Crónicas

Bruce Springsteen & The E Street Band en San Sebastián: Aranceles cero, felicidad

«Diría que fue el mejor bolo de Springsteen que hemos visto desde 2023 por lo menos. Solo nos faltó que hubiese tocado la rareza “Loose Ends”, o que hubiera sacado otra vez a Paul McCartney, vaya»

24 junio 2025

Reale Arena, San Sebastián

Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Iñigo Malvido.

Que te acostumbren a algo concreto puede en ocasiones tener consecuencias negativas, sobre todo si se trata de algo tan positivo como cambiar por completo el repertorio cada noche. Frente a funcionarios del rock que casi parecen llevar el setlist grabado a fuego y no tocan ni una coma durante toda la gira así llueva o granice, todavía podemos contar con los dedos de una mano artistas de verdad en el pleno sentido del término que adaptan el cancionero a cada situación y a los deseos del público, que en realidad es lo que siempre se debería hacer en vez de limitarse a pasar por caja ofreciendo el mismo producto manoseado y oliendo a rancio.

Hace unos años, Bruce Springsteen prescindió de esa laureada costumbre de recoger pancartas con las peticiones del respetable, donde incluso podía haber versiones, y optó por oficiar más a piñón fijo, limitándose a modificar unos pocos temas en cada fecha. Así ha sido la tónica en la presente gira ‘The Land of Hope and Dreams Tour’, la más política que haya hecho nunca, con notables excepciones como cuando en Liverpool tocó “Can’t Buy Me Love” de The Beatles con el mismísimo Sir Paul McCartney.

El segundo concierto del Boss en el estadio Reale Arena de San Sebastián entrará sin lugar a dudas en esta categoría de paradas especiales, no solo por la impresionante tormenta eléctrica que obligó a suspender el show media hora, sino porque tras el parón volvió con energías renovadas y nos legó seguramente el repertorio con mayores modificaciones del presente periplo, así como uno de sus conciertos más largos de la gira, si no me equivoco. Todo ello enmarcado en esta suerte de cruzada que lleva contra el perturbado inquilino de la Casa Blanca cuyo cerebro de mosquito solo le vale para atacar a alguien por su aspecto físico.

Con casi diez minutos sobre la hora prefijada y la amenaza de tormenta en el horizonte, Bruce Springsteen & The Street Band, con la baja de última hora del guitarrista Steve Van Zandt por apendicitis, escribieron de nuevo historia del rock arrancando con “Lonesome Day”, probablemente no sea el tema más adecuado para empezar un concierto épico, pero aquello lo corrigieron enseguida. El emblemático grito de “one, two, three, four” desató una cascada de emociones con “Prove It All Night”, que esta sí que poseía un comienzo de los que permanecen en la memoria, casi tanto como el de “Jackson Cage” de ‘The River’. Vaya regalazo, todo un estreno de esta gira que no podríamos agradecer más, pues se trataba de una de las favoritas de un servidor. Solo por esto nos mereció la pena acudir.

“Gabon, Donosti”, dijo Bruce, antes de soltar el tradicional discurso que realiza en esta gira en el que llama a la Administración Trump “corrupta, incompetente y traidora” y anima a rebelarse contra al autoritarismo. En ese marco se entiende por completo la inclusión de “Land of Hope and Dreams”, un gran tema de 1999, de sobra conocido por los fans de Springsteen, pero que no grabó de manera oficial hasta el álbum ‘Wrecking Ball’ de 2012. Y para que nadie se perdiera un detalle, ahí estaba la letra traducida en las pantallas en euskera y castellano.

No cabe duda de que muchas canciones en este tour van con segundas, caso de “Death to My Hometown”. Bruce ha dado un paso al frente y ha elegido en qué lado de la historia quiere estar, y ese no es el del señor de pelo ridículo que se permite atacar el físico de los demás, ni tampoco el del chalado de la motosierra que habla con un perro muerto. Eso le ha valido el desprecio absoluto de Trump, pero también la admiración de compañeros del gremio como Tom Morello, Neil Young y tantos otros que consideran al Boss la punta de lanza de la resistencia contra el fascismo en EE. UU.

Ante esa locura de deportaciones masivas, solo cabe lo que dice el título de “No Surrender” y desconfiar de los demagogos que proponen soluciones fáciles a problemas complejos. Precisamente, al “amado líder” de su país le dedicó “Rainmaker” y en esta línea se podría encuadrar del mismo modo “Atlantic City”, que sonó en formato eléctrico, no como la versión original del álbum ‘Nebraska’. Canela fina, en cualquiera de sus presentaciones. Y en “The Promised Land” Bruce se acercó a las primeras filas y recogió una pancarta que le hizo bastante gracia que decía: “Aranceles cero, felicidad”. Ojalá se aprobara en la tierra de las oportunidades tal propuesta en vez de tanto sinsentido.

No se quedó ahí el baño de masas y dejó que el público entonara las primeras estofas de “Hungry Heart” antes de chocar manos con los fans. “My Hometown” relajó ánimos y sorprendió que recuperara “Youngstown” entre luces rojas, de ese disco tan crepuscular ‘The Ghost of Tom Joad’, cuyo título hacía referencia al protagonista de la recordada novela ‘Las uvas de la ira’ de John Steinbeck.

Advertimos que quizás se escuchaba demasiado el bajo en “Murder Incorporated”, aunque la falta de Steve Van Zandt tampoco la notamos mucho, no se trataba ni de lejos de la única vez que habían tocado sin él. “Long Walk Home” fue presentada como “una oración” para la patria de Springsteen y fue durante “House of a Thousand Guitars” cuando una descomunal tormenta obligó al Boss a parar el concierto durante unos 35 minutos, con la amenaza de cancelación sobre nuestras cabezas.

Viendo el lado positivo del asunto, mencionar que aquello fue mano de santo, pues regresaron como si se hubieran metido un chute de energía descomunal. Ya de entrada, Bruce en solitario se atrevió con “Growin’ Up” de su debut, todo un acierto, pues siempre valoramos aquella etapa primeriza en la que era un músico de garito muy influenciado por Bob Dylan y Van Morrison. De manera sorprendente, pisó el acelerador con otra joya, “My Love Will Not Let You Down”, un himno que sorprende que desechara en su día de ‘Born in the U.S.A.”.

Que Bruce regresó con ganas de rock n’ roll clásico lo percibimos en “Darlington County”, donde el Boss se apoyó en un par de chicas de las primeras flas que no dormirían aquella noche de la emoción, o en “Working On The Highway”, con movimiento de caderas a lo Elvis incluido. “I’m on Fire” fue otra de las novedades de la gira antes de un momento conocido por todos en la fundamental “Because The Night”, con Nils Lofgren realizando sus míticas vuelta de peonza en el solo de guitarra. De los instantes más memorables de sus shows. Si encima ya incluyeran la introducción que la E Street Band hacía en los setenta, ya tocaría el cielo, pero no era cuestión quejarse. De mis canciones preferidas de toda la historia del rock.

“Wrecking Ball” entraba dentro de lo predecible para los que nos habíamos repasado los setlists de la gira, al igual que “The Rising” o “Badlands”. De hecho, era en este tramo final donde Bruce siempre iba a tiro fijo, aunque con balas de semejante categoría imposible errar el disparo. “Thunder Road” era del mismo modo de las más emocionantes del catálogo del Boss, por lo que este aprovechó para saludar a los fieles y hasta dio un beso a una chica, que seguro que tampoco pudo dormir esa noche. Era en estos gestos espontáneos donde se notaba la inmensa talla humana del de Nueva Jersey.

Encendieron las luces para “Born in the U.S.A.”, que se recibió con el júbilo habitual, y lo mismo podríamos decir de “Born to Run”. Y si “Bobby Jean” resultaba lo suficientemente emocionante de por sí, aquella noche cobraba un significado adicional, pues esta canción sobre la amistad juvenil Springsteen la escribió cuando Steve Van Zandt dejó la E Street Band. No sería descabellado imaginar que la cantaría desde el hospital o desde donde estuviera en ese momento.

La faceta más comercial del Boss quedó bien representada con “Glory Days” y “Dancing in the Dark” antes del preceptivo homenaje al añorado Big Man Clarence Clemons y a la E Street Band en su conjunto en “Tenth Avenue Freeze Out”, con inicio góspel de poner piel de gallina y Bruce arremangándose para terminar la faena. La festiva “Twist and Shout” nunca nos convenció demasiado, pero al público le suele encantar, por lo que no nos haremos mala sangre, aunque hubiéramos preferido otra. Y como broche “Chimes of Freedom” de Bob Dylan, que encajaba cual guante para su actual periplo político.

Diría que fue el mejor bolo de Springsteen que hemos visto desde 2023 por lo menos. Solo nos faltó que hubiese tocado la rareza “Loose Ends”, o que hubiera sacado otra vez a Paul McCartney, vaya. La máxima de “aranceles cero, felicidad” se aplicó durante casi tres horas y no se desplomaron los mercados ni sucedió ningún hecho catastrófico, ni siquiera la lluvia pudo entenderse como tal con una amplia perspectiva. A la próxima, que diluvie como si fuera el fin del mundo. No nos importa.

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    Extensa crónica hacia el gran concierto que ofrecieron BRUCE SPRINGSTEEN junto a la E STREET BAND a través de estos clásicos en el estadio de la Real Sociedad. La única pega fue la falta de uno de sus pilares como es su gran y veterano guitarrista Steve Van Zandt.

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