50 años del Verano del Amor: las diez bandas que pusieron la banda sonora a la revuelta
21 junio, 2017 10:50 am Deja tus comentariosEl infame presidente estadounidense Ronald Reagan definió a un hippie como “un tío con el pelo como Tarzán, que camina como Jane y que huele como Chita”. Pues bien, durante el verano de 1967, unos 100.000 de estos despojos humanos, según el punto de vista del político conservador, se juntaron en el distrito Haight-Asbury de San Francisco. Las autoridades alarmadas no sabían qué hacer para contener a tanto joven idealista opuesto al consumismo y a la guerra de Vietnam y la única consigna era mantenerlos alejados. Con motivo del medio siglo del evento, Alfredo Villaescusa bucea en la historia para comprender tal movimiento y rescata las diez bandas que pusieron la banda sonora a la revuelta. Paz y amor, hermanos.
Ya alertaba Ramoncín en “Cheli, Reggae y Rock And Roll” acerca de las crecientes prohibiciones en las sociedades modernas al recordar que “ni te dejan estar en la calle tirado fumando hierba”, pero en ocasiones basta que se censure algo para que toda una multitud se ponga de acuerdo a la hora de transgredir las normas. Es el llamado efecto rebote, que se manifestó como nunca en el “Verano del Amor” cuando miles de personas sintieron una necesidad irrefrenable de acudir a San Francisco y así formar una de las concentraciones espontáneas más numerosas de la historia.
Pero este evento que desbordó todas las previsiones de asistencia no surgió de la noche a la mañana. Ya se había ensayado una cita similar el 14 de enero de 1967 en el parque Golden Gate bajo el auspicio del artista e icono de la contracultura Michael Bowen. Allí, John Phillips, de The Mamas & The Papas, tocó una canción que se convertiría en el himno absoluto de un movimiento, hablamos por supuesto de “San Francisco (Be Sure To Wear Flowers In Your Hair)”, cuyo estribillo decía: “Si vas a San Francisco, asegúrate de llevar flores en el cabello, si vas a San Francisco, el verano será una celebración del amor”. Podía empezar el jolgorio.
El tema antes mentado, que la mayoría conocerá a partir de la versión de Scott McKenzie, se publicó en mayo de ese mismo año y sirvió además para promover el Festival Pop de Monterrey, una de los primeros actos multitudinarios al aire libre en la historia del rock al acudir gente de casi cualquier rincón del globo terráqueo, incluidos países como Australia o Nueva Zelanda. El ambiente también andaba calentito en las universidades con las protestas contra la Guerra de Vietnam, así que la orden generalizada consistía en mantener controlado aquello.
El nacimiento de la contracultura
Medios afines a los desarrapados como el San Francisco Oracle admitían que el propósito de las concentraciones era provocar una revolución con “un renacimiento de la pasión, el conocimiento, el amor y la revelación de la unidad para toda la humanidad”. Con semejante campaña publicitaria, el flujo migratorio no iba a detenerse durante cierto tiempo y para afrontar las contingencias derivadas de las avalanchas que se esperaban cuando terminase el curso escolar se formó un Consejo del Verano del Amor que englobaba a diversos colectivos y estableció la asistencia sanitaria gratuita, entre otras medidas.
Porque, según relataron algunos residentes de la zona, la policía se limitó a cumplir su labor de vigilar y no hizo demasiado por ayudar a las muchedumbres desplazadas. Los medios cubrían la vida diaria de los hippies y eso hizo que se extendiera una especie de magia y exotismo acerca del lugar hasta lograr que se acercaran allí perfiles muy diversos de gente, lo mismo se podían ver jóvenes ansiosos por participar en esa utopía que familias de clase media de vacaciones e incluso militares de bases cercanas que aprovechaban sus ratos libres para contagiarse por la efervescencia del ambiente.
Pero en todas las fiestas siempre llega un momento de recoger los bártulos y retornar a lo cotidiano, guardar las flores, la cinta en el pelo o las gafas a lo John Lennon y volver a calzarse un aburrido traje a las siete de la mañana. Pese a que las espontáneas explosiones de solidaridad llevaron a montar una tienda donde podían intercambiarse todo tipo de productos, los sectores más intransigentes de la sociedad únicamente se fijaron en el aumento de la criminalidad y de las enfermedades de transmisión sexual. Ni hablar de aquel popular “Conócete a ti mismo”, lema que gritaban los hippies a los transeúntes curiosos por comprobar lo que en realidad estaba allí sucediendo.
Al llegar septiembre muchos regresaron a sus lugares de origen o retomaron sus estudios universitarios, hubo incluso una ceremonia con un ataúd que evocaba la muerte del movimiento hippie y Mary Kasper, una de las organizadoras del acto, dejó claro el camino que había que seguir a partir de ahora: “Llevad la revolución a donde viváis y no volváis aquí, porque esto se ha acabado”.
No se consiguió el objetivo de terminar con el capitalismo y el imperialismo norteamericano, pero quedó un nutrido reguero de valores acerca de la sexualidad, las drogas o el concepto de familia que influirían en las generaciones venideras. Para los que se resistan a abandonar la comuna, hemos preparado una selección de artistas y temas fundamentales para sumergirse en la época del amor libre y los pantalones de campana.
1. The Mamas & The Papas - “California Dreamin'”
Si se le pide a una persona al azar que piense en una canción hippie, seguramente le vendrá a la cabeza este clásico compuesto por el matrimonio John Philips y Michelle Phillips mientras vivían en Nueva York. Era tal la nostalgia que sentían por el calorcito de Los Ángeles que John soñó con la canción y despertó de inmediato a su esposa para que le ayudara a terminarla. Se editó como single a finales de 1965, pero no resultó para nada un éxito inmediato. Tuvo que romper el hielo una emisora de Boston y poco después de debutar en las listas en enero de 1966 de ahí no se apeó en unas cuantas semanas hasta el punto de convertirse en el número uno de ese mismo año en Billboard.
Este grupo de folk eminentemente vocal fue uno de los pocos que mantuvo el tipo durante el empuje de la British Invasion en EE UU junto a The Byrds o The Beach Boys, aunque tampoco permanecieron demasiado tiempo en la cresta de la ola. La historia del final de la banda es digna de un vodevil al convertirse en amantes Denny Doherty y Michelle Phillips, que a su vez estaba casada con John Phillips. Cass Eliot, la otra en discordia, para rizar el rizo, estaba enamorada en secreto de Denny, así que al enterarse de la noticia no le hizo demasiada gracia, casi la misma que le produjo a John encontrarse en la cama a Michelle y Denny. Esto sí que era amor libre.
2. Jefferson Airplane - “Somebody To Love”
La voz de Grace Slick fue fundamental a la hora de definir el sonido característico de San Francisco, del mismo modo en que el álbum ‘Surrealistic Pillow’ se convirtió en banda sonora imprescindible del Verano del Amor. Por algo estos californianos encabezaron los tres festivales americanos más famosos de los 60, a saber, Monterrey, Woodstock y Altamont, aparte de la primera edición del histórico evento celebrado en la Isla de Wight, una cita que ha llegado incluso hasta nuestros días.
Y junto con “White Rabbit”, “Somebody To Love” es quizás otra de esas piezas más utilizadas en cualquier documental o referencia al movimiento hippie, algo muy curioso teniendo en cuenta que este tema compuesto por Darby Slick de The Great Society, grupo en el que debutó Grace Slick, hablaba en realidad acerca de la fidelidad y la monogamia en plena época del libre albedrío sentimental. En concreto, esta positiva letra nos anima a encontrar una persona que realmente valga la pena y que nos acompañe en la salud y la adversidad. ¿Demasiado conservador para tan alocados tiempos?
3. Grateful Dead - “Truckin'”
Otros de los iconos irrenunciables del hippismo y precursores totales de las jam sessions que se extenderían como la pólvora en el mundillo psicodélico, pese a que la música de Jerry Garcia y compañía superaba cualquier intento de categorización al incorporar elementos de jazz, space rock, reggae, folk o bluegrass. Al igual que Jefferson Airplane, también tocaron en el Human Be-In de Golden Gate Park, la mecha que prendió fuego al Verano del Amor, aunque una de sus actuaciones más recordadas fue la que protagonizaron junto al templo Hare Krishna de San Francisco, un jolgorio trascendental al que se apuntaron el fundador del culto Bhaktivedanta Swami o el poeta e icono de la contracultura Allen Ginsberg, entre muchos otros.
Pese a que apareció en su trabajo de 1970 ‘American Beauty’, es decir, bastante después de las multitudes de Haight-Ashbury, “Truckin’” reúne las principales señas de identidad del universo de Grateful Dead y fue declarada en 1997 “tesoro nacional” por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Suponemos que en una sociedad tan chapada a la antigua como la estadounidense no harían nada de gracia sus continuas alusiones a las drogas, en especial esa popular estrofa que dice “Qué viaje tan largo y extraño ha sido…”.
4. Jimi Hendrix: “Hey Joe”
Qué decir de aquel extraterrestre de las seis cuerdas que con una trayectoria de apenas cuatro años se convirtió en probablemente el guitarrista más influyente de la historia del rock. Da la casualidad de que empezó a ser conocido después de su legendario concierto en el Festival de Monterrey, uno de los eventos indisolubles al Verano del Amor junto con el Fantasy Fair and Magic Mountain Music Festival, y para cuando encabezó Woodstock ya era el artista mejor pagado en directo. Hasta el coloso Eric Clapton se quedó anonadado cuando le invitó a subir al escenario en un bolo londinense de Cream. “Se fue y mi vida no volvió a ser la misma”, así resumía entonces la impresión causada.
Del hacha de Seattle nos quedaremos con un clásico garajero de autoría no del todo clara, pero vinculado irremediablemente a la memoria de Hendrix. De hecho, fue tocando esta pieza en el Café Wha? de Nueva York cuando le descubrió el ex bajista de The Animals Chas Chandler y decidió llevárselo a Londres con la intención de transformarlo en una estrella. Y en un cúmulo de casualidades, fue también la última canción que se interpretó en Woodstock ante 80.000 personas que no se resignaban a marcharse a la espera de unos bises. Para esas alturas el festi ya era un cementerio inmenso de basura y porquería, pero Hendrix no tuvo reparo en elevarse por encima de la mugre.
5. Janis Joplin: “Summertime”
Y faltan asimismo palabras para describir a una de las grandes cantantes femeninas de todos los tiempos, una intérprete con una fuerza tan descomunal sobre las tablas que tanto público como la prensa coincidían en calificar sus actuaciones de “eléctricas”. Al igual que Hendrix, su carrera despegó tras su paso por Monterrey como integrante de una banda psicodélica prácticamente ignota hasta entonces llamada Big Brother and the Holding Company y fue otro de los nombres protagonistas del festival de Woodstock. Casi medio siglo después de su prematura muerte, todavía sigue encabezando la lista de los artistas más vendidos en Estados Unidos.
Joplin transformaba en oro cualquier composición ajena que tocara, incluido este viejo clásico de George Gershwin al que han rendido homenaje más de 30.000 grupos. David Starkey dijo que cantaba dicho corte “con la autoridad de un espíritu muy antiguo” y no le faltaba razón, ya que le imprimió tanto desgarro que no sabe a ciencia cierta si grita o susurra, es como si se hubiera transformado de un plumazo en el personaje que en la ópera original canta a un bebé durante el tercer acto. Una posesión asombrosa.
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