Crónicas

Bob Dylan: Viejo huraño

«Un show de Dylan es, en definitiva, lentejas: las tomas o las dejas; aun con todo, yo agradecido de haber podido disfrutar en directo de este genio loco»

27 marzo 2018

Auditorio Nacional de Música, Madrid

Texto y fotos: Juan Destroyer

Once upon a time un artista del que cuentan que tocaba la guitarra y la armónica al aire libre, para los beatniks primero y para los desarrapados hippies después. Indiscutible icono cultural del siglo XX, su carácter siempre fue un tanto singular, lo cual no mancilló su figura como mito de la música moderna e influencia capital para varias generaciones de letristas. Por desagracia para el resto de viles mortales, tanta devoción no ablandó el corazón del artista, sino más bien al contrario: con el paso de los años se fue tornando cada vez más gris hasta llegar a la senectud siendo un viejo huraño que no concede ni un solo agradecimiento a la burguesía acomodada, y enchaquetada como él, que ha venido a verle a tan regio recinto. Así puestos, el que prescinda en el repertorio de la mayoría de sus canciones más famosas, el que transforme aquellas que sí interpreta hasta el punto de ser solo reconocibles por la letra, o el que se vigile obsesivamente a los asistentes para que no hagan fotos, quedan como anécdotas secundarias.

Este es el escenario que, pocos minutos después, recibiría a Bob Dylan

Lo que vi ayer -y lo que sus seguidores llevan viendo desde hace mucho tiempo, quieran admitirlo o no- fue un buen concierto de blues, rock, country y demás palos saludables de la música contemporánea, pero un mal concierto de Bob Dylan. Y no me refiero a la interpretación del maestro, a sus 76 años, le perdono sin problema el que se le vaya alguna tecla al piano o el que su voz se quiebre en momentos puntuales; lo que nunca comprendí -puesto que le debe todo, hasta la licencia de pasearse por el mundo con esa bordería- es el sistemático empeño de Robert Allen Zimmerman en asesinar a Bob Dylan y a su cancionero.

Dicho todo esto, repito que, como melómano objetivo, disfruté del concierto desde que arrancó con “Things Have Changed”. Los músicos trabajan contenidamente en pos de un todo compacto y armonioso, destacando desde el primer momento la labor del multiinstrumentista Donnie Herron, primordialmente con las dos guitarras steel, pero también, a lo largo del concierto, con el violín y la mandolina eléctrica.

Dylan comienza el concierto tocando de pie el piano, pero se sienta en la banqueta para “It Ain’t Me Babe”; sobre el papel, un recuerdo a sus inicios folk, en la práctica, una reconversión liderada por el magno instrumento y con la línea de voz cambiada, lo que imposibilita que el público pueda ser partícipe de ella. Esa fue la tónica en casi todas la canciones, pero como ya sabía a lo que me atenía desde antes de poner un pie en la sala sinfónica, preferí dejarme contagiar por el empuje que le imprimen a su revisión de “Highway 61 Revisited”. George Receli apenas aplica ritmos bombo-caja que hagan despegar las canciones del todo, encarando sus baterías desde una perspectiva más jazzística, pero en el concierto hay más rock y más blues rock del que a priori imaginé.

Nos pareció interesante darle visibilidad al folleto que los trabajadores del INAEM (Instituto Nacional de Artes Escénicas y Música) repartían a las puertas del auditorio, denunciando los planes de privatización del recinto por parte del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Otra constante es que los músicos dibujen melodías o reajusten la afinación al final de cada tema, llenando el clamoroso silencio que, de otra forma, provocaría el hecho de que Dylan no se dirija a nosotros en ningún momento; sí dedicaba alguna mirada a la platea de vez en cuando, aunque dudo que distinguiera bien las caras de sus seguidores debido a las limitaciones de la luminosidad durante la mayor parte del recital.

Tras “Simple Twist of Fate” Donnie saca por primera vez el violín y, sin que pierda ritmo, “Summer Days” muta hacia el country. Por su parte, el bajista Tony Garnier, fiel escudero desde 1989, domina también el contrabajo, como demuestra en “Melancholy Mood”, la versión de Sinatra de la que Dylan sale airoso aun enfrentando dos mundos aparentemente opuestos: su interpretación a lo crooner y la voz de cazalla que le caracteriza. La canta de pie, desde un micrófono situado en el lateral izquierdo del escenario, y diría que, más que agarrar el pie de micro, se apoya en él. Nada que objetar, con 46 años se lanzó a la carretera en lo que acabaría llamándose el “Never Ending Tour” y ahí sigue en la brecha, con pequeños intervalos de descanso entre una gira y otra; ya quisieran muchos abuelos gozar de esa salud.

Siempre desde un prisma blusero, “Honest With Me” les acerca al hard rock arrancando aplausos entusiastas del respetable, mientras que la base rítmica hizo de “Tryin’ To Get To Heaven” una canción más intensa que la original, grata sorpresa.

“Once Upon a Time”, parsimoniosa versión de un ya por sí parsimonioso Tony Bennett, fue lo único en sonar de ‘Triplicate’ (2017); y es que insisto en que el concierto, en su contexto, tuvo más marcha de la que cabría esperarse de un espectáculo en auditorio con un precedente como ese último disco. Hacen de “Pay in Blood” un tema prominentemente guitarrero, y también tiene fuerza su “Tangled up in Blue”, pero nuevamente, para nuestra desdicha: distinta canción, misma letra.

A partir de aquí, prohibidos los teléfonos móviles

A “Soon After Midnight”, balada al estilo 50s, le sucedió el blues purista de “Early Roman Kings”, uno de los temas que más aplausos arrancó. Otro de ellos fue “Desolation Row”, con Herron a la mandolina y tímido arranque de palmas por parte del público. En ese momento, el acople en el micro de Bob no hacía presagiar lo que iba a ocurrir poco después.

La bota derecha del Nobel de Literatura se deja llevar por el ritmo del felizón jazz “Spirit on the Water”, se nota que lo disfruta, como nos hacen disfrutar a nosotros con el rocanrolero “Thunder on the Mountain”, que nos pone a bailar en nuestros asientos. Coitus interruptus, en el apogeo del tema el micrófono deja de sonar. Al principio los músicos no se dan cuenta, es Tony el que se acerca a decírselo a Dylan y el que se disculpa con la mano unos segundos antes de que todos abandonen precipitadamente el escenario. La noche anterior había ocurrido algo parecido (doble bochorno pues y más en un recinto de esta pompa), pero si entonces los técnicos localizaron rápidamente el problema, calculo que el martes el parón bien pudo durar diez minutos (no se nos permitía sacar el teléfono móvil, ¿recuerdan?). Lo normal en estos casos: solventado el desastre, los músicos regresan, el líder se disculpa y prosiguen con el repertorio. Lo que en verdad ocurrió: no hubo disculpa alguna con el vulgo y, para colmo de males, suprimieron del setlist las dos canciones que se habrían interpretado en ese lapsus. Entre eso y que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, no me extraña que “Blowin’ in the Wind”, que en principio tendría que haber sido el punto álgido del concierto, fuera recibido con cierta frialdad.

Por suerte, “Ballad of a Thin Man”, aun con un aire más bluesy, sí conserva su dramatismo original, y además Charlie Sexton se sale con unos punteos tan sutiles como certeros. Pero ahí acabó el concierto, con Dylan despidiéndose junto a unos músicos a los que no presentó en ningún momento; sonriente, sí, pero ni un mísero thank you para los asistentes por haberse gastado ese pastizal, rompiendo una vez más el código no escrito de conducta sobre un escenario.

Un show de Dylan es, en definitiva, lentejas: las tomas o las dejas; aun con todo, yo agradecido de haber podido disfrutar en directo de este genio loco.

Juan Destroyer
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Esta entrada fue escrita por Juan Destroyer

2 comentarios

  • Oscar Marrero Rivero dice:

    Yo creo que ya sabes a estas alturas que Dylan lleva décadas cambiando la sintonía y armonía de sus temas. Si escuchas Before the flood, directo de los 70, por ejemplo, lo puedes comprobar. Y eso es lo que lo hace más grande, el ofrecernos, los que lo llevamos escuchando durante décadas, la posibilidad de oír un mismo tema de distintas maneras. Lo de no saludar, no dar las gracias o pedir perdón, también lo sabemos se sobra. Que tiene que ver eso con su obra o su legado? Lo hace peor persona o peor cantante? Lo de su voz... Ha cambiado con el paso de los los años, pero sigue siendo genuina y encaja perfectamente con lo que hace la banda. Lo que hace la banda es sencillamente colosal, un compás perfecto y sincronizado, con una limpieza y estética maravillosas. Un saludo.

  • Juan dice:

    Vaya piedra de concierto seamos realistas por muy bob dylan que sea..

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