Crónicas
Biznaga + Campamento Rumano en Bilbao: Portavoces de la generación perdida
«Nunca hubo unos portavoces de la generación perdida más cualificados para narrar el descontento social. El no hay futuro está más vivo que nunca.»
9 diciembre 2022
Kafe Antzokia, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Siempre existirán los que dirán que se quejan de vicio, pero lo cierto es que los chavales jóvenes de hoy en día se han comido ya bastante mierda. Primero una crisis no provocada por ellos y luego una pandemia en la que se vulneraron los derechos más elementales e incluso se criminalizó a los que simplemente querían hacer ese tipo de cosas que les tocaba por edad. Y ahora una inflación galopante para terminar de segar la cabeza a los que se hayan atrevido a levantarla. ¿Independizarse de los padres? Una utopía más entre muchas.
Tal vez por este complicado contexto vital tengamos un auténtico movimiento musical con grupazos como Vulk, La Plata o Biznaga, entre muchos otros, que toman la actitud punk como base para adentrarse en otros terrenos. Recuerdo una entrevista con uno de los miembros de los grupos antes mencionados en la que me decía que más que un estilo concreto lo que le influía era una serie de bandas de su generación. No cabe duda de que uno escucha con mayor atención cuando siente que le hablan exclusivamente a él.
Estaba cantado que la dupla punk conformada por Campamento Rumano y Biznaga abarrotaría el bilbaíno Kafe Antzokia hasta el límite de lo soportable, aunque, a diferencia de otras ocasiones, el respetable fue intergeneracional total, con gente de todas las edades, desde veteranos que encontrarían el parecido de los cabezas de cartel con Parálisis Permanente o Eskorbuto a aquellos que sintonizan con las emociones y rebeldía intrínseca de Depresión Sonora o La Élite, por ejemplo.
El mensaje políticamente incorrecto se ha demonizado tanto que encontrarse con peña como Campamento Rumano, que enarbolan precisamente esa bandera antiofendiditos de Kaka de Luxe o Los Nikis se antoja hasta de otra dimensión. Creo que no hemos visto a ningún otro grupo tocar en lugares tan pintorescos como un kebab o con indumentaria tan estrafalaria utilizada expresamente para epatar. Provocación en estado puro.
En esta ocasión, vestían una especie de bolsas de basura que les acercaban a Aviador Dro, a los que también emularon al final de su brevísimo bolo con el lanzamiento de octavillas. Daba gloria escuchar cortes tan frenéticos como “Coca-Cola en Angola” o “Divorciado y sin custodia” en los que si pestañeabas o te ibas a por un trago ya te perdías bastante. No llegaron ni a los veinte minutos, pero durante ese rato le echaron más ganas que la mayoría de grupos aficionados a dar palmas y otras garruladas verbeneras. Grandiosos.
No sé si habría muchos espectadores que recordaran la primera vez en la que Biznaga estuvieron en Bilbao en el piso superior del Antzoki y pusieron aquello patas arriba con los preceptivos pogos y lanzamiento de líquidos. Tal y como nos confesaron, era ya su séptima ocasión en la capital vizcaína, por lo que quedaba claro que habían conseguido conectar con el personal de estas latitudes gracias a su bilis y rabia congénita que entronca con el espíritu subversivo del llamado rock radikal vasco.
Diría además que uno de sus grandes atractivos es su propio concepto de show, entendido como una hora a velocidad supersónica, sin palmas, chácharas estériles ni trucos de trileros con los que otros intentan tomarnos el pelo. Y ni hablemos de bises, algo que nunca hacen porque no creen en esos falsos finales.
El caldero que nos proponían esa noche entró en ebullición casi desde el mismo inicio con “2K20” y demostraron que temas como “Contra mi generación” o “Motores de búsqueda avanzada” poseen propiedades de inducción, pues con Milky a la batera iban como un tiro. Hubo también un guitarrista nuevo de 19 años de nombre Álvaro que dio bastante el callo y parecía que llevaba con ellos toda la vida.
El bajista Jorge, autor de las letras viscerales de la banda, explicaba brevemente algunos cortes, como ese “Espíritu del 92” que unieron a la actualidad para dar sentido a diversos comportamientos. Y no se olvidaron de la resaca, física y emocional, en “Domingo especialmente triste”, que deja por unos momentos la rabia para abrazar sonidos cercanos al indie o a The Cure, podría incluso ser su “Just Like Heaven”.
Nos la gozamos con “Héroes del No”, seguramente de lo mejor que se puede escuchar del punk de las últimas décadas por lo menos, y “Máquinas blandas”, otra para desgañitarse y montar gresca en cada rincón de la sala. Amagaron con hacer algo romántico, aunque en realidad fueron fieles al sentido original de este término con “La escuela nocturna”, himno impepinable a la noche y una de nuestras preferidas de su último disco ‘Bremen no existe”.
En los bolos de los madrileños ya casi nunca hay solo jóvenes, pues su mensaje es universal, por lo que no dudaron en dedicar “Líneas de sombras” “a los de 20,30 y 40”, alguno se dejó llevar tanto por el subidón que se lanzó al público. Recuperaron su faceta más cruda con “Mediocridad y confort”, que actualiza por completo el legado del punk en época de algoritmos y redes sociales. Toda una punta de lanza contra el borreguismo imperante.
Se acordaron también del foro y de la madre del bajista Jorge, que le enseñó a ser “antifa” en “Madrid nos pertenece”, pieza más que necesaria en un lugar donde todavía quedan racistas que se piensan que la capital del Estado es un lugar inhóspito plagado de peligrosos fascistas centralistas. Nada más lejos de la realidad en una ciudad aperturista como pocas donde lo que menos importa a la hora de conocer a alguien es su procedencia.
“Vamos a por vosotros, Bilbo”, dijo Jorge antes de “Una ciudad cualquiera”, que supondría el broche de oro a un recital anfetamínico como nos tienen acostumbrados. Eché de menos cosas como “Fiebre” o “Las brigadas enfadadas”, pero no sería sensato quejarse de una velada en la que no te da tiempo ni a aburrirte.
En un panorama en el que prevalecen los aires de estrellita, proporciona un inmenso placer encontrarse con gente sencilla que renuncia a los bises y solo entiende los conciertos si son a degüello, sin rollos de ningún tipo. Nunca hubo unos portavoces de su generación más cualificados para narrar el descontento social. El no hay futuro está más vivo que nunca.
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1 comentario
Cojonuda como extensa crónica hacia las potentes descargas tanto de BIZNAGA como de CAMPAMENTO RUMANO en el Anzokia bilbaino a base del mejor Punk Rock combativo.