Ghost

Impera

Loma Vista (2022)

Por: Jason Cenador

10

Si hace décadas decían que la televisión iba a acabar con las estrellas de la radio, de un tiempo a esta parte son muchas las voces que insisten en el que el streaming y la potenciación de la música como bien de consumo rápido desde la más banal de las ópticas va a acabar con el rock como movimiento capaz de convocar audiencias masivas, sobre todo cuando los grandes titanes erigidos décadas atrás empiecen a capitular ante el inexorable paso del tiempo. Afortunadamente, ni lo uno ni lo otro ha sucedido ni, presumiblemente sucederá, y parte de la responsabilidad de que la rueda siga girando por más palos que le pongan es de un hombre menudo con ínfulas de grandeza llamado Tobias Forge al frente de Ghost.

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¿El nuevo rock de estadios? Nunca se sabe. Hace tiempo que los pabellones son el patio de recreo de la banda sueca, máxime desde que vio la luz su anterior álbum, ‘Prequelle’, pero con esta absoluta joya del rock del siglo XXI plagada de miradas por el retrovisor hacia los clásicos de décadas pasadas todo horizonte prometedor puede tornarse realidad en un chasquido de dedos.

‘Impera’ es un disco, valga la redundancia, imperial, conducido sobre las pavimentadas calzadas del rock más efectivo y con innumerables salidas hacia el hard rock melódico, sin descuidar territorios en el metal. En todos los terrenos musicales que conquista Ghost pervive una única vara de mando marcada por un estilo que conjuga asombrosamente la accesibilidad con la unicidad. Suenan a todo y a nada a la vez, son coreables y misteriosos, son luminosos y lúgubres al mismo tiempo. Son difíciles de analizar, fáciles de asimilar, inevitables de adorar.

“Imperium”, una sosegada intro que orbita en torno a un melódico y fantástico punteo de guitarra, es ideal para que la adrenalina se dispare, con las manos en alto, mientras aún cuelga del escenario el telón antes de que la banda haga aparición en escena. Tras ella, la locura se desata con la deslumbrante “Kaisarion”, cuyas sublimes guitarras iniciales son como la cuenta atrás para un viaje astral. El despegue lo pone el inusual agudo de Tobias Forge, al que imagino apareciendo en escena ese preciso instante.

No hacen falta fuegos de artificio cuando la música lo llena todo, cuando estamos ante un tema de hard rock logradísimo, impecable, cercano e irresistible, con líneas vocales adictivas a otro nivel. Que Tobias Forge no es un vocalista de facultades privilegiadas no es un secreto, pero a nadie le importa cuando su personalidad lo suple y su inusitada agudeza compositiva hace que ni reparemos en ese detalle. Y claro, aunque no sepamos la identidad de quienes le acompañan, mancos no son, y en particular las guitarras, hiperactivas y lustrosas, suman incontables quilates a este lingote de oro discográfico.

Cuando empieza a sonar el teclado a lo Bon Jovi que nos conduce a “Spillways” no podemos sino abrir los ojos como platos, pero es que la canción nos hace levitar, volar, mandar la realidad a tomar por saco y sumergirnos, como reza la letra, en los aliviaderos de nuestra alma.

Estamos ante un corte supremo, inabarcable, de hard rock melódico que cuando parece que ha arribado a un estribillo sobrenatural en realidad cruza un puente hacia otro estribillo sobrenatural. Dice Forge en la entrevista que un servidor condujo semanas atrás en torno a la que gira el principal reportaje de La Heavy 439 que esta concatenación de estribillos la aprendió de Def Leppard. Pues hizo los deberes con nota.

Bien conocida a estas alturas es “Call Me Little Sunshine”, en la que abundan más los ingredientes musicales que predominaban en los Ghost anteriores a ‘Prequelle’. Su riff cadencioso y su atmósfera lúgubre y envolvente contrastan con la luminosidad del puente y esa letra en principio luminosa. Le encantan los claroscuros a Tobias, que canta, flanqueado por unos tenebrosos coros, “llámame pequeño brillo de sol” en un estribillo que nos embelesa como en su día hizo el de “Cirice”. Eso sí, el puente hacia el susodicho, con ese “you will never walk alone” es el cénit de la canción, hasta el punto de que, tras el melódico solo de guitarra, se repite una y otra vez para que, en concierto, todos den las palmas en perfecta armonía. Uno se imagina a los del Liverpool en Anfield, pero en un show de rock. Sí, me gusta que la música una a las personas más que el deporte, aunque en estos tiempos convulsos, bienvenidos sean ambos.

Si en este punto el disco se terminara o empezase a girar hacia la mediocridad, ya casi ni nos importaría, pero es que, lejos de eso, viene otro de los platos fuertes, “Hunters Moon”, con líneas vocales de nuevo irresistibles. Se trata de una oscura oda a la amistad, con unas estrofas maravillosas y esa guitarra adosada al teclado que grita y nos horada tras la resolutiva sentencia que porta el título del tema. La canción es una muestra perfecta de cómo de manera casi sobrenatural se entrelaza en la música de Ghost lo límpido y brillante con lo tremendamente tenebroso, y en cuestión de segundos pasa de un interludio tétrico. de sacerdotales coros asfixiantes, a unas voces obscenamente pegadizas. Sin dejar de lado el hard rock, el sonido de este corte está más metalizado.

El álbum prosigue en su fase más heavy con “Watcher in the Sky”, una pieza que aglutina prácticamente todos los elementos indispensables para comprender la música de Ghost, si es que eso es posible, porque a veces la adhesión incondicional a su sonido parece emanar de nuestros instintos más primarios dejando en el cuarto de contadores la racionalidad. Aquí estamos para emocionarnos y no pensar tanto, aunque, nueva paradoja, estemos ante el compacto con letras más políticas de Ghost. Eso sí, a su manera: indescifrables en buena medida.

Instrumentalmente más desarrollado que sus coetáneos, en particular con unas guitarras cuyo protagonismo bien merecerían desenmascarar a sus ejecutores y con un sonido puramente Ghost, dice Forge que el mencionado tema, con el que arribamos al ecuador del disco, es una de sus nuevas canciones favoritas. No me extraña.

El ascensor ahora nos desciende a las catacumbas sonoras de ‘Impera’ mientras por sus altavoces suena, casi como si de un hilo musical se tratase, un apagado interludio de título “Dominion”. Al abrirse la puerta, suena “Twenties”, el tema más duro, difícil y oscuro de todo el plástico, más propio de sus discos pretéritos que de los más recientes. Si “Kaisarion” habla de “quemar todo lo que no encaja en nuestro mundo y construir algo nuevo sobre las cenizas”, como describía en declaraciones a La Heavy el propio Forge, este corte de laberíntico y decrépito metal próximo al doom o a vaya usted a saber qué, se encara directamente con la decadencia de la década de los veinte. Ojo, el anterior álbum de Ghost, ‘Prequelle’, versaba sobre una plaga y llegó la covid 19; ahora, este ‘Impera’ está inspirado en “cómo surgen y caen los imperios”, y viendo el panorama, quién sabe si a su manera es profético también. Crucemos dedos para que sean los malos los que caigan y paguen por sus pecados con intereses y sin demora. Por la cuenta que nos trae, por que esta letra no cobre todavía más sentido.

Salimos del atolladero más opresivo, casi asfixiante del disco, para respirar hondo y volver a flotar en la inmensidad de la música más evocadora y emotiva con “Darkness at the Heart of my Love”. Al más puro estilo Queen, este tema es un descarado himno para que los mecheros – otrora – y las linternas de los móviles se enciendan y se muevan de un lado al otro. Y en cuanto más enorme sea el recinto, más encaja en la película que se hace el oyente al escucharlo. Es una delicia, una montaña de caviar en casi cinco minutos con un estribillo que seguro que se le queda pegado a Brian May mientras resuelve algún problema de física cuántica. Los terrenales, por un instante, se disuelven con canciones así.


La Heavy 439 sigue a la venta en kioscos por 4,5€ y también en nuestra tienda online con Ghost en portada y reportaje especial en torno a la primera entrevista concedida por Tobias Forge a un medio español a propósito de 'Impera'. ¡¡No te la pierdas!!


Sin comerlo ni beberlo, “Griftwood” vuelve a cambiar nuestro emplazamiento mental, y nos posa sobre Sunset Boulevard, salvando las distancias. Es, en efecto, una canción con gancho tremendamente influenciada por el hard rock angelino que gustará a los amantes de Guns N’ Roses. Eso sí, Tobias huye del sleaze como del café con sal, así que también flotan sobre la canción esos elementos setenteros que no terminan nunca de irse del todo a lo largo del disco (a excepción de la bizarra “Twenties”, claro).

“Bite of Passage” es el último callejón instrumental, sin demasiada enjundia, que nos conduce, actuando en realidad como comienzo de la propia canción, a la concluyente “Respite on the Spitalfields”, de iure inaugurada por un movimiento de batería de lo más ochentero. Por esa vía siguen las acompasadas guitarras que lo suceden, al más puro “Hysteria” de Def Leppard, un respiro con el que mecernos antes de que el puente ataque con tenacidad y poderío. Y cuando parece que el estribillo va a endurecerse a un más, vuelven a acunarnos en un estribillo maravilloso, melódico, abierto y conmovedor.

Primera página del amplio reportaje de Ghost en La Heavy 439

Cualquiera diría, escuchando por separado sus piezas, que el tema es un puzle en el que nada encaja, pero de repente, todo está implacablemente bien hilado, empastado a prueba de bombas. Se cuela por ahí un pasaje a lo “Still of the Night” de Whitesnake antes de que el tema retome el pulso para después desembocar en una melodía de guitarra absorbente a más no poder, que en bucle culmina en alto una obra maestra del rock.

Tanto si te gusta Rainbow como si lo tuyo es Bon Jovi, tanto si te presta Metallica como si lo tuyo es Journey, tanto si disfrutas de The New Yord Dolls como si lo haces de Scorpions. Si alguien amante del rock con raíces clásicas dice después de escuchar este álbum que el rock ha muerto, es para sacar del baúl la camisa de fuerza. Y si alguien que guste del rock en su vertiente más alternativa o contemporánea hace oídos sordos a Ghost, que se prepare para ir a cenar dentro de unos años en los festivales cuando todos sus amigos se aglomeren ante el escenario del principal cabeza de cartel. A ver si después los encuentra.

Ghost ha conseguido con ‘Impera’ dar un paso todavía más agigantado que el que dio con ‘Prequelle’, sin renunciar a su identidad pero abriendo el abanico al máximo. Y lo ha hecho con un disco plagado de canciones memorables, de canciones que emocionan y fascinan. La música, la buena música, siempre al rescate.

Jason Cenador
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