De La Nada

Paso a paso (contra viento y marea)

Maldito Records (2020)

Por: Alfredo Villaescusa

8

Determinados sonidos te recuerdan de inmediato a los garitos de madrugada y los conciertos multitudinarios. Formas de ocio hoy en día perseguidas con una saña que no se recuerda desde épocas dictatoriales. Al margen de polémicas absurdas, quedémonos con ese ambiente de emoción que se generaba a escasos minutos de que un grupo irrumpiera en un escenario o esa agradable camaradería que surgía cuando uno se empezaba a encontrar algo más cocido de lo habitual. Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad.

De ese rollito hostelero y crápula parecen haber mamado hasta las cachas estos valencianos que en su segundo redondo incorporan influencias que no se esperarían en un trabajo de rock urbano al uso. Quizás este endurecimiento de estilo se deba a la incorporación de Rebeka a la guitarra y Aída a la batería. O tal vez los meses de confinamiento acumularon cierta mala leche y ganas de montar un fiestón, aunque fuera de forma virtual o sonora, si físicamente todavía no era posible.

Porque si hay algo cierto sobre esta reválida es que las primeras notas de “Soñando” contagian esa positividad que tanta falta hace en tiempos de agoreros apocalípticos, a la par que en la letra rememoramos a poetas a ras de suelo del calibre de Vito Íñiguez (Sínkope). Siguen subiendo la temperatura con “Bailando con las flores”, con estrofas también para enmarcar y guitarras en la senda de cimas del género como Marea o Extremoduro. Y en la homónima “Contra viento y marea” no se despegan de la deuda con el rock transgresivo antes de un estribillo luminoso que podría ser casi de libro de autoayuda. No sería descabellado pensar en las composiciones melódicas pero enérgicas de Iker Piedrafita (Dikers), ni siquiera se privan de introducir un breve rapeado para incrementar la emoción.

En “Mentiroso” apelan a las agallas y al poso rockero en la estela de Platero y Tú, uno de los momentos más inspirados del redondo, aunque no les sale nada mal cuando optan por el camino inverso en la ranchera macarra “Al desquite”, no muy alejada de las piezas más titiriteras de Boikot. Menos mal que los auténticos tienen posibilidad de purgarse de inmediato con “Realidad efímera”, otra vuelta a la ortodoxia de riffs potentes y estrofas de esparto, o el aroma rock clásico de “No nos vamos a callar”, donde incluso evocan en el comienzo el mítico “(I Can’t Get No) Satisfaction” de los Rolling Stones.

Todavía tenemos otras incursiones inesperadas, como “Sube a mi nube”, que en una primera parte critica el desaliento y tensión que se incrusta cada vez con mayor ahínco en la sociedad, previamente a transformarse en un jolgorio flamenco y hasta un tanto psicotrópico que les emparentaría con leyendas del calibre de Tabletom. Compensan la ida de olla con el ímpetu de “Que se pare el tiempo”, ideal para los infatigables al desaliento, y nos dejan con el sorprendente tango “A la sombra de las luces”, con canalleo a rebosar y letra punzante cargada de pena y rabia, como mandan los cánones.  Copazo y cigarrillo a su salud.

Podrá afirmarse que en la actualidad surgen combos de rock urbano hasta de debajo de las piedras, pero no muchos se atreven a salir de su zona de confort y explorar terrenos a priori vetados para ellos, sin complejos y valentía por doquier. Ese es el caso del rock & roll de múltiples aristas de estos muchachos, críticos cuando la ocasión lo requiere y desenfadados cuando no se necesita darle demasiadas vueltas a las cosas. Merece la pena descubrir sus diversas facetas y probar su versátil poción. Hay riesgo de transformación.

Alfredo Villaescusa
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