Impostores

Fase REM

Autoeditado (2024)

Por: Alfredo Villaescusa

9

La abundancia de bandas de diferentes estilos hace que sea casi imposible estar al tanto de todo lo que se mueve en una escena tan prolífica como la del rock patrio, por eso mismo no cabe otra que realizar una especie de criba y quedarse solo con lo que realmente merezca la pena. ¿Y cómo realizamos esa especie de selección natural? Pues descartando copias y fijándonos solo en aquello que de verdad rezume personalidad y cierta visión de futuro, los que se han abierto senda a base de machetazos.

Tal podría ser el caso de esta formación que tan gratas sensaciones nos dejó con el álbum ‘Ley Seca’ y que en esta ocasión amplía el abanico hacia nuevos sonidos, sin perder sus señas de identidad, con el rock americano como denominador común. Y sin olvidarse tampoco de ese violín que utilizan con mesura, para sazonar en los momentos adecuados, sin sobrecargar atmósferas. Este trabajo es además el segundo con la actual formación en la que Rafael Aguado sustituía a José Miguel “Txofas” a la batería.

Lo cierto es que el rollo con vistas al otro lado del Atlántico en el que se mueven tampoco se ha cultivado demasiado en nuestro país, con grandes referentes como La Frontera y nombres míticos de los ochenta que tiraban más hacia el AOR, caso de La Trampa o El Norte. Si decidimos mirar en dirección al power pop, el nombre de La Granja no debería tardar en salir.

Desde la inicial “Los chicos no están bien” entendemos que nos encontramos ante un disco de auténticos temazos, toda una apertura de lujo con un himno enérgico que apela a la salud mental y que encajaría a la perfección para abrir conciertos. “Alfombra roja” recoge la única colaboración del redondo con sus compañeros de A Tiro y el resultado es espectacular con una pieza netamente rockera, con estribillo memorable y cierto aire a La Fuga con Pedro Razkin.

“Verás” sigue del mismo modo la línea comentada anteriormente y demuestra que su enorme poderío compositivo no disminuye en absoluto aunque suelten el pie del acelerador. Y “Sígueme” es otra maravilla que en un mundo justo debería desatar las gargantas hasta la estratosfera, con una letra de ecos urbanos que te agarra por las solapas y marcados riffs de los que tampoco dejan escapar.

“Empezar de cero” cambia de tercio con una leve aproximación al indie rock, diría que en este corte en particular no se encuentran demasiado alejados de Arde Bogotá. En “Por una canción” se vuelven a poner melosos, pero sin perder la dignidad y legando otro temón de órdago que lo mismo recuerda a Antonio Vega en “Elixir de juventud” que al Bryan Adams del ‘Reckless’. Qué joya.

“Reinas” se inicia con un riff muy aguerrido que saciará las ansias de caña de los ortodoxos y el estribillo te debería hacer mover la cabellera con ganas, quizás aquí suelten su lado más macarra angelino. Y en “El diablo conmigo” es casi inevitable acordarse del legendario “Wanted Dead or Alive” de Bon Jovi por su tono western, un corte ideal para tirar millas subido a una moto con melena al viento y gafas de sol. Yeah.

La llamada última bala del disco, “Nuestra historia”, conserva la esencia country crepuscular de la pieza anterior antes de que llegue un estribillo que opera del mismo modo que una cerilla o linterna en un tenebroso túnel. Para colocarse el sombrero con chulería y huir a caballo sin mirar atrás.

Mucho talento compositivo hay encerrado en nueve canciones que se pasan a velocidad fulgurante sin apenas darse uno cuenta. Con esta obra pegan un salto de gigante en su trayectoria sin perder ni un gramo de identidad por el camino. Lo único malo es que han colocado el listón demasiado alto, les va a costar mantenerse a la altura, pero todo es posible. Soñemos mientras tanto.

Alfredo Villaescusa
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