Parece que me ha tocado a mí bailar o lidiar con “la más fea” estos días con respecto a Iron Maiden. Es una tarea ingrata y dura, pero alguien tiene que hacerla y salvar el honor tanto de ‘No Prayer For the Dying’, ayer, como de ‘The X Factor’ hoy (por sus respectivos 35º y 30º aniversarios). Bromas aparte, porque además no lo pienso así (al menos ni en de lo ingrato ni en lo de “discos feos”), recojo el guante encantando, y me enfango todo lo que haga falta para defender dos de los discos menos populares sin duda en la carrera de los británicos.
Que no son los discos más queridos ni apreciados por los fans, y seguramente tampoco por ellos mismos, es obvio. Pero como cualquier “patito feo” de la historia, siempre hay interesantes secretos detrás que contar, bonitos momentos que rememorar y recuerdos particulares que (dejar) aflorar. Sea como sea, hay puntos cardinales de la historia que es interesante traer a la palestra, e incluso, ¿por qué no?, tratar de explicar y analizar con la perspectiva que nos dan, en este caso, las tres décadas que nos separan de la salida de uno de los discos más controvertidos de la historia de la música dura… y el heavy metal en concreto.
Curiosamente, solo cinco años separan a ambos discos “malditos”, pero en realidad hay bastantes similitudes entre ambos (musicales, estilísticas y de salir en épocas complicadas). Sin incidir de más en esto, que ya lo hicimos en el artículo previo, sí es curioso mentar todo lo que cambiaron las cosas para Iron Maiden en ese período. De hecho, más lo haría precisamente cinco años después, para abrir mucho mejor el nuevo siglo con la vuelta de Bruce Dickinson y Adrian Smith con ‘Brave New World’. Pero esta historia ya os la hemos contado, así que volvamos al controvertido 1995 y a ese primer disco de Maiden (¡paren las rotativas!) sin Bruce Dickinson.
Hablamos de un año relevante para la historia de la música, aún habría que matizar o decidir si para mal o para bien (seguramente ambos), y en el que salieron muchos discos importantes: Tanto debuts (como os contamos en este artículo en su momento) como sencillamente trabajos importantes justo a mitad de la década más extraña para la música, al menos sin duda la más difícil para las bandas de heavy metal y rock o hard rock clásico.
Situémonos
Ya no es 1990 sino 1995, y “los 90” no están empezando, sino literalmente en pleno apogeo, con el mundo de la música dura totalmente revolucionado y agitado como un avispero. Todo ello con el grunge, el rock alternativo y las nuevas tendencias dentro del metal pegando muy duro; y con el negocio totalmente descolocado y la modernidad, como lo queramos entender, mandando sobre lo viejo, caduco o clásico. Por decirlo suave, ¡muerte a lo retro y viva el mal y el capital!
Todas las bandas clásicas estaban intentando sobrevivir o adaptarse a los nuevos tiempos como pudieran: bajándose los pantalones hasta los tobillos, cortando melenas y cambiando fondo de armario, o al menos tratando de no parecer el invitado en la fiesta que nadie quiere allí. Y los más auténticos, los más queridos, los más respetados, de repente aparecen con este disco, con Blaze Bayley en vez de Bruce Dickinson, ya en solitario y haciendo “el moderno”, sin melena y abrazando el grunge (casi) sin pudor.

Perdonadme, que estoy haciendo la traslación rápida directamente hasta la salida del CD (matiz interesante porque entonces ya no había vinilos), sin meterme mucho en los pasos previos que todos conocemos y con una cruda exposición de los hechos a pecho descubierto. Y encima con el disco posiblemente más oscuro, “raro”, y encima con la portada más fea, por no decir directamente cutre, de la historia de la banda. ¡Uff!
En la época costó, para los viejos y nuevos seguidores, para el bueno de Blaze (que no tenía culpa de nada, más bien lo contrario) y para la propia banda, que tuvo que remangarse y nadar contra corriente como nunca antes habían tenido que hacer. Y erre que erre salieron adelante y ‘The X Factor’ se ha quedado como un disco no muy apreciado de la carrera del grupo pero que es representante directo de una época y de un momento muy difícil para Iron Maiden, y solo por ello merece darle valor y cariño. Por esto y porque ni mucho menos es un disco tan malo, “moderno” ni raro siquiera como se ha pintado tantas veces.
Permitidme representar este momento, y la “culpa” del no culpable Blaze Bayley, con esta preciosa gamberrada sonora de años después.
Cinco puntos para entender mejor ‘The X Factor’
Odiado y vilipendiado, para mí injustamente una vez más, lo vamos a entender un poco mejor explicando estos puntos con los que vamos a centrar esta parte central del artículo. De hecho, permitirme por una vez no hacer intrahistoria de más sino más bien radiología constructiva, y cirugía reconstituyente, además de cierto análisis del disco como tal, pero a través de estos cinco puntos para respetar algo más a ‘The X Factor’.
Por cierto, el título es un clarísimo juego de palabras entre ser el décimo disco del grupo, pero a la vez el factor desconocido “cualquiera” con el que la banda tenía que jugar sus cartas en ese momento. E incluso con un matiz de no saber qué iba a pasar con ellos, con el disco y con la propia banda en una apuesta casi sin red en ese momento. De ahí lo de “factor x” que determinara el éxito o el fracaso de una empresa tan compleja entonces. Había que haberlo vivido desde dentro, por cierto, si me permitís añadir (sin que nadie me lo pida) una opinión al respecto.
1. Todas las canciones cuentan con intro y outro acústicas
Una curiosidad, y particularidad de las canciones del disco es que todas cuentan de alguna manera con intro y/o outro acústicas, o al menos melódicas. Steve Harris aparece como principal protagonista del álbum (como siempre, pero en este momento aún más), aunque tanto Janick Gers como Blaze Bayley aportan composiciones al disco, no así Dave Murray. No está ni bien ni mal ni regular, pero es un detalle relevante porque sí les da a las canciones, y al propio trabajo, un aura más cinematográfico, monumental y a la vez intenso. Es más, no es casual que varios de los temas del disco estén basados en películas, y además bastante profundas en argumento y mensaje y trasfondo.
Obviamente mucho más justificadas estos pasajes al principio (y varios finales) de las canciones, y sobre todo más acertadas, en el caso de “Sign of the Cross”, “The Edge of Darkness” o “Judgement of Heaven” que en los cortes más directos como “Lord of the Flies” o “Man on the Edge”.
2. La tonalidad de los temas, al servicio de Blaze Bayley
No es casual tampoco que los temas aquí sean más oscuros, “lentos” y en un tono más grave que lo que nos tenían acostumbrados. A nadie se le escapa, por supuesto, lo diferentes que son las voces y el tono (incluso el rango vocal) de Bruce Dickinson y de Blaze Bayley. También la personalidad en escena, más estático Blaze, pero a la vez agresivo e intenso, y obviamente un frontman mucho más dinámico y sin parar de moverse por el escenario, como siempre ha sido Bruce.
Quizás no tiene sentido a estas alturas recuperar el debate de si hizo bien o mal Harris, y Rod Smallwood, al apostar por un “ogro” (Blaze) en vez de por un “querubín” (André Matos o Michael Kiske, entre muchos otros que postularon al puesto entonces). El trono era inalcanzable y las críticas iban a ser feroces de cualquier manera. Además, cualquier fan de Maiden sabe que ellos escogerán siempre a un compañero para beber pintas en el bar y compadrear en los partidos de fútbol que a un músico excelso (y encima no británico) para unirse a la familia.
Escogido Blaze, tras muchos años compartiendo momentos personales y musicales con los Wolfsbane (que obviamente Bayley no salió de la nada ni de repente en el entorno Maiden), había que “apechugar” y componer temas más cercanos a su voz, que ya vimos en la gira que por supuesto cantar canciones como “The Evil that Men Do” o “The Trooper” no era lógicamente su fuerte. Es decir, había que adaptar las composiciones a las posibilidades del nuevo vocalista, al que personalmente siempre defenderé lo bien que lo hizo al tener que meterse en los zapatos del cantante por excelencia del heavy metal, y el más querido y apreciado por los fans.
Como curiosidad, por si a alguien le interesa, Wolfsbane son de Birmingham, forman parte de la última ola (si es que eso existe) de la NWOBHM, y eran una banda con cierta relevancia en UK a finales de los 80 y principios de los 90.
3. Piezas largas y una muy, muy larga
Los cortes del disco son en general largos, que solo el single “Man on the Edge” (por supuesto el tema más rápido y movido del disco, curiosamente “recuperado” de los años de Janick Gers con sus White Spirit a principios de los 80) baja de los 5 minutos, y con un deje tanto oscuro como sobre todo casi progresivo que, nos guste o no a muchos, va a abrir una nueva etapa compositiva para Maiden desde entonces. Como decía antes, temas enrevesados, largos, pesados, de tonalidad grave y letras profundas y oscuras por la razón clara que desarrollamos en el siguiente punto… pero básicamente era la época, pesimista al máximo para el grupo, la música dura e incluso a nivel social y laboral, y con guerras a lo largo y ancho del planeta que estaban literalmente desangrando al mundo (exactamente de eso habla “Blood on the World´s Hands” o “Fortunes of War” por ejemplo).
Mentábamos en el punto anterior las referencias cinematográficas y literarias que tiene este disco, tanto a nivel musical como a nivel de letras. ¿Sabéis que “Sign of the Cross” está basada en “El nombre de la Rosa”, la novela de Umberto Eco y la posterior película maravillosa con Sean Connery como protagonista? ¿Y sabíais que “Lord of the Flies”, posiblemente mi favorita, está basada en la seminal novela del mismo título, de William Golding, y la película posterior (excelente pero muy dura) “El señor de las moscas” con Harrison Ford de protagonista?
¿Y habíais caído que “The Edge of Darkess” está basada en la película “Apocalypse Now” de Francis Ford Coppola, relatando los horrores de la guerra del Vietnam y la locura de los soldados participantes, a su vez adaptada de la novela clásica “Heart of Darkness” de Joseph Conrad? Finalmente, “Man on the Edge” tiene que ver con la película “Un día de furia”, protagonizada por Michael Douglas y que es todo un icono de los 90… ¡Pues ya lo sabéis!
Como curiosidad, mentar que entonces “Sign of the Cross” (seguramente la joya de ‘The X Factor’) fue el tema más largo de la historia de Maiden, tras “Rhyme of the Ancient Mariner”, aunque ya lo han superado al menos dos o tres veces en los últimos años.
4. La depresión de Steve Harris transformada en música
Y, aparte de lo ya comentado, ¿por qué este disco fue “así”? Pues además del cambio de cantante, de época y tratar de adaptarse algo a los nuevos tiempos, fue porque es un disco surgido cien por cien de la depresión de Steve Harris tras separarse de su esposa poco antes. ¿Quién lo diría?, pero así es. Esto arrastró a ‘The X Factor’ a una atmósfera oscura, depresiva, inquietante y realmente oscura, con menciones incluso al suicidio, que nunca hasta entonces había tenido un disco de Maiden.
De hecho, para él fue una catarsis absoluta y el mismo Harris ha comentado muchas veces que fue el disco que le liberó a nivel compositivo y le permitió abrir la puerta más progresiva que han expuesto profusamente desde entonces y hasta ahora. Como mentaba al principio, no seré yo el que me moje diciendo si fue para bien o para mal, pero el hecho obvio está ahí. Y no en vano el bajista dice que, por esto, es uno de sus discos favoritos de Iron Maiden y de los más especiales para él. Respetando su opinión, y entendiéndola, en esto no le podemos dar la razón. O al menos no debo asentir sin disentir.
A su vez, se cae por su propio peso que, por las razones del divorcio y el tiempo que pasaría “solo” y deprimido, estuviera leyendo novelas, viendo películas y sumiéndose literal en la introspección que iban a inspirar directamente todas las canciones de este disco (al menos las compuestas mayormente por él, que son la mayoría aquí). Curioso cuanto menos.
5. Las tres (o cuatro) canciones que se quedaron fuera
Sin profundizar de más en esto, ni en cantidad ni en razones ni en las catacumbas del material perdido o recuperado de esa época, es vox populi que hubo temas que se quedaron fuera y que se han utilizado posteriormente como caras B, o han salido en diferentes recopilaciones de rarezas:
Desde la cañera “Judgement Day”, o una más floja y simplona “Justice of the Peace”, hasta la más sencilla y directa “I Live My Way”, que no tiene que ver con Frank Sinatra. Curiosamente los tres son temas cortos y directos, y por ello aparecieron como caras B del single de “Man on the Edge”, y a su vez podemos entender por qué se quedaron fuera del disco. Para mí, en realidad solo “Judgement Day” tiene el nivel, pero aún así se quedan fuera del espectro musical y estilístico del álbum.
Para terminar, mentamos “Virus”, más conocida, que salió como tema de inicio de aquella recopilación fantástica llamada “Best of the Beast” de 1996 (con una portada bien chula y super icónica, por cierto), pero que viene también de estas sesiones. La curiosidad es que es un tema que nunca tocó Iron Maiden en directo, pero sí Blaze Bayley ya en solitario.
¿Volverán a darle alguna oportunidad a ‘The X Factor’ o seguirá siendo un disco maldito y repudiado (injustamente) dentro de la discografía completa de Iron Maiden? Vale, quizás salvando “The Sign of the Cross” y “Lord of The Flies”, apreciadas incluso por Bruce Dickinson, y por una gran mayoría de fans del grupo, pero ya sabéis a lo que me refiero.
¿Alguna vez tendrá el bueno de Blaze Bayley, currante y luchador como pocos, puro corazón mediante, la oportunidad de poder redimirse ante los fans de Maiden sobre el escenario con sus antiguos compañeros? ¿Y perdonarán los fans el pecado original con el que ya nació directamente este trabajo, y podrán quitarle el estigma que tiene, a veces sin escucharlo entero siquiera, y la cruz que le pusieron entonces desde entonces hasta ahora? The answer, my friend, is (still) blowing in the wind.
Que no se pierda el legado y que juntos sigamos construyendo el camino. No puedes dejar el rock, y lo sabes… De lunes a jueves en MariskalRock Radio de 18:00 a 19:00, con repetición para los rezagados o nocturnos empedernidos a las 22:00. ¿Nos escuchamos juntos?
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