Cómo hacer un festival de metal en Irán: El auténtico underground

13 julio, 2017 3:16 pm Publicado por  Deja tus comentarios

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¿Quién le iba a decir a nuestro colaborador Yorgos Goumas que acabaría siendo testigo privilegiado e invitado de honor al primer festival rockero en Irán? Fueron dos semanas de descubrimientos constantes y sorpresas que tiran abajo muchos de los estereotipos que el occidente mantiene sobre ese maravilloso y milenario pueblo: el persa. Os traemos sus impresiones acerca de la efervescente escena rockera iraní y esperemos que podamos aportar nuestro grano de arena a la hora de hacer el entendimiento entre pueblos más fácil.

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Pouria, nuestro corresponsal en Oriente Medio

Hace dos años, un chico iraní llamado Pouria me agregó al Facebook porque creía, por mis fotos con músicos famosos, que yo también era músico (cómo iba a saber el pobre que mi talento musical se limita a la zambomba y al triángulo). Los que lleváis escuchando mis intervenciones en el programa de Mariskal en nuestra radio online, sabéis que a menudo he presentado bandas metaleras iraníes, bandas que me pasaba mi amigo Pouria, así que con el paso de tiempo empecé a contactar con la escena underground local.

Las navidades pasadas decidí dar el salto definitivo y visitar aquel país, tan maltratado por dentro por culpa de los teócratas tiranos como por fuera por culpa de su demonización por obra y gracia de los políticos y los militares occidentales. Además, daba la casualidad de que el 24 de diciembre, en plenos festejos de Nochebuena (hubo gente que incluso me felicitó), se celebraba el primer festival de música rock y metal autorizado por el régimen de los mullahs y ya había corrido la voz que un periodista occidental iba a asistir al evento. El festival tenía lugar en el barrio, digamos, más liberal de Teherán, donde se podían ver desde skaters y parejas sujetándose de la mano, hasta gays que paseaban de arriba abajo la plaza a la búsqueda de encuentros furtivos (se les distinguía por su maquillaje). Más concretamente, en el Teatro Shahr (“ciudad”, en farsi), que también sirve como centro cultural en el que los artistas jóvenes pueden presentar sus obras, previa inspección por parte de los censores del Ministerio de Cultura y Orientación Islámica.

El evento se llamaba “Saturday Nights”, así en inglés, aunque los persas tienen un calendario con denominaciones de días y meses que no tienen nada que ver con las nuestras. Sea como fuese, era la primera vez que todos los músicos más renombrados del underground metalero iraní tocaban juntos en directo. Hay que decir que cuando se usa aquí la palabra underground es en el sentido más literal del término, ya que no solamente se trata de un genero minoritario, a menudo perseguido por las autoridades (en ocasiones se han dado asaltos policiales a conciertos con arrestos masivos en los que hacían que los allí asistentes se desnudaran por si acaso ocultaban objetos “satánicos”. Incluso la posible condena a muerte de los miembros de la banda de thrash metal Confess), sino que muchísimas bandas rockeras nacieron en los sótanos tradicionales iraníes zir-e zamin, elemento arquitectónico moderno omnipresente desde hace medio siglo.

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Escenario del primer festival metalero de Irán

Dicho sea de paso, lo más cercano a un concierto de pop/rock occidental que los iraníes estuvieron a punto de ver después de la Revolución Islámica de 1979 fue el de Chris de Burgh en 2009, ya que aparentemente cuenta con un nutrido número de fans allí. Sin embargo, la subida al poder del ultraconservador Presidente de la República Islámica Mahmoud Ahmadinejad y las críticas del músico irlandés al régimen cancelaron el acontecimiento.

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Pese a las restricciones, los asistentes no dudaron en mostrar sus cuernos a la cámara

Una de las condiciones para que se hiciese realidad el concierto era que la gente estuviese sentada y que evitaran hacer la señal de los cuernos o headbanging. En el caso contrario, podrían tener problemas con la policía secreta. Por otro lado, la sala tenía una capacidad de unos 300 asientos, con dos pases de hora y media cada uno. Mientras estábamos esperando para entrar al segundo pase pude sacar fotos, pidiendo permiso antes por supuesto a los jóvenes que iban vestidos con rudimentaria metalera (la manera de adquirir dicha rudimentaria se explica más abajo) y que no tenían ningún problema a la hora de dedicarnos el saludo popularizado por Dio. Curiosamente, no había separación entre los chicos y las chicas a la hora de sentarse.

Aquí cabe mencionar otra condición para que una banda tenga permiso a la hora de actuar y esa es que las letras de sus canciones pasen por el control del Ministerio de Cultura, no vaya a ser que alguna banda “contamine” a la juventud con sus mensajes “satánicos” o críticos con el régimen. Consecuentemente, la gran mayoría de las bandas prefiere optar por el metal instrumental y sobre todo por el progresivo, el rock fusión y el djent, tal como quedó demostrado aquella noche. Un servidor pudo ver como subían al escenario bandas como Kahtmayan (djent metal), Part (hard rock) o Andishia (metal progresivo). Esta última banda resulta ser muy crítica con el régimen teocrático; vistos sus vídeos en Vimeo y títulos como “Night In Islamic Hell”, dejan poco lugar a dudas, así que su participación en el festival no deja de ser sorprendente. Además, el hecho que procedan de la ciudad de Mashhad, la más sagrada para los musulmanes chiíes ya que alberga la tumba de uno de los doce Imanes (los sucesores espirituales y políticos de Mahoma), Imam Reza, tiene más merito todavía.

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El guitarrista armenio Andreh Khachikian.

La única vez que sonaron temas con voz fue con las versiones de “Wonderful Tonight” de Eric Clapton, “Holier Than Thou” de Metallica o “The Thrill Is Gone” de B.B. King, por obra y gracia del veterano vocalista Ramin Fattahian. Curiosamente, en la radio y la tele pública iraní se pueden escuchar versiones instrumentales y, a menudo descafeinadas, de grandes clásicos del rock. A los ojos de un occidental no deja de ser curioso e irónico a la vez ver a dos mullahs (quienes, entre otras funciones, se encargan de la educación en las madrasas, lo que aquí serían los colegios de curas) comiendo en una pizzería al estilo occidental también, mientras suena por el altavoz encima de ellos la versión easy listening (o de música de ascensor, si queréis) del “Another Brick In the Wall”.

También pude ver las actuaciones de músicos como el virtuoso guitarrista de origen armenio Andre Hashikian, u otro veterano guitarrista, Farhad Majzoub, quien aparentemente introdujo la música blues a la escena antes de la revolución, algo así como el Alexis Korner iraní; uno de los pocos músicos rockeros que no emigró después de la revolución del 79. Básicamente, a lo largo de hora y media, pude disfrutar de una buena muestra de lo que se cuece en la efervescente escena iraní y de lo bien que se desenvuelven a nivel instrumental unos músicos que quieren expresarse bajo unas condiciones políticas y sociales que dejan mucho que desear. Sin embargo, en la charla posterior que tuve con ellos, muchos dijeron que la aceptación del rock por parte de la sociedad iraní era algo inevitable: “La gente tiene que aceptarnos y eso se está haciendo cada vez más evidente”, me dijo uno de los miembros de Kahtmayan. “Llevo escuchando insultos desde hace años en la calle por parte de gente que me increpa por mi pelo largo. Somos de una ciudad muy religiosa pero que también tiene una gran tradición musical y poco a poco veo como la actitud de la gente se hace más tolerante.”

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Cada uno de los instrumentistas del festival hicieron gala de su gran destreza, fruto de horas y horas de ensayo

Ramin Fattahian, por su parte, me comentó: “Antes de la revolución había un ambiente de tolerancia a todos los niveles. A nivel musical, nuestros padres tenían grandes colecciones de discos de todo género: rock, jazz, blues, clásica, pop y había muchos conciertos de estos géneros también. Actualmente, estamos nadando contracorriente pero somos imparables. El rock no es solo divertimento, es la propia revolución”. Otros músicos me dijeron como sus propios padres les increpaban por tocar este tipo de música (“¿Quién te va a pagar por aporrear la batería?”), pero que al final acabaron aceptando su “locura”. Fue curioso ver como, al terminar el evento, casi todos se mostraban ansiosos por saber la opinión de un occidental acerca de lo que acaba de ver ya que, según ellos, era muy importante la opinión de alguien desde fuera y con más exposición a este tipo de eventos.

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Yorgos con varios de los asistentes al festival. A su derecha, el propietario de la única tienda metalera iraní

Alguien me preguntó cómo podrían hacerse un nombre fuera del país y yo les dije que la mejor manera sería hacer hincapié de su propia identidad cultural, mezclando el rock y el metal con las ricas referencias musicales y poéticas milenarias que poseen para que ofrecieran al público occidental algo nuevo y fresco. Posteriormente pude hablar con Arman, quien fue el primer iraní a la hora de abrir una tienda de heavy metal en 2011. Obviamente se trataba de una tienda clandestina, un apartamento llamado Iran Metal Shio, donde por medio del boca a boca los jóvenes iraníes ávidos de tener merchandising de sus ídolos musicales acudían, previa visita a su página web, para hacer pedidos: “Tenía 9 años cuando vi el “Still Loving You” de los Scorpions en una vieja cinta VHS y cambió mi vida para siempre. A partir de allí empecé a investigar y cada vez que un tío mío viajaba al extranjero le hacía pedidos. La primera cinta que me trajo fue ‘Symbolic’ (1995) de Death”. Cuando le pregunté cómo pasa por la aduana este tipo de merchandising (proveniente sobre todo de Tailandia, donde él suele viajar) que el régimen tacha directamente de “satánico”, me dijo que tenía sus métodos, pero no quiso expandirse más al tema. Aunque la tienda física está cerrada “por falta de seriedad y compromiso” por parte de sus socios, la tienda on-line sigue activa y actualmente Arman está pensando volver a abrir la tienda física en otra ciudad: “Si me pillan, no sé qué me pasará, pero merece la pena el peligro porque el rock es mi vida. La gente nos llama locos pero eso se debe, tal como dicen Death, a la falta de comprensión (“Lack of Comprehension”)”.

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Yorgos con su guía en el lugar sagrado shía de Shiraz

En definitiva, fue un viaje de dos semanas de sur al norte que cambió alguna que otra percepción errónea que albergaba acerca de este noble pueblo; un pueblo orgulloso de su historia milenaria y que ningún régimen teocrático podrá alterar o borrar; un pueblo que me dejó sin palabras por su hospitalidad y amabilidad (aunque por supuesto, hay de todo, como en todas partes). Muchas anécdotas se quedan fuera de este texto ya que hay que ceñirse a la música pero, desde aquí, os animo que visitéis a este país sorprendente y que os dejéis llevar por su historia, música, poesía, comida pero, ante todo, por la integridad y entereza del pueblo iraní. A lo que a la comunidad rockera se refiere, toda mi admiración por un colectivo que lucha contra viento y marea en un entorno verdaderamente hostil para hacerse oír.

Hay muchas cosas que nos separan, pero más aún que nos unen.

Texto y fotos: Yorgos Goumas

Redacción
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