PARALÍTIKOS: AUTÉNTICOS ANTIHÉROES

Gaztetxe de Leioa, Bilbao

Cualquiera que haya tenido la ocasión de  ver ‘El Cielo Sobre Berlín’ de Wim Wenders seguro que no puede olvidar aquella escena en la que uno de los dos celestiales protagonistas entra en un garito lúgubre poblado por seres hipnotizados ante la música fantasmagórica de Nick Cave. En un deprimente ambiente de posguerra, inadvertidos a los ojos de los mortales, una pareja de ángeles se encarga de transmitir tranquilidad a todas las almas atormentadas que van conociendo.

Con ese mismo halo de invisibilidad parecen convivir día a día miles de grupos que merecerían tocar en mejores condiciones y que arrastran consciente o inconscientemente la etiqueta de ‘malditos’. Los cántabros Paralítikos son uno de los ejemplos más palmarios, pues desde que iniciaran su trayectoria con ‘Vacaciones en una Silla de Ruedas’ allá por 1989, sin variar ni un ápice su estilo o influencias, se han granjeado una reputación de banda de culto similar a la que consiguieran en su época con un único disco de estudio sus admirados Parálisis Permanente.

Para redondear la jugada, el lugar elegido para presentar su última obra ‘La Senda de los Antihéroes’ era peculiar como pocos. Se trataba de uno de esos gaztetxes (casa de la juventud) que creíamos desaparecidos de la geografía vasca años ha. Una vieja nave industrial con un mural en una esquina que proponía la ‘muerte al estado’ y otro tipo de eslóganes reivindicativos completaban el paisaje. Sorprendentemente, el recinto contaba con una barra de bar y una acústica incluso mejor que las de unas cuantas salas ‘oficiales’. Maravillas de la autogestión.

Por desgracia, excepto algunos enteradillos y los punkis habituales que pululaban por allí, no se supo valorar en su justa medida esta oportunidad de contemplar a un combo mítico del minoritario panorama post punk estatal y que además se tornaría en acontecimiento histórico al subirse al escenario en los últimos temas Rafa Balmaseda, bajista original de Parálisis Permanente. Una ocasión única, sin duda.

Para calentar el desangelado ambiente, desde Irún Kaos Kooperativ ofrecieron tralla punkarra cercana al hardcore en plan GBH sin demasiadas contemplaciones ni vueltas de tuerca. No era mal plan tampoco para iniciar una noche de sábado, temas cortos de visto y no visto certeros a la yugular que bien valían para pasar un buen rato.

Conseguir un sonido propio no es algo que se logre de la noche a la mañana, sino que requiere unas ideas lo suficientemente claras y la precisión de un cirujano hasta dar con el punto exacto. Paralítikos pueden presumir de eso y de más en directo al poner sobre la mesa en los primeros minutos sus señas de identidad con la desgarrada voz de Ricardítiko, en la estela de Iosu de Eskorbuto o del inefable Eduardo Benavente, bajo el colchón de teclados de Elizia Morticia que acrecientan el aspecto siniestro de sus composiciones.

Con la declaración de principios “Paralítikos” y “La Navaja de Afeitar” ya dejaron claro que de actitud andan sobrados y que están al margen de cualquier atisbo de moda o comercialidad. Representan como nadie la verdadera esencia del gótico, esa que por norma general desconocen las nuevas generaciones y que bebe de Bauhaus, Lords of the New Church, Joy Division y tantos otros, en definitiva, cosas de escucha obligada para todo aquel interesado en el género.

Precisamente, el vocalista se acordó de Stiv Bators al decir que “la vida es una ruleta rusa” en referencia a “Russian Roulette”, uno de los temas insignia de Lords of the New Church. Y también tuvo palabras para los tipos leídos citando ‘La Senda del Mal’ de H.P. Lovecraft antes de acometer con “La Bella Durmiente”. Desde luego, nadie puede negar que Ricardítiko pone bastante empeño en la interpretación, pues cantar no debería limitarse únicamente a entonar bien sino a tratar de insuflar alma a las piezas para que resulten creíbles.

Los efectos de eco a la voz contribuían a dar solemnidad a un repertorio dinámico ante el que es imposible aburrirse, alternando cortes clásicos tipo “Mierda de Creación” con muestras de su reciente ‘La Senda de los Antihéroes’, caso de “Necrofilia” o “¿Dónde Vas a Pasar la Eternidad?”. Había preparados en torno a unos 30 temas o así, según vimos en el set list, por lo que había material de sobra para rascar.

Lo que no esperábamos de ninguna manera es que los responsables del gaztetxe, un chiringuito ilegal, no está de más recordarlo, les obligaran a recortar la actuación ante la falta de venta de entradas, una actitud que no merece ninguna banda y que no demuestra un talante muy progresista que digamos. Uno se podría esperar este tipo de cosas en una discoteca pija de moda, pero no en un lugar alternativo que en teoría intenta difundir la cultura underground. Sin acritud ninguna, considero muy encomiable la labor que están haciendo en la zona dando un uso adecuado a un edificio muerto de risa del que nadie se acuerda salvo los especuladores, sin embargo, un poco más de comprensión con los asistentes, por muy escasos que sean, sería de agradecer.

Por suerte, hubo tiempo para que saliera el histórico bajista de Parálisis Permanente, Rafa Balmaseda, para una soberbia “Nacidos para Dominar” que al igual que sucede con su versión del “Amor Frenopático” de Commando 9mm, no se antojaría descabellado afirmar que gana en empuje respecto a la original, nadie como Ricardítiko para captar y trasladar a la perfección el espíritu de Eduardo Benavente. Y lo mismo podría decirse de “Jugando a las Cartas en el Cementerio”, una de las primeras grabaciones de la banda surgida tras una escisión de Alaska y Pegamoides.

La peña estaba con ganas de más y ante el clamor general improvisaron con Rafa “La Motosierra”, una pieza importante en la trayectoria de Paralítikos pero que tampoco dispone de la relevancia exigible para cerrar una velada con un invitado de excepción, lo suyo habría sido recurrir al “Autosuficiencia” o al “Quiero Ser Santa” y dejar el pabellón por las nubes. Con todo, los cántabros certificaron su pose maldita y demostraron que son unos auténticos antihéroes capaces de crecerse en las más terribles circunstancias.

Alfredo Villaescusa

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