada de single hace un par de años para apoyar a su referido disco unplugged, y en el que el setentero y purpleliano teclado hammond toma especial relevancia en el tema. Nunca hablar de una felación había sido tan sutil y elegante.
Llega el instante más introspectivo de todo el show con “De todo el mundo”, y es que así es nuestro Enrique, de todo el mundo, patrimonio de la humanidad del rock. Tras presentar minuciosamente a sus Santos Inocentes, Jorge Rebenaque, Jordi, Ramón, etc… Enrique nos comenta con cierta teatralidad “Gracias a todos ustedes por haber estado aquí esta noche, con esta canción nos vamos a despedir”, mientras una vez más su “Maldito duende” llena el recinto con fuerza y furia rockera. Como ya va siendo habitual, es el momento en el que Enrique baja al foso, encaramándose a la valla de seguridad mientras, micro en mano, comparte el instante con sus fans de su tema más manido. No obstante, este “duende” de Héroes vuelve a sonar fresco y convincente en esta enésima y metamorfoseada versión, con un particular toque de saxo al final.
Enrique se retira momentáneamente para regresar engalanado con sombrero y un pañuelo rojo a modo de corbata, bromeando con que igual tenemos prisa porque tenemos los tickets comprados para los autos de coche, ante el descojone del público. “Una canción más y nos vamos” nos dice y, ante la negativa de la concurrencia, nos espeta un divertido “¡que le den por saco a la noria!”, acometiendo la cabaretera “De mayor”. Ese clásico de ‘Pequeño’ de 1999, se acopla con el siguiente, “El extranjero”, canción muy propia para la feria de alrededores y mucho más festiva y bailable, con el acordeón tomando todo el peso de la misma. Tras un “Infinito”, todavía más melancólica con el mencionado instrumento de viento, un piano tranquilo con intro jazzística introduce “Sí”, con esa parte más parsimoniosa al principio y que explosiona con vigor en su bombástico estribillo. Toca esa canción deudora de Bowie, “Lady Blue”, que es celebrada con gritos por una fan enloquecida que tengo al lado y que se la canta de pe a pa.
“Muchísimas gracias de verdad, un verdadero placer cantar para todos vosotros, no se olviden de nosotros, hasta siempre”, nos retribuye el héroe de leyenda. Toda la banda se despide abrazados en el escenario con una reverencia tras otra a su público, que los aclama y pide con insistencia “otra, otra…”. No tardaría en caer, con Bunbury comentando jocoso “una más y no jodemos más…” y pidiendo a continuación ayuda con la iluminación. Así, con una miscelánea entre el pasado y el presente, con un mar de mecheros y teléfonos móviles, y en un marco incomparable centelleante, la banda se despide con la novedosa “La constante”. “Un inmenso placer cantar para todos ustedes”, vuelve a remachar Enrique Ortiz de Landázuri Izarduy, mientras se aleja sigiloso del escenario cediendo todo el protagonismo a sus músicos, que vuelve a citar uno a uno, y que alargan la pieza en plan instrumental ya sin la presencia de su magnánimo capitán de abordo.
La audiencia despierta del sueño vivido, mientras el “Stand By Me” de Ben E. King suena una vez más enlatado, y emprendemos la retirada sabiendo que este maño de leyenda, junto a su actitud correcta, seguirá a nuestro lado colmando esas altas expectativas, hasta el infinito y más allá…
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