THE JIM JONES REVUE: QUEMANDO EL GARITO
16 mayo, 2011 6:11 pm Deja tus comentarios
Kafe Antzokia, Bilbao
Lejos quedaron los tiempos en que Jerry Lewis y Little Richards incitaban a la rebeldía juvenil con ese ritmo subversivo que escandalizaba a padres y gentes de bien. Con el mismo espíritu original pero unos 50 años después Jim Jones, el que otrora fuera líder de los psicodélicos Thee Hypnotics, cada noche desentierra el baúl de la abuela y celebra una especie de aquelarre en el que demuestra lo cierto de aquella máxima que decía que al rock n’roll no le hacía falta evolucionar sino añadirle volumen y distorsión.
Y precisamente los británicos siguieron la norma a rajatabla con un sonido realmente ensordecedor plagado de feedback y guitarras chirriantes, algo así como Chuck Berry pasado por el tamiz abrasivo de The Stooges. Se conoce que gran parte del personal ya los había catado previamente en el Azkena Rock Festival del 2010 y pensó, al igual que un servidor, que sería una estupenda idea ver cómo se lo curraban en sala. Total, que al final el recinto estaba a reventar, a punto de ebullición, con la peña enfervorizada deseando que se iniciara la quema, que iba ya con cierto retraso, por cierto.
Antes hicieron bastante digerible la espera LAS CULEBRAS, combo íntegramente femenino de Pamplona a lo Runaways o Girlschool aunque tampoco hacen ascos a la herencia de Hendrix y MC5. Como si quisieran emular a sus adorados Kiss, se repartieron ocasionalmente el micrófono entre ellas, pero la que más nos cautivó fue la guapilla punki a las cuatro cuerdas por su peculiar tono agudo y su impresionante presencia en el escenario, en especial cuando para finalizar un tema se tiró al suelo y ahí medio tumbada dio un par de golpes de bajo, estas chicas de actitud andan sobradas.
Punk, glam, rock garajero y hasta una guitarrera adaptación del “Nutbush City Limits” de Ike & Tina Turner las convirtieron en un grupo digno de seguir la pista. Tremendas.
El carácter directo del rock n’ roll primigenio ha fascinado a mentes tan dispares como el rey del glam Marc Bolan o el macarra Sid Vicious pero obviamente no es lo mismo escucharlo en un viejo tocadiscos que a un volumen atronador del calibre del que ofrecieron esa noche THE JIM JONES REVUE en el Antzoki. Al margen de apreciaciones personales, todo el mundo con el que hablabas coincidía en señalar ese aspecto que contribuía a esa sensación de burbuja sónica de la que es imposible abstraerse. ¿Los Manowar del rock?
Con pinta de predicador dispuesto a vendernos la moto, el chulo de Jim Jones ofició a la manera de un apóstol en un mar de fieles, lo suyo, sin embargo, no fueron sermones, sino un frenético rock n’ roll que más bien parecía un homenaje a Little Richard o Larry Williams en toda regla: aspavientos incontrolados, gritos desgarradores y los consabidos ‘oh yeah’ provocaron el delirio en los más acérrimos.
Y es que este tipo tiene tablas en la materia, su forma de moverse, de acercarse a las primeras filas revelan que no está en esta profesión de casualidad y que puede quedarse con el personal en cualquier momento si se le antoja. Su alma está vendida al rock n’ roll más puro.
En “Burning Your House Down” habló de prender fuego al garito (en un sentido metafórico, no es ningún pirómano) y pilló la guitarra en “Premeditated” para seguir con el fusilamiento a Richards, sin esconderlo y orgulloso, eso sí. Otras veces nos introdujo con notable habilidad en un rollo más trascendente a lo Nick Cave y por algunos tonos ásperos cual lija y los pelos alborotados remitió al genial Tom Waits.
Dejado un poco de lado a este inefable personaje, en el resto de la banda que le acompañaba destacaba el eficiente guitarrista, un genuino ‘teddy boy’, encuerado y con tupé, casi salido de ‘Grease’, y un jovencito pianista que lo vivía bastante, aunque no alcanzaba el nivel del animal Elliot Mortimer, que les abandonó hace poco por no poder compatibilizar el oficio de músico con su vida diaria.
En cuanto al repertorio, tampoco tenían mucho para rascar, únicamente un par de álbumes y una recopilación de singles, pero, a excepción de unas cuantas peticiones de palmas, aprovecharon al máximo el tiempo y cayeron temas tanto del debut tipo “Rock N’ Roll Psychosis” y “512” como del segundo, ahí atronaron “Dishonest John” o “High Horse”. Hasta hubo una revisión del “A Big Hunk O’ Love” de Elvis Presley que no hizo sino colocar la guinda en esta suerte de homenaje a sonidos pretéritos.
Ya conocíamos la costumbre de Jim Jones y los suyos de realizar bolos cortos y certeros, por lo que no nos sorprendió que se retiraran a la hora escasa antes de volver por aclamación popular con “Elemental”. “¿Darías vuestra alma por una canción más?”, inquirió a la parroquia y recibió un abrumador “yeah” por respuesta. Petición aceptada. Faltaba dar el toque de gracia a la pira funeraria y ese detalle se materializó cuando Jim empezó a arrancar cuerdas de la guitarra, una pena que no la quemase para finiquitar un epílogo perfecto.
Aunque se trate de un estilo fácilmente predecible y que tampoco vaya a aportar nada nuevo al panorama musical, hay que reconocer que en directo gana enteros de una manera escalofriante. Y más si encima le añaden una distorsión que ya habrían querido en los 50 y una potencia descomunal casi al límite de lo soportable. Aquella noche deberían haber llamado a los bomberos, estaba ardiendo el garito.
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
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