Bunbury: Los prestigiosos Jesús Úbeda y Silvia Grijalba comentan su nuevo disco, “Curso de levitación intensivo”

12 noviembre, 2020 7:53 pm Publicado por  14 Comentarios

El próximo 11 de diciembre podremos correr para hacernos con de la mano ‘Curso de levitación intensivo’, el nuevo disco de Enrique Bunbury editado a través de Warner Music Spain. Con motivo del inminente lanzamiento del próximo trabajo del exmiembro del que fuera vocalista de Héroes del Silencio , el reputado periodista Jesús F. Úbeda y la reconocida escritora Silvia Grijalba ha realizado la siguientes críticas. Te dejamos primero la de Úbeda:

“Escuchando Curso de levitación intensivo, el undécimo disco de estudio de Enrique Bunbury, me acordé de algo que escribió Karl Ove Knausgård en uno de los volúmenes de su obra Mi lucha. Sostiene el autor noruego que la belleza es un problema porque “implica una especie de esperanza”, proporcionando “valor a lo que no tiene valor, sentido a lo que no tiene sentido”: “Indefectiblemente es así. La soledad descrita de un modo hermoso eleva el alma hasta las grandes alturas. Y entonces ya no es verdad, porque la soledad no es hermosa, la desesperación no es hermosa”. Sin embargo, esa belleza no verdadera “es buena” porque proporciona consuelo y alivio. El paisaje en el que brotan las diez canciones que conforman Curso de levitación intensivo no es edénico, sino un “zoo disfuncional” en el que reinan las serpientes constrictoras y en el que al disidente se le fusila en un paredón digital. “El día de mañana” será, perdón, es una distopía blanca, aparentemente amable, pero artificial, pomposa y terrible. Los “Malditos charlatanes” no son carne de cantar de gesta o de evangelio, sino de sátira despiadada. Pese a ello, Bunbury aporta esa “especie de esperanza” de la que hablaba Knausgård, ese “consuelo”, ese “alivio”, esa salida de emergencia hermosa, personalísima, íntima, crítica, musical e intelectual –que no pedante–, tirando de oficio, haciendo lo que mejor sabe hacer: gestando y pariendo, en tiempo récord –cabe recordar que su anterior LP, Posible, vio la luz en mayo–, un álbum magnífico”.

“La transición sonora que va de Posible a Curso de levitación intensivo no es radical: la electrónica sigue siendo clave, si bien, en la atmósfera del disco, hay un contraste orgánico mayor que se nota, sobre todo, en las guitarras de Jordi Mena y Álvaro Suite, menos sintetizadas y tratadas que en el trabajo que le precede, y en el bajo de Robert Castellanos, que adquiere mayor importancia en todo la obra. Con brocha gorda, se podría decir que Curso de levitación intensivo es un disco de rock, alternativo, mercúreo y, como en toda su obra, mutante; hilando con más finura, y he aquí la innovación, el nuevo camino explorado, cabe mencionar una inclinación en las bases rítmicas hacia patrones del afrobeat (en “NOM”, “Pálido punto azul” y “La gran estafa”) y el jazz (en “Tsunami” y “Tenías razón en todo”)”.

“Por su parte, el discurso literario y poético es satírico, feroz y elegante. Si bien hay que tener presente aquellos versos de “Mis posibilidades (Interstellar)” en los que cantaba que “responsable sólo soy / de lo que escribo y digo; / de lo que entiendas, no”, Bunbury prescinde absolutamente de tópicos y eufemismos. El compositor no puede ser más explícito: “El burdel está abierto y te quejas del horario, / quieres vacaciones en prime-time” (“N. O. M”); “Mientras vosotros seguís creyendo / como si fuera el primer mandamiento, / vigilando que nadie se salga del cerco, / como gallinas en el corral” (“Malditos charlatanes”); “En esta escena de vodevil / hay que elegir de quién huir / y con qué ademán / vas a tropezar” (“El momento de aprovechar el momento”). Ante este ecosistema, el cantante advierte: “No te confundas: / cuanto más me limito, más me libero / de la maldición de la grandeza” (“Tsunami”), llama a la humildad y a la coherencia (“Nos guste o no, no hay ningún otro lugar / para nosotros dos / que podamos habitar”, en “El pálido punto azul”) y, resignado, reconoce la derrota, digamos, comunitaria: “Después de todo, uno vive en soledad / y siempre estuvimos solos tú y yo” (“La gran estafa”)”.

“Artículo de opinión. Comenzamos”: Curso de levitación intensivo arranca con “N. O. M” (Nuevo Orden Mundial). Es una bienvenida enérgica, cruda, con una melodía que encajaría en un western con extraterrestres dirigido por Sergio Leone. El enemigo no es baladí: “El nuevo orden mundial sabe lo que hace y no lo sabes apreciar”. Le sigue la siniestra, irónica y hermosísima “El día de mañana”. El hipnótico estribillo es carne de “Ohrwurm” (concepto alemán que se refiere a esas canciones que se meten en la cabeza y no se van ni a tiros): “Ten cuidado, que mañana / vendrá el día de mañana / y ya verás”. El solo final de guitarra envuelve y eleva. “El precio que hay que pagar” es un rock efervescente y posee un estribillo que hará que la tropa se desgañite en los conciertos (los de verdad, quiere decirse, cuando tengan que celebrarse): “Dame las llaves del Reino y devuélveme las llaves de la ciudad”. “El momento de aprovechar el momento” es un esto es lo que hay rockero y contundente: “En cautividad hay que saber estar / en lo que hay que estar. (...) Dentro de una pecera nos bebemos todo el mar, / como en un pozo sin fondo / sin saber nadar”. “Malditos charlatanes” es una sosegada, violenta y bella declaración de intenciones: pese a aquellos incapaces de crear “algo de belleza” y sólo tienen “destreza para destrozar”, Bunbury seguirá escribiendo –y, añado, cantando y componiendo– “contra el olvido”. “Tsunami” posee una tensión rítmica que explota en un estribillo poderoso: “Como un tsunami a cámara lenta / el tiempo pasa y cada vez agachas más la cabeza”. “El pálido punto azul” suena épica y urgente, y “Ezequiel y todo el asunto del Big Bang”, electrónica, apacible, irónica, recuerda en la interpretación de su hermoso estribillo a la del clásico “San Cosme y san Damián”: “Para hacer contacto, / para hacer preguntas, / para discutir todo el asunto del Big Bang”. Contagiosa es “La gran estafa”, en la que sobresale el saxo de Santi del Campo, invita a bailar mientras “las circunstancias requieren esta vez / un nuevo modelo, / una nueva ley”. Finalmente, con su alma jazzie, “Tenías razón en todo” es lo más parecido a una canción de amor que hay en el álbum: “Me regalaste la suerte / cuando hacía ya mil años / que vivía en un caos permanente / y nada conseguía acabar”. La pieza revienta con un cambio trepidante sobre el que el aragonés canta: “Mi misión ha concluido / y es cierto lo que digo””.

“En definitiva, Curso de levitación intensivo es un cóctel molotov musical cargado de rabia, personalidad y belleza. El undécimo álbum de estudio de Bunbury prolonga una carrera extraordinaria que no requiere ningún tipo de explicación: a los hechos, o sea, a sus canciones, a sus álbumes, a su historia y a su trascendencia me remito. Celebrémoslo quienes le admiramos; quienes le quieren colgar del palo mayor, ajo, agua y resina”.

A continuación, la reseña de Grijalba:

“Curso de levitación intensivo” es un disco de doble filo. Una obra que atrapa y, si no andas con cuidado, te puede noquear o despertar. La impresión más animal que lanza es la de refugio, esa sensación amniótica de flotar. Ritmos lentos complejos, melodías preciosas y de abrazo. Algo cósmico que remite a los Pink Floyd de “The Dark Side of the Moon” (o de Mom, según se mire) patente en “El pálido punto azul” y también a la sensación de digamos el primer sorbo de un té de jazmín por no decir un chute de heroína.
“Curso de levitación intensivo” es un disco que, si uno lo oye sin reparar en lo concreto, es, sin duda, un acompañamiento tranquilizador. Un cobijo que abriga y que calma. Quizá el ejemplo más claro de esto sea “Ezequiel y todo el asunto del big bang” que podría ser una nana para los que no envejecen ni piensan madurar, un vals con algo de balada, con una melodía perfecta, que no se puede ni se quiere olvidar. O “Tsunami”, que hace pensar en aquellas maravillosas producciones de David Fridmann de Mercury Rev o The Flaming Lips donde uno, como aquí, se limitaba a nadar frente a lo insesperado. No tengo ni idea de si este es el disco más intimista de Bunbury, eso él sabrá, pero de lo que no cabe duda es que al oírlo una se queda indefensa y, por narices, mira hacia dentro. No hay otra.
Eso sí, si aguzas el oído, si en la neblina de esas orquestaciones, de esos saxos certeros y esa belleza con mayúsculas que defiende en “Malditos Charlatanes”, consigue uno salir del encantamiento y escuchar el mensaje, la verdad es que hay mucho donde rascar. En “Malditos…” hay alusiones a los que hablan por hablar, con versos que dejan todo claro: “escribiré contra el olvido/porque mientras yo escribo/otro habla de lo que hago o digo/con aires de superioridad moral/ y una incapacidad total/ para crear algo de belleza/si solo puede desarrollar/destreza para destrozar”. Una llamada de atención que enlaza con “La gran estafa”, en la que nos habla de los que nos lanzan sermones y nos llega la imagen de los vendedores de crecepelos, con esa melodía tan de spaguetti western. Y todo esto, a su vez, conecta con “El día de mañana”, en la que hay una retahíla de recomendaciones de vida que nos remiten algo que nos suena reciente y que, por otra parte, llevamos muy dentro en un eco de esos consejos maternos del “ponte la rebeca que refresca” pero llevados al extremo. Mensajes que podrían lanzarse gritando, con fondos de guitarras rabiosas pero que no, que se cuentan despacio, sosegadamente, protestando bajito, que suele ser la forma más efectiva de contar lo que a uno no le gusta y de advertir frente al peligro”.
Y aunque la tónica general de este disco abocado a hacernos volar lento es la de la calma, hay excepciones. Canciones con un cierto aire gamberro y vitalista como el glam de “El precio que hay que pagar” que suena a canción de post apocalipsis y que lanza la sensación de aún queda mucho por vivir y por salir. Quizá el contrapunto perfecto a una advertencia que nos hace acabar con el principio y con esa frase de “N.O.M” que es algo así como el Nuevo Mandamiento, el momento crucial en el que se abre el loto de los mil pétalos de este manual de levitación: “el nuevo orden mundial/sabe lo que hace/y no lo sabes apreciar”.
Redacción
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14 comentarios

  • Juandie dice:

    Ni me molesto en leer esto por parte de un musico que lleva muchos años que no es ni la sombra de lo inmenso que fue en sus años rockeros al frente de los históricos HEROES DEL SILENCIO.

    • Anónimo dice:

      Respeto tu comentario pero mi sentir es que enrique camino atraves del tiempo y en su andar descubrio su escencia lo que lo hace tan diferente que pocos entienden su talento y magia

  • G. dice:

    Creo que hacéis mal en rebotar estas cosas. Lo que está haciendo Bunbury al negarle acceso al disco y cualquier tipo de promoción a la prensa para encargarle reseñas a gente que presume de ser amiga suya, como en estos dos casos, es eliminar vuestro papel como medio de comunicación. Si todo el mundo hiciera lo mismo se acabaría la prensa musical.

    Y él es muy libre de hacerlo. Es tremendamente incoherente con su discurso acerca de las verdades oficiales y demàs, pero allá cada uno con sus contradicciones. Pero el que un medio como éste no sólo no se lo afee, sino que encima le dé cancha, no tiene un pase.

  • Susito dice:

    En "Malditos charlatanes", ¿quizás una referencia implícita al libro que analiza la forma de escribir de Bunbury?
    No, Enrique no. No ayuda descalificar con cuatro versos rimados a un autor y a un libro que está escrito con el rigor de una tesis doctoral. A "El método Bunbury" me refiero.
    Esos si son "aires de superioridad [...] y destreza para destrozar".

    • Edgar dice:

      No creas Bunbury hace caso a ese libro, lo ignora totalmente. Es basura para el que guste leerlo ya que está plagado de cosas que muchos sabíamos. Aún con rigor doctoral, solo repite una obviedad. El esta enfocado en otras cosas... en el orden mundial y el cómo fue atacado por apoyar estas ideas.

  • Godot dice:

    He empezado a leer el artículo pero cuando he visto que habéis escrito “ a traBés” se me han quitado las ganas. Hay que ser un poco más serio y más profesional en la redacción. Una falta de ortografía de esa naturaleza dice mucho de una revista.

  • David dice:

    En todas partes criticas y mas criticas. Disfrutad un poquito de la vida y dejad que la gente que es creativa y trabajadora siga creando y desarrollándose.
    Hablamos de un señor que tiene a sus espaldas 17 discos de estudio. Algún dia tendrá sus 25/30 discos de estudio a sus espaldas y seguirá habiendo gente criticandole.
    Este hombre podría haberse retirado en el 96 y haber vivido de las rentas, los royalties de sus canciones y discos, pero es un inconformista y ha ido descubriendo nuevos sonidos, nuevas músicas.

  • M dice:

    He leído a grandes rasgos las opiniones y los comentarios y creo que salen a relucir ciertas filias y fobias, que quizá todos podamos tener en mayor o menor medida, pero que nos alejan de lo primordial, el artista, la música y las canciones.
    Comentan el disco dos personas que no conozco, periodista y escritora. No sé si son amigos del artista o no, pero cada uno expone su opinión y sus sensaciones sobre el nuevo disco. Nosotros podemos escucharlo y tener la nuestra, creo que no pasa nada.
    Bunbury no es Héroes, era una parte. Y además a pasado tiempo. No se le puede pedir que siga haciendo lo que nosotros quisiéramos, hará lo que él quiera, lo que sienta o le apetezca. Igual que Rosendo no es Leño o Ana Torroja Mecano.
    No sería honesto que copiasen una fórmula que surgió de varios componentes, no de ellos solamente.
    Algún componente de Héroes ha explicado la manera en que se hacían las letras, ha salido publicado el libro de un seguidor de la banda en el que ha plasmado muchos versos y retazos sacados de escritores, poetas, etc. Todos tenemos fuentes de inspiración, buscamos la emoción y el sentido en una frase, una expresión... Quizá lo elegante hubiera sido un apunte o anotación en el disco haciendo referencia a ese autor o creador. Yo no diría plagio, la canción es creada, no copiada, pero sí sería elegante y honesto mencionar a esos autores o poetas que han ayudado, inspirado, o de los que se ha utilizado tal o cual fragmento de su obra. Yo no veo mayor polémica que esa, para mí está claro lo que ha pasado y comprendo las versiones de una y otra parte. No se puede negar lo evidente, se han utilizado aportaciones de otros, pero yo creo que la palabra "plagio" es excesiva, no es eso.
    Y tras esto, espero seguir disfrutando de la música, de las antiguas canciones de Héroes y de las nuevas creaciones de Bunbury, me gusten más o menos.

  • Isaac dice:

    Como es habitual, cuando se habla de Héroes del Silencio o de Bunbury, surgen comentarios más o menos apasionados.
    Vaya por delante que he sido seguidor de unos y de otro, tengo muchos de sus discos y también he pagado por acudir a algún que otro concierto. Por lo tanto, no soy sospechoso de tener aversión o antipatía por Bunbury. Más bien, todo lo contrario, me parece un tipo inteligente y un creador de música con mayúsculas. Por eso, me llama la atención que alguien piense que Bunbury va a sentir indiferencia por un libro, "El método Bunbury" que, en esencia, genera un debate y una cierta controversia entorno a su forma de escribir canciones. Incluso Sánchez Dragó, amigo de Bunbury, habló bien del libro y de su autor, a pesar de que en su caso no parezca importarle que varias frases de sus libros aparezcan en las canciones, sin citar la fuente.
    Por otra parte, nadie, salvo un juez puede decir si lo realizado por Bunbury es un plagio. Porque el plagio es una figura legal, y acusar a alguien de plagio sin que medie una sentencia, convierte al que lo hace en imputable. Ahora bien, lo que sí se puede es opinar o debatir "sobre los límites de la creación", que es de lo que trata el libro de Fernando del Val.
    Si uno de nosotros se comprara un libro de poesía, y en medio de un poema se encuentra el verso: "Todo arde si le aplicas la chispa adecuada", sin citar la fuente, probablemente diría: "este tío es un copión". Pues precisamente esto es lo que ha hecho Bunbury, porque este verso no es de él.
    En "El método Bunbury" (y aclaro que me lo he leído, porque como seguidor me interesa), aparecen casi 500 versos, llamémosle "de inspiración", para no herir sensibilidades. En algunos se introducen pequeños cambios (un sinónimo, un pequeño cambio en el orden de las palabras, etc). Otros, sin embargo, son una transcripción directa del original. Por ejemplo, versos como "Es hora de hablar (este es de Bunbury)/ de la quimera de otra vida/ de lo que no supimos expresar/ del trapecio que ante la nada oscila/ de tragedias y triunfos que duran un segundo/ de la fábrica de hielo del olvido" son metáforas brillantes, imágenes literarias que me dejaron admirado cuando las escuché, pero, he ahí el problema, o debate, pertenecen a Felipe Benítez Reyes, más concretamente a su libro "La misma luna".
    Pues parece que a Benítez Reyes, al contrario que a Dragó, sí le importa que tomen versos suyos sin citar la procedencia, probablemente porque él, al igual que Bunbury, también es un creador. De hecho, ha declarado que denunciaría a Bunbury, en función del tono de las declaraciones que este hiciera (de momento, creo que no ha hecho ninguna, y llama la atención que no figure ninguna pregunta de ningún periodista, al respecto, por lo que entiendo que las ha vetado).
    Solo hay un caso que exime la cita: cuando el verso o frase es conocida popularmente. Por ejemplo, si alguien escribe: "En un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme", no es necesario que aclare de quien es la cita, porque se entiende que todos lo sabemos. Ahora bien, éste no es el caso de Bunbury. Ya se sabe que la poesía es un género más bien minoritario. Tanto es así, que si escribes los versos anteriores en Google, no te saldrá Benítez Reyes, sino Bunbury. Por lo que, salvo que te hubieras leído el libro (cosa rara), estarías creyendo que ese texto es una creación original de Bunbury.
    Cuando lees el libro de Fernando del Val, te das cuenta del alcance del "problema". Y no ocultaré que he sentido una cierta decepción y desafección por Bunbury, porque las letras de Héroes del Silencio y del propio Bunbury eran un valor enorme en su música, hasta que descubres que todas aquellas metáforas que tanto te habían sorprendido son, en realidad, de otros autores.

    • M dice:

      Ahondando en lo anterior, se nota mayor contraste si lo comparamos con otros artistas, que también intercalan en sus letras versos de poetas más o menos conocidos. Hablo de Roberto Iniesta, por ejemplo, que cita al autor del verso o frase que ha tomado prestada o le ha inspirado para una letra, aunque sea completamente desconocido dicho autor para la gran mayoría.
      Gran contraste.

  • Isaac dice:

    Al final, creo que todo es una cuestión de honestidad. Si Bunbury hubiera consignado en los libretos de sus discos: "Hay versos de Benedetti, Celaya, Arrabal....", y hubiera pedido el permiso a los autores para reproducirlos, no existiría polémica alguna.
    Creo que, aún así, hay un contenido artístico grande en las canciones de Bunbury. Es evidente que una canción está formada por música, texto e interpretación. En música, siempre ha trabajado por estar a la vanguardia y por la innovación continua, aún a costa de no ser comercial. Interpretativamente y vocalmente, en mi opinión, es un tipo brillante que incluso ha mejorado con los años. Y en las letras... tiene la habilidad destacada de tomar materiales de distintas procedencias, hilarlos con versos de transición, y lograr un conjunto nuevo. Esta forma de escribir, sin duda es meritoria, pero, lógicamente, lo es mucho menos que si él mismo hubiera creado todas las metáforas e imágenes literarias que utiliza en sus letras.
    Y como las letras siempre han sido un valor enorme en la obra de Bunbury, (y así lo atestigua el haber sido entrevistado en programas de literatura, como aquel "Negro sobre blanco" presentado por Sánchez Dragó), en consecuencia, creo que esta cuestión menoscaba en mayor o menor medida su obra, e incluso puede decepcionar a parte de su público, o dar un vuelco a la imagen que algunos teníamos de él.
    Al fin y al cabo, la imagen de un creador independiente, en evolución continua, ajeno a modas pasajeras, no casa muy bien con estas prácticas.

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