Nebala

Lustuz Laþu Wōþuz Alu

By Norse Music

Por: Alfredo Villaescusa

8

Hay propuestas que no son para todos los públicos. Deberíamos asumirlo sin aspavientos y sin el menor tufo elitista, una intención que se torna casi imposible en una época en la que siempre alguno intenta apuntarse el tanto para quedar como el más moderno del lugar, a pesar de que su pensamiento en realidad sea reaccionario de la cabeza a los pies. Dejemos por unos momentos el plató perpetuo en el que se han convertido las redes sociales y abracemos el encanto por lo primitivo y las pulsiones básicas que no engañan a nadie.

Tal actitud de vuelta a los orígenes parece promover este proyecto capitaneado por Jonas Lorentzen, compositor y actor involucrado en el pasado tanto en el grupo de neofolk Heilung como en la épica película ‘The Northman’ del director Robert Eggers (The Witch). Un compromiso que en el último caso no se limitó a la interpretación, puesto que Jonas también participó en la composición de la banda sonora del filme.

Por tanto, si de entrada no te llaman los grupos con marcado apego a las esencias, tipo Wardruna o los ya mentados Heilung, te resultará complicado hincar el diente a este material profundamente experimental con el concepto del origen de la vida como punto central. El mismo nombre del grupo significa “vacío” en idioma protogermánico, mientras que el título del disco alude a tres estados de la sexualidad, fertilidad y el amor.

De esta manera, los intrépidos se toparán en primer lugar con “Alagabia”, una suerte de cántico hipnótico, con voces etéreas que se van difuminando en un horizonte muy lejano y una percusión que adopta uno de los papeles protagonistas con cadencias propias de un ritual. “In Rauranī” mira más hacia el frente oriental, no en vano la idea de este trabajo se fraguó durante un retiro espiritual en Dharamshala, hogar de los refugiados tibetanos en India. Otra pieza para invocar deidades pretéritas.

“Safijan” vuelve a ceder el primer plano a la percusión y una voz que quizás en este tema suena más nítida que nunca. Los más de ocho minutos que dura dan para mucho, desde la delicada aportación de una lira hasta coros fantasmagóricos o tonos orientales que nos recuerdan a nuestro cante jondo, algo que no deja de ser una paradoja, puesto que el origen de dicho estilo vocal estaría en las melodías árabes que llegaron al sur de la península a través de los gitanos.

“Skīnanārijaz” se torna una especie de in crescendo, con casi murmullos que contribuyen a crear esa sensación de ritual pagano para entonar en torno a una hoguera. “Laþu” recupera los cánticos de monjes y la percusión podría decirse que incluso aporta un toque bailable, en especial en esos intervalos de exaltación sonora en los que no hace falta saber el idioma para reconocerlos.

“Ant Mér Sjalfri Þér” dispone de un comienzo inquietante con el uso de trompetas, pero se transforma en una ambiciosa composición en la que reluce la vertiente más experimental de este redondo. Y “Mannz Gamana” podría considerarse un paso todavía más arriesgado en la misma senda, con sonidos repetidos en una suerte de bucle antes de que una voz femenina aporte el toque bucólico o místico a la canción.

“Surgō Sebō” sigue el camino alejado de las convenciones musicales habituales, no sería descabellado pensar que cada corte posee una personalidad única en la que a veces ni las palabras se acercan para describirla. Y finaliza el álbum con “Blotha Huñaga Bolañan Alu”, que destaca por un elevado poso espiritual subrayado por los cantos a capela del inicio antes de que otros instrumentos tradicionales aporten una mayor solidez y certifiquen el carácter transcendental de la propuesta.

En definitiva, se necesita una amplitud de miras tremenda para pillarle el punto a los diversos cortes que conforman este arriesgado debut, pero lo recomendaría sin duda tanto a los apasionados por los vikingos y las puras esencias como a los oídos sin complejos que disfrutan del post punk experimental o de idas de ollas para las que el concepto de folk se queda muy pequeño. Atrévete a cruzar este umbral hacia el mundo antiguo.

Alfredo Villaescusa
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