Crónicas
Blow Up Fest en Bilbao con The Dictators, The Godfathers o The Hangmen: Ritmos que hacen bien
«Definitivamente, en el Blow Up Fest siempre tenemos ritmos que hacen bien, en contraste con aquel humo que “te hace mal” del que hablaban Los Peyotes. Grupos que te ponen firme de un plumazo y que demuestran lo mucho que molaban los conciertos a la antigua usanza, esos donde se sudaba de lo lindo y apenas había móviles. Quizás aquello era el paraíso y no lo sabíamos.»
Del 22 al 23 de septiembre de 2023
Kafe Antzokia, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Muchas incertidumbres nos suele tener reservada la vida, por eso no está mal contar de vez en cuando con certezas que confirmen nuestro lugar en el universo. Señas de identidad en un mundo caótico en el que cada vez cuesta más prestar atención a algo. Si por algo podríamos definir la época contemporánea, es por su profunda dispersión y falta de interés en profundizar en nada. Estímulos en vena que mantengan los sentidos despiertos como si de una especie de carburante se tratara. Así hay que funcionar hoy en día con las pantallas de móvil absorbiendo hasta la última gota de personalidad.
Menos mal que todavía nos quedan reductos como el Blow Up Fest, festival rockero para aficionados de diverso pelaje que sigue sumando ediciones con notable éxito de convocatoria, lo que demuestra que sonidos como el punk, el power pop, el rock n’ roll y derivados siguen más vivos que nunca, por mucho que algunos los intenten matar para hacerse los modernos.
Si el año pasado disfrutamos de leyendas como Diamond Dogs o Eddie and the Hot Rods, en esta ocasión tener en un mismo cartel a ilustres veteranos como The Dictators, The Godfathers o The Hangmen no estaba al alcance de cualquiera. Un plantel estelar conformado con mimo y con pasión de aficionado de a pie, algo muy alejado de los que únicamente miran la caja plegándose a la nueva sensación de la ponzoña urbana. Dan igual los nombres, a menudo podrían ser hasta intercambiables, igual que las infinitas copias del agente Smith en ‘Matrix’.
Ante una afluencia considerable que tampoco llegaba al agobio, los argentinos Los Peyotes destaparon de golpe un tarro de esencias garajeras, psicodélicas y hasta punk que a buen seguro conquistó a la mayoría de los fieles. Los tipos eran muy macarras, como lo confirmaban de sobra títulos como “Soy la droga”, que emulaba una célebre frase de Dalí sobre las sustancias alucinógenas, o “La gente es una mierda”, todo un manifiesto antisocial por el que reconocíamos a los sudamericanos como unos de los nuestros. Molaba su rollo, sí.
Se pusieron revolucionarios con “Garaje o muerte” y no dudaron en homenajear a la banda maña Los Furtivos con “No puedo aguantar más”. Lo cierto es que nos lo pasamos genial con estos chalaos que incluso consiguieron que la concurrencia ladrara en un momento dado. Alaridos y pura actitud en el escenario.
Cambio de tercio total con los australianos Datura 4, capitaneados por Dom Mariani, que lideró en su día a los garajeros The Stems y posteriormente a los power poperos The Someloves. Sin embargo, los derroteros que adopta en este proyecto son mucho más clásicos, apelando a luminarias del calibre de Led Zeppelin, Deep Purple y algo de Black Sabbath, en especial en esas guitarras contundentes que lograron un reseñable muro de sonido durante su actuación.
Un hard rock con agallas que brilló en piezas como “Digging My Own Grave” o “Worried Man’s Boogie” y que provocó una verdadera proliferación de fans del air guitar entre el público, no era de extrañar, menudos solos que se marcaban. Confesaron que era su segunda visita a la península, pero seguro que volverán en un plazo no muy largo dado el entusiasmo que suscitó su propuesta de toda la vida, pero con el encanto de los potajes de la abuela. ¿Quién quiere innovar con unos mimbres semejantes?
Padrinos con clase
Hay grupos que basan su atractivo en una combinación entre presencia escénica y garantía de infalibilidad. Tal es el caso de los veteranos británicos The Godfathers, surgidos a mediados de los ochenta, pero contagiados por la actitud del punk y el ambiente a ras de suelo del pub rock. Se les recordará por el himno vital “Birth, School, Work, Death”, pero en cada concierto reivindican un legado que dista mucho de ser presa de un solo éxito.
“This Is War” se convirtió en el comienzo de hostilidades y no perdieron ritmo en cortes más accesibles como “If I Only Had Time” o la copiada a INXS de “Unreal World”. No escatimaron en material reciente del calibre de “OCD” o “I Despair”, aunque nos quedamos con las ganas de escuchar un temón mayúsculo de la altura de “You Gotta Wait”. El último disco no llevaba mucho en el mercado, por lo que es probable que no quisieran abusar con las piezas nuevas.
El vocalista Peter Coyne salió con su cara malhumorada habitual, una mera pose en escena, porque el hombre apareció en las tablas gritando “Gora Euskadi” y desde la primera fila un asistente comenzó a chillar “¡Con clase!”, tal vez demasiado emocionado con el traje impoluto de Coyne. Se acercaron al rockabilly con “Walking Talking Johnny Cash Blues” y rindieron homenaje a los Ramones en “I Can’t Sleep Tonight”, con coros surferos, una de las cimas de la velada.
La recta final resultó impepinable con trallazos de la envergadura de “Cause I Said So”, la hard rockera “I Want Everything” o el clásico ya mentado anteriormente “Birth, School, Work, Death”. El personal quedó extasiado ante semejante ráfaga, pero hubo la preceptiva petición de bises a pleno pulmón. Regresaron dando brea rockera con “I Want You”, “Wild & Free” y un “(You Gotta) Fight For Your Right (To Party!)” de Beastie Boys muy endurecido que terminó de desparramar los ánimos exaltados de la afición. Esto sí que era un final con fuste. Hubo hasta pogos por ahí.
Capos del rock n’ roll
El sábado no se podría empezar de mejor manera que con las aceleradas y los “one, two, three, four” de los ramonianos Bonzos, que interpretaron repertorio íntegro en inglés, en la línea de su última obra de estudio ‘Songs About Cars, Girls & Broken Hearts’, por lo que por ahí sonaron “Too Many Kisses” y pepinazos como la arrolladora “Bonzo Girl”, la versión de Cheap Trick “Surrender” o un “I Want You Back” a velocidad supersónica de saltar lágrimas.
Toda una lección de lo que debería ser un concierto de punk rock, sin onanismos gratuitos ni brasas estériles. Juancar Parlange, el aporreador incesante Riki y un bajista clavado a Dee Dee Ramone, junto con la inestimable ayuda técnica de Álvaro Segovia, obraron un milagro como el de Joey Ramone que decía la canción de U2. Grandes.
La primera vez que me topé con The Hangmen fue en el programa Little Steven’s Underground Garage, que suele poner una mayoría impresionante de canciones de lo que llamaría “mi rollo”, es decir, garaje, punk, hard rock, power pop, etc. Ya entonces fichamos su nombre y andábamos con ganas de verles en directo a estos veteranos del macarreo cuyos orígenes se remontan hasta mediados de los ochenta, ahí es nada. No sorprende que sean muy colegas de otros aguerridos de la carretera como los Supersuckers de Eddie Spaghetti, la banda de rock n’ roll más grande del mundo, según Lemmy.
Estos históricos se comportaron como auténticos capos del rock n’ roll y casi dejaron en evidencia a The Dictators, a los que pasaron por encima sin compasión a base de guitarrazos y pura actitud. “Last Time I Saw You” fliparía a cualquier fan de Backyard Babies, mientras que los que prefieran algo más apegado al rock americano tipo Tom Petty, ahí estaba “Broken Heartland”, que también tiene un aire a los Aerosmith del ‘Get A Grip’.
Recordaron a Johnny Cash en “Man In Black’s Hand” y a sus “hermanos” de Supersuckers en “Cactusville”, todo muy desértico, sí. Sudaron la camiseta de lo lindo, con guitarrazos que daba gusto oírlos, en “Downtown” o ese épico “Blood Red” a lo Social Distortion donde hasta la multitud cantó el estribillo. El frontman al terminar se quitó la gorra y se sacudió como si fuera un perro tras un baño. Normal, había exprimido hasta el alma.
Nos dejaron el culo torcido con “Homesick Blues”, el primer tema que escuché de ellos y que desde luego me metería en vena antes de salir a cualquier fiesta. Y se despidieron por todo lo alto apelando a Stiv Bators, mito fundamental del macarrismo yonki del rock n’ roll junto a Johnny Thunders y Dee Dee Ramone, la santa trinidad del vicio. Bordaron de principio a fin el “Russian Roulette” de Lords of the New Church, con una convicción brutal que dejaba para al arrastre a los que se atrevieran a subirse al escenario a continuación. Dioses. Que vuelvan cuanto antes.
Vale que tuviéramos en The Dictators a colosos como los miembros originales Ross the Boss o Andy Shernoff o al batería Albert Bouchard de Blue Oÿster Cult, eso ya predisponía de manera positiva. Que no esté al frente Manitoba se antoja más discutible, pese a que Keith Roth, con cierto parecido a John Corabi, no lo hiciera tampoco mal. Lo que no resultó es memorable, eso sí.
Y eso que iban a tiro hecho, como se suele decir, con un repertorio destinado a levantar el fervor popular desde el inicio con “New York, New York” y con piedras angulares como “The Minnesota Strip” o “Weekend”, entre otras. Muy torpe habría que ser para errar con un armamento de semejante categoría.
El vocalista y guitarrista se hizo el simpático alabando camisetas del respetable, como la de The Adverts de un servidor o alguna otra que vio por ahí y hasta intentó emular a Kiss echando humo a sus otros compis. No convenció demasiado su revisión del “What Goes On” de The Velvet Underground, pero luego remontaron con “Pussy And Money” o el inevitable “Who Will Save Rock And Roll?”, que Roth definió como “una de las mejores canciones de rock jamás compuestas”.
Mantuvieron el subidón con “Stay With Me”, lo que probaba una vez más la plena vigencia del repertorio inmortal de The Dictators, pero quisieron reivindicar la actual formación en los bises con el reciente single “Thank You And Have A Nice Day”. “Two Tub Men”, el primer tema que compuso Shernoff, como nos contó Roth, finiquitó una sesión de cumplir el expediente, aunque no de conservar a fuego en la retina. Cuestión de gustos.
Definitivamente, en el Blow Up Fest siempre tenemos ritmos que hacen bien, en contraste con aquel humo que “te hace mal” del que hablaban Los Peyotes. Grupos que te ponen firme de un plumazo y que demuestran lo mucho que molaban los conciertos a la antigua usanza, esos donde se sudaba de lo lindo y apenas había móviles. Quizás aquello era el paraíso y no lo sabíamos.
- Crónica de Bime Pro en Bilbao con Depresión Sonora, El Columpio Asesino o Los Bengala: Un referente frente a los desafíos del sector - 8 noviembre 2024
- Crítica de Higgs: Tiempos duros - 8 noviembre 2024
- Crítica de José Bosch Balaguer: Mejor estaríamos muertos - 6 noviembre 2024
2 comentarios
Gran resumen hacia las potentes descargas por parte estas 4 bandas que se dieron cita en el Antzokia bilbaino. En especial hay que destacar la actuación de unos históricos como fueron THE DICTATORS con el gran Ross The Boss a la guitarra, ya que antes de formar en otros históricos como MANOWAR fue guitarrista de THE DICTATORS.
De acuerdo en todo excepto en la reseña de los Bonzos. Fue una pena de bolo, solo se oia la batera, el bajo demasiado empastado y al cantante no se le oia. Lo salvó la legion de incondicionales/colegas que al conocerse todas las canciones no necesitaban oirlas. La mesa de sonido ( por la razón que fuera) no acertó. Eso si, la actitud del trio, genial. Hay muchas ganas de poder volver a verlos con un sonido que les haga justicia.