Crónicas

Berri Txarrak: Pasión, actitud y nostalgia

«“El tiempo es el único polígrafo”, recalcó Gorka Urbizu, que volvió a repetir la frase en la que más identifica toda su vida como músico: “la pasión es lo mínimo exigible”.»

9 noviembre 2019

Wizink Center, Madrid

Texto: Jason Cenador. Fotos: Hughes Vanhoucke

Dicen que una retirada a tiempo es una victoria. También que es mejor dejar el pabellón en lo más alto y soltar la tabla cuando se surfea sobre la cresta de la ola, pero todos estos razonamientos se disuelven en un mar de nostalgia y lástima cuando uno ve cómo el grupo euskaldún más exitoso de todos los tiempos está a punto de cerrar la persiana en un momento tan dulce que le conduce a meter varios miles de personas en todo un Wizink Center, un hito más en una trayectoria de 25 años bajo el paraguas del mérito y la pasión.

Tras el correcto concierto de apertura por parte de los alternativos madrileños Pasajero, el antepenúltimo show de la gira ‘Ikusi Arte’ del combo fundado en Lekunberri fue otra oda a la actitud, otra demostración sobrenatural de cómo tres músicos pueden sonar con la fuerza de treinta, sobre los cimientos construidos por la tremenda pegada de la batería de Galder Izagirre y al son de la batuta de ese hacedor de canciones que supo desarrollar un don innato sin estancarse ni un segundo. Quizá por eso Gorka Urbizu necesita un respiro, oxigenarse, mirar el éxito con la perspectiva que solo el tiempo y la añoranza de las noches de gloria pueden brindar.
Muchos y muchas se dejaron la garganta desde que, con suma puntualidad, Berri Txarrak prendió la mecha con “Gelaneuria”, esa formidable canción que cerraba un disco memorable cuyo título, ‘Jaio.Musika.Hil’, es la máxima definición de su filosofía: “nacer, música, morir”. Algunos lo hacían con la fonética como guía, puesto que tan lírico y hermoso idioma no se aprende precisamente en dos tardes, pero muchos otros con conocimiento lingüístico: el lugar estaba a rebosar de vascos y vascas, muchos de los cuales acudieron a Madrid tras serles imposible adquirir entradas para los shows de la banda en su tierra, donde se agotan las entradas al mismo ritmo casi que las de los Rolling Stones.

El trío estuvo sembrado durante las cerca de tres horas de show, en el que cayeron tres decenas de canciones en un repertorio seleccionado con un exquisito gusto, en el que apenas se quedó en el tintero ninguna de las canciones más celebradas de su discografía. De hecho, salvo el primer trabajo, del que no cayó ni un solo tema pese a la pancarta que pedía “Tortura Nonahi”, todos los discos gozaron de una generosa representación, con lo que los seguidores de la vieja escuela de la banda quedaros saciados y de qué manera.

De su segundo trabajo, “Ikasten”, destacó la homónima, sembrando la locura casi al final de la actuación con ese riff sencillo, tormentoso y afectivo a más no poder, ante el cual nos hicieron agacharnos para después romper a saltar. También cayeron “Betiko Leloaren, Betiko Leloa”, y, cómo no, una coreadísima “Ikusi Arte”. Del siguiente, ‘Eskuak/Ukabilak’, desbordaron cortes como “Biziraun”, con una letra sensacional en buena parte rapeada; “Ez dut nahi”, “Stereo”, ante la que Gorka recordó que ya por aquel entonces, a comienzo de siglo, ya apelaban a los políticos, o la demoledora y adrenalínica “Zirkua”, en la que pidieron con éxito que se hiciera un gran wall of death hasta el punto que pudieran divisar a su técnico a través del pasillo entre la gente. Tenían que sacarse una espinita, confesaron, pues al parecen, en el anterior concierto no consiguieron movilizar demasiado a la gente para ese cometido. Del tercer disco es también la portentosa e hímnica “Oihu”, el tema con el que finiquitaron el show ya en el segundo bis ante una inevitable locura colectiva.

Siguiendo con su discografía, el corrosivo álbum ‘Libre ©’ no se quedó atrás en representación, pues la tempranera y profunda “Izena, Izana, Ezina”, la poderosa “Libre ©” o la imprescindible “Denak ez du balio”, en la que las voces en inglés del cantante de Rise Against, Tim McIlrath, las puso el bajista, David González, siempre hiperactivo, gesticulante y cercano con la audiencia.
Como no podía ser de otro modo, uno de los plásticos con más peso en el setlist fue el mentado ‘Jaio. Musika. Hil’, del que nos hicieron vibrar la mencionada “Gelaneuria”, la emocionante sucesión de “Zertarako Amestu” y “Berba eta Irudia”, la magnífica “Jaio. Musika. Hil”, la contagiosa “Iparragaldu: Hegora goan”, la preciosa “Bueltatzen” o la acompasada y pegadiza “Oreka”, en cuyo interludio ejecutaron “Toro”, versión de El Columpio Asesino que todo el mundo cantó a viva voz tras la que se quedaron prácticamente un minuto congelados antes de retomar el tema inicial.
Se echaron en falta más cortes de “Payola”, del que apenas escuchamos el medio tiempo “Jainko ateoa”, traducida como el propio Gorka como “el Dios ateo”, y una sobrecogedora “Maravillas” interpretada en acústico por Gorka solo en el escenario ante un mar de linternas encendidas en lo que fue uno de los momentos más increíbles de la velada. Tampoco ‘Haria’ tuvo muchos embajadores en el setlist, apenas la conmovedora “Iraila” y la efectiva “FAQ”.

Sin embargo, sus dos últimos trabajos, lejos de monopolizar el repertorio, sí tuvieron una generosa representación. De ‘Denbora polígrafo bakarra’ fueron muchas las canciones que sonaron, poniendo el toque más indie y dando un respiro a los más apegados a épocas pretéritas del grupo, si bien “Zer den zuretzat” destacó sobre las demás y se alzó como una de las más celebradas. Del último cedé, ‘Infrasoinuak’, fue “Katedral Bat” la que, casi al final del show, elevó hasta el espíritu del más aletargado, ratificando la enorme vigencia de Berri Txarrak, cuyo torrente creativo jamás ha dejado de fluir. También “Spoiler” tuvo su gancho.

“No basta con cambiar de sitio al dictador, hay que exhumarlos de las instituciones de poder del Estado, empezando por las urnas”, clamó en un momento un Gorka Urbizu particularmente dicharachero, que además de reivindicaciones como la citada y las que portan muchas de sus letras, tuvo también muchas palabras de afecto y dedicación hacia la audiencia. Una audiencia que también coreó a viva voz “Sols el poble salva al pobre”, versión de los catalanes Kop.

“El tiempo es el único polígrafo”, recalcó Urbizu, que volvió a repetir la frase en la que más identifica toda su vida como músico: “la pasión es lo mínimo exigible”. También recordó, sala por sala, todos los recintos en los que han actuado en Madrid desde sus comienzos, incluyendo aquella Ritmo & Compás en la que tuvieron que tocar bajo otro nombre para esquivar una censura que, como el vocalista y guitarrista recalcaba, sigue golpeando. Comentó también que hace poco leyó un libro del que extrajo el mensaje de que nada se sustenta sin trabajo, en un discurso que sonó a despedida y en el que, nostálgico, señaló que formar un grupo siempre tiene algo de meter un mensaje en una botella. Desde luego, esta botella llegó a muchísima más gente de lo que a priori hubieran imaginado. Y no solo en la vieja Iberia, sino a todo el mundo, puesto que Berri Txarrak ha actuado en lugares tan dispares como Nueva Zelanda, Japón, Corea o innumerables lugares de los continentes europeo y americano.

Tras los dos últimos conciertos de la gira en Iruña, para los que se agotaron las entradas meses atrás en un abrir y cerrar de ojos, Berri Txarrak cesará su actividad por un tiempo indefinido, aunque todos tenemos la esperanza de que el gusanillo vuelva a morder pronto al genio de Lekunberri y sus secuaces, que a buen seguro añorarán el más puro ejercicio de su pasión. Recargarán las pilas y, cuando esa pasión vuelva a estar a tope, volverán. Porque es el mínimo exigible, porque siempre lo ha sido para Berri Txarrak.

Jason Cenador
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Esta entrada fue escrita por Jason Cenador

1 comentario

  • Juandie dice:

    Otro gran concierto como nos tienen acostumbrados los navarros BERRI TXARRAK en uno de los mejores recintos de la cojonuda Madrid. Se les echará mucho de menos.

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