Doctor Pólvora

No hay miedo

Autoeditado (2019)

Por: Alfredo Villaescusa

7

Siempre existirán motivos para quejarse. Sobre todo si uno sigue la actualidad a través de medios que fomentan el pensamiento unineuronal y condenan a los disidentes al fuego eterno como antaño se hacía con todos aquellos que no encajaban en la sociedad. La actitud rebelde frente al sistema constituye un filón de inspiración inagotable para el rock urbano de corte combativo que sigue practicándose desde comienzos de los setenta con más o menos fidelidad a sus parámetros fundamentales.

Es el caso de estos salmantinos que rinden una devoción total a Rosendo y Leño si nos da por escuchar sus canciones. Para no perder la tradición, ofician en formato trío y están compuestos por músicos bregados en diversas formaciones. Con el rock duro o urbano como denominador común, han logrado facturar un puñado de temas reivindicativos en este debut que van directos a las entrañas del mundo en el que vivimos, esas cosas que cualquiera metería debajo de la alfombra para que nadie repare en ellas.

La instrumental “Enciende la mecha” nos pone en alerta con un contagioso boogie rock de los de agitar cabellera y pillar la escoba o algún objeto alargado para emular los punteos, todo un derroche de electricidad. “Sin miedo al dolor” adquiere mayor consistencia y no sería descabellado que te vengan a la cabeza los primeros Barón Rojo o los ineludibles creadores del “Maneras de vivir”. Vamos, que no defraudarán si no esperas una invención de la rueda o algo similar.

“Buscaré” desciende a los bajos fondos y se mete por callejuelas estrechas poco iluminadas hasta llegar a tugurios de esos en los que se detiene el tiempo entre birra y birra. Ya se sabe que la palabra hogar posee diferente significado dependiendo del sujeto en cuestión. “Sociedad corrompida” no deja lugar a ambigüedades desde el mismo título y arremete sin reparos contra todos aquellos que impiden nuestro progreso o avance como sociedad, una rotunda declaración de principios contra los parásitos que ocupan las instituciones.

“La verdad” rememora en un inicio a Thin Lizzy antes de que la forma de cantar nos haga acordarnos de nuevo del tito Rosendo o de los Barricada de ‘Noche de rock & roll’. Aquí no hay vueltas de tuerca ni giros de sonido inauditos, eso lo certificamos con “No lo ves”, otra pieza de corte clásico en lo musical y letra de poeta del asfalto. A veces no es necesaria tanta parafernalia para disfrutar.

“Todo es tan irreal” no se despega del halo suburbial que preside el redondo, aunque en esta ocasión se acerquen algo más al campo del hard rock. “No lo puedo controlar” no disminuye la dosis de electricidad y crudeza antes de que se despidan con un “Yonqui del dinero” que no exige ninguna titulación en Harvard para entender lo que denuncia. Las ideas claras, por supuesto.

La verdad es que mola el rollo auténtico y arrastrado de este disco, por lo que se antoja de escucha obligada para todos aquellos aficionados al rock urbano primigenio de Asfalto, Topo o los omnipresentes Leño. Un buen grupo para oír con los colegas bebiendo o fumeteando en cualquier antro de mala muerte, por lo que sería aconsejable verles en las distancias cortas. La clase no se encuentra únicamente en las altas esferas.

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

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