Crónicas

BBK Bilbao Music Legends Fest con Blue Öyster Cult, Alan Parsons Live Project o The Dead Daisies: Calidad y comodidad

«Esa conjunción que han conseguido entre calidad y comodidad es sin duda un valor para preservar. A ver en cuántos sitios uno puede experimentar algo así»

Del 13 al 14 de junio de 2025

Bilbao Arena Miribilla, Bilbao

Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Iñigo Malvido.

Hay diversos factores que permiten a la gente decantarse por un modelo de festival u otro. Aparte del puro interés melómano, que sería lo más deseable en cualquier bonita utopía, también es necesario valorar aspectos como la comodidad, las aglomeraciones, que no inflen demasiado los precios, o incluso la postura política, como se ha visto recientemente en redes sociales. Pena que los seres superiores que se preocupan tanto por esto último no adopten esa posición hasta las últimas consecuencias y exijan certificados de autenticidad en todos los órdenes de la vida, quizás nos llevaríamos más de una sorpresa.

The Dead Daisies

Lejos de esa obligación actual de pronunciarse por decreto, todavía nos quedan remansos de paz como el BBK Bilbao Music Legends Fest, donde se acepta a todo el mundo, a pesar de que algunos digan que es un rollo para viejos, y la música se eleva por encima de cualquier otra consideración. Las multitudes son bastante asequibles, lo suficiente para generar el típico ambiente, pero a años luz de esos eventos multitudinarios donde parece que uno va más a sufrir que a disfrutar, sobre todo si se posee tanta aversión a las cotorras como un servidor. La peste de los móviles tal vez no se logre erradicar de un plumazo, aunque si predomina el espíritu de contención, ya podemos darnos con un canto en los dientes.

Tampoco resulta frecuente toparse con un festival en el que la mayoría de los recitales cuenten con un sonido más que aceptable, pese a que esto, como la mayoría de cosas en la vida, dependa de gustos. En este sentido, nos quedaríamos en esta edición con el apabullante artefacto sónico que montó el supergrupo The Dead Daisies, con un volumen que ni Manowar y una actitud que dejaba al resto de oficiantes casi para jugar a pala. Obviemos aquí a los cabezas de cartel Blue Öyster Cult, otra de las actuaciones que dejó huella, o Alan Parsons Project, al que nunca pillamos el punto, aunque eso no impide reconocer su perfección sonora.

El legado de The Runaways y unos infalibles locales

Iniciamos la primera jornada sin demasiadas apreturas con la blueswoman Samantha Fish, una auténtica crack de las seis cuerdas que se marcaba solos de quitar el hipo, cantaba con bastante solvencia y encima iba elegantemente encuerada. Ya de primeras nos conquistó recordando a una de las bandas más salvajes de todos los tiempos, esto es, los MC5 del hermano Wayne Kramer, con el himno “Kick Out The Jams”, y posteriormente volvió a tocar la patata con el clásico “I Put A Spell On You” de Screamin’ Jay Hawkins.

Samantha Fish

El resto de composiciones tampoco le iban a la zaga, como “Don’t Say It”, que podría haber aparecido tranquilamente en una película de Tarantino o del añorado David Lynch, o “Rusty Razor”, mucho más escorada hacia el hard rock tradicional. Se habrán hecho millones de lecturas de un género tan vetusto como el blues, pero pocas con la contundencia que aportaba esta estadounidense. Diosa total.

Qué gran acierto fue la incorporación del escenario Voodoo Child en el exterior para amenizar la espera y los cambios en el recinto principal, a la par que descubrirnos nuevos o reconocidos talentos de la tierra. Los primeros en batirse el cobre fueron Colajets, que se crearon allá por 2008 en un lugar indefinido entre Barakaldo y Santurtzi. Su propuesta no inventaba la rueda con un rock n’ roll enérgico con efluvios punkarras en la onda Porco Bravo, pero en ocasiones no hace falta cambiar el mundo, sino entregarse al disfrute que proponían temazos como “Nada que perder”, “Mentiras” o su muy aceptable revisión del “Psycho Killer” de Talking Heads. Entretuvieron de lo lindo.

Lita Ford

La última vez que vimos a Lita Ford sería por 2009 en un Metalway de Zaragoza que pasaría a la historia por el viento y por la cancelación de la esperada actuación de Heaven & Hell, que sería además la última vez que Ronnie James Dio pisaría suelo patrio, si no me equivoco, pues murió al año siguiente de cáncer de estómago. El deficiente sonido entonces impidió que la velada adquiriera la categoría de memorable, por lo que siendo gran fan de The Runaways, ahí se nos quedó la espina clavada.

Pudimos resarcirnos con gusto de aquello en la primera visita de la cantante y guitarrista a Bilbao, donde desplegó galones de veterana con un repertorio intachable cargado de éxitos como “Larger Than Life”, “Playin’ With Fire”, la versión de Alice Cooper “Only Women Bleed” o la balada que interpretó en su día junto a Ozzy “Close My Eyes Forever”, que sirvió a su guitarrista para reivindicarse como un excelente cantante.

Lita Ford

A pesar de la mano que le echaba en más de una ocasión su compi a las seis cuerdas y de que evidentemente dosificaba fuerzas con cosas como un solo de batería que no interesaba a nadie, la otrora componente de The Runaways demostró un estado vocal bastante digno en comparación con otros músicos de su generación que deberían abandonar los escenarios. Siempre fuimos más de Joan Jett, pero nadie debería dudar de la imprescindible contribución de Lita al legado de The Runaways, de los que por supuesto rescató “Cherry Bomb”. Ojalá vuelva pronto.

Los que nunca fallan en las distancias cortas son los bilbaínos Sonic Trash, con el vocalista y guitarrista David Hono manejando con solvencia la situación y una banda en estado de gracia capaz de llevar ese terreno en el que se mueven entre la psicodelia y el post punk a la máxima expresión. “Hey chica!” calentó de inmediato a las huestes por su poso hipnótico heredero de The Velvet Underground y el frontman no pudo evitar exclamar: “¡Hay más leyendas ahí abajo que dentro del festi!”.

Sonic Trash

En vista del entusiasmo que suelen desatar entre el personal, no sé si quedará algún ser humano por las inmediaciones que todavía no les conozca. En caso afirmativo, seguro que se llevaría un grato recuerdo para casa con temones de los que te tiemblan hasta las canillas onda Lagartija Nick como “Cabronazo”. Infalibles, una vez más.

Los del cencerro

El mundo de las redes ha posibilitado que debido a meras casualidades o detalles accesorios llegue la fama repentina a grupos que llevan décadas currándoselo. Lo hemos visto recientemente en el caso de Pentagram, pero antes de ello los míticos Blue Öyster Cult también sufrieron todo un furor por los cencerros debido a un sketch del programa ‘Saturday Night Live’ emitido en abril de 2000. La cosa llegó a tal punto que hasta tuvieron que prohibir que los fans llevaran dicho instrumento a los conciertos.

Blue Öyster Cult

Al margen de ese recordado episodio, los neoyorquinos visitaron la capital vizcaína allá por 2006, cuando la cita anual en Kobetamendi todavía se llamaba Bilbao Live Festival, y las sensaciones que dejaron entonces fueron bastante gratas, dignas de unos veteranos que llevan en el negocio desde 1967, que se dice pronto.

Y en esta nueva incursión de los norteamericanos en tierras vascas podría decirse que el que tuvo, retuvo, pues volvieron a legar otro concierto para el recuerdo, aunque esperemos que esta vez no tarden casi dos décadas en regresar. Era fecha exclusiva en la península, y dado que no se suelen prodigar demasiado por estos lares, solo verles constituía una oportunidad única que no se quisieron perder los asistentes a la primera jornada del BBK Bilbao Music Legends Fest.

Eric Bloom (Blue Öyster Cult)

Frente a leyendas que más les valdría retirarse para no emponzoñar su legado, he aquí unos tipos solventes como pocos sobre las tablas gracias a una formación que combinaba la savia nueva con la veteranía de dos históricos miembros como el cantante y guitarrista Eric Bloom y su compañero, también a las seis cuerdas y a las voces, Buck Dharma.

Hubo varios momentos de poner piel de gallina, como “Burnin’ for You”, que desató el griterío entre la afición, o un “Harvest Moon” de coros perfectos que revelaba un gran trabajo de compenetración detrás. Incluso sabían dosificar fuerzas de manera digna, sin que se les viera el plumero tanto como a Deep Purple el año pasado, y hasta el solo de guitarra que colaron resultó interesante.

Buck Dharma (Blue Öyster Cult)

No faltaron piezas fundamentales en su trayectoria como “Godzilla” o la inevitable “(Don’t Fear) The Reaper”, una de las grandes joyas de la historia del rock que conoció todavía mayor popularidad debido al episodio del cencerro relatado anteriormente. Cualquiera habría acabado ahí el concierto para quedar como señores, pero se conoce que no debieron calcular bien el tiempo de la actuación, pues regresaron con un “Cities On Flame With Rock N’ Roll” que sobraba por completo. Esa podría ser la única pega a un recital de altísimo nivel, pero a pesar del regusto psicodélico, nos dejaron tan buen sabor de boca que daba un poco igual. Otros que deberían regresar con premura.

Y de unas leyendas pasamos a las jóvenes promesas locales Head Holes, que cada vez siguen subiendo peldaños con mayor determinación. Recientemente habían hecho cambios de formación, pero por lo que escuchamos, justificados por completo, pues sonaban mucho más potentes que antaño. Para ellos, era un sueño estar subido en ese escenario con tanta gente receptiva a su propuesta a caballo entre el glam punk y el indie rock, por lo que se dejaron hasta el alma para epatar al personal. Temazos con agallas como “Lost Inside” o “Wasted” eran una enérgica carta de presentación. El que aún no les conozca, está perdiendo el tiempo.

Head Holes

Para rematar el día, teníamos a otros clásicos como los madrileños Sex Museum, todo un supergrupo que merecería la mayor repercusión posible por contar con musicazos como el inmenso batería Loza o el locuaz guitarrista Fernando Pardo. Teníamos miedo de que a este último le diera por hablar demasiado, pero estuvo muy contenido en ese sentido y se cascaron un pedazo bolo de rock incendiario y a la vez vanguardista, pues no muchos se atreverían con una suerte de medley entre “Fight For Your Right” de Beastie Boys y el “Smoke On The Water” de Deep Purple, una chaladura así solo se les ocurriría a los inefables hermanos Pardo. Cuidemos este tesoro patrio.

La hora de los espesitos

Con un ligero repunte de asistencia respecto a la jornada anterior, se esperaba un día duro, por lo menos para los aficionados al punk y otros géneros con agallas, pero había que dar un margen de confianza, pues a veces te topas con sorpresas. En otros casos, los peores presagios se cumplen y acabas aguantando una brasa monumental de las que hacen época.

Eric Bibb

Aquel sábado hubo un poco de las dos cosas. El afroamericano bluesman Eric Bibb no se lo curraba mal, pero quizás pudo hacerse largo a los que tampoco eran unos grandes entusiastas del estilo, como un servidor. “Nos vamos a dormir”, dijo una señora que teníamos al lado y que acabó bufando cuando le dijimos que Errobi, los siguientes en liza, tampoco serían para agitar cabelleras. El neoyorquino presentó un tema llamado “Dance Me To the End of Love” y nos hicimos ilusiones pensando que sería una versión del bardo canadiense Leonard Cohen, pero nuestro gozo en un pozo. Eso sí, tampoco estuvo mal el dueto que se marcó con su esposa. Seguramente habría molado más en un garito de madrugada.

Los jovenzuelos Ziraun no nos cautivaron en absoluto, pues sonaban como los miles de derivados de Zea Mays que tenemos en el panorama local. La lluvia que caía en el exterior no les benefició en absoluto y hubo momentos en que no había nadie viéndoles de cerca, lo cual no dejaba de ser un tanto cruel. Preferimos imaginar que todavía necesitan más rodamiento en directo.

Errobi

Los vascofranceses Errobi son toda una institución del rock progresivo vasco junto a Itoiz, pues se formaron allá por 1973, cuando incluso en el resto del Estado apenas había ejemplos en ese rollo. En teoría, se reunieron el año pasado para una gira 50º aniversario, pero gracias a que aquello se prolongó pudimos disfrutarlos en el Music Legends. Y qué gozada de formación con los veteranos Anje Duhalde y Mixel Ducau como cabezas visibles de una formación también rejuvenecida como la de Blue Öyster Cult.

“Gure lekukotasuna” lo mismo apelaba al rock sinfónico de Pink Floyd que a la canción protesta en ese estribillo que abogaba por la libertad de Euskadi. Sus letras eran muy nacionalistas, sobra decirlo, aunque podría entenderse por el contexto represivo de la época, al igual que los andaluces Triana también dejaban caer de vez en cuando alguna reivindicación. Una maravilla a medio camino entre el rock setentero y la música de autor combativa que se levantaba contra las injusticias. Para tomar apuntes.

The Cherry Boppers meet Patricia Reckless

Si el día anterior Sonic Trash demostró lo mucho que podía levantar un bolo contar con una masa de acérrimos en las primeras filas, The Cherry Boppers meet Patricia Reckless desencadenaron un jolgorio similar con su soul de quilates y efluvios jazz o funk que animó a muchos a danzar bajo la lluvia. Otra formación infalible en las distancias cortas, ya con más de dos décadas a las espaldas, a la que han unido una soberbia vocalista como Patricia Reckless, que no hace sino engrandecer su propuesta. Calidad a borbotones.

Vaya por delante que el cabeza de cartel de la jornada Alan Parsons Live Project sonó impecable y no fueron pocos los que alabaron esa cualidad incontestable de su show, con escenario dividido en varios niveles y cierto ambiente de película futurista a lo ‘Blade Runner’, pero a un servidor le costó conectar con su material, salvo esa especie de AOR llamado “Standing on Higher Ground”, o la épica “Psychobabble”, con un gran despliegue de coros y demás.

Alan Parsons Live Project

Mencionó algunas fuentes de inspiración tan particulares como el arquitecto Antonio Gaudí y su obra La Sagrada Familia, lo cual dotó a su show de un carácter todavía más único, pero no logramos conectar en absoluto con ese vetusto señor sentado al fondo del escenario como un poeta en su torre de marfil.

El mayor intento de cercanía se logró con la comercial “Eye In The Sky”, que puso a gran parte del público de pie en las gradas que casi temblaron, y en esta senda “Games People Play” reincidió en ese rollo mainstream que no escandalizaba a nadie. En pleno frenesí populista, el teclista hasta coló un fragmento del mítico “Txoria Txori” popularizado por Mikel Laboa, un recurso para lograr el aplauso fácil que muchos aplaudieron.

El mejor sonido

Menos mal que el rollo cambió de un plumazo con Los Retros, toda una grata sorpresa encabezada por el versátil y magnífico músico getxotarra Daniel Merino junto con otros componentes igual de solventes, en especial el guitarrista a su vera. Rock n’ roll a la vieja usanza con sabor tanto americano como a productos locales del calibre de Platero y Tú que alcanzó su cénit en piezas como “Miedo en el aire”. ¡No se los pierdan si tocan por las inmediaciones!

The Dead Daisies

Y cerramos el festival con The Dead Daisies, que tuvieron el mejor sonido de los dos días, una bola sónica para asustar viejos y amantes de la tranquilidad sin estridencias. Ya de entrada, que salieran al escenario mientras atronaba por altavoces “Rock and Roll” de Led Zeppelin nos enamoró y la rotunda apertura con “Long Way To Go” nos terminó de conquistar. Esto sí que era un grupo de verdad, con esa actitud macarra que se está perdiendo entre tanto catequista encubierto y adalid de esa corrección política que está cercenando la libertad de expresión.

Doug Aldrich, recién recuperado de un cáncer de garganta, brilló como solo un grande de las seis cuerdas podría hacerlo, dejándose hasta el alma y legando posturas de un tipo que vive por completo los shows. Y lo de John Corabi a la voz fue también tremendo, por momentos parecía que estábamos ante un coloso a la altura de Steven Tyler de Aerosmith, clavando cada tono y con la chulería que hay que tener siempre al subirse a las tablas. Y pensar que a Mötley Crüe se les escapó un cantante de este calibre. Si tuvieran dos dedos de frente, deberían estar todavía lamentándose por ello.

The Dead Daisies

Aparte de temazos que despeinaban como la homónima “Light ‘Em Up” o “I’m Gonna Ride”, dedicada a los entusiastas de las motos, también se cascaron una soberbia revisión del “Fortunate Son” de Creedence Clearwater Revival o del “Helter Skelter” de The Beatles, aunque a la manera de Aerosmith. Se nos hizo cortísimo, y encima había bastante peña agitando la cabellera como mandaban los cánones del hard rock. Enormes.

Pues hasta aquí llegó una edición que no fue de las más multitudinarias, pues se alcanzó en ambas jornadas una cifra en torno a los 2.000 asistentes, pero tampoco estuvo mal eso de poder moverse sin agobios y no aguantar colas para casi nada. Esa conjunción que han conseguido entre calidad y comodidad es sin duda un valor para preservar. A ver en cuántos sitios uno puede experimentar algo así.

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

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