OPETH: UNA HERENCIA DE ALTURA
21 noviembre, 2011 5:26 pm Deja tus comentariosSala Santana, Bilbao
Que haya grupos al margen de la comercialidad o de las modas del momento con un poder de convocatoria casi inalterable siempre es algo digno de elogio. No importa que la coyuntura actual se deje notar en la asistencia a los conciertos, cuando los cimientos se antojan sólidos ni el vendaval más potente puede acabar con ellos. Y si encima le sumamos un trabajo arriesgado, distanciado de alguna manera de su propios orígenes, el prodigio adquiere tintes de milagro.
Tal es el caso de los suecos Opeth, que volvieron a juntar en un mismo recinto a una considerable audiencia variopinta que iba desde los modernillos con rastas hasta los sesudos virtuosos que aplaudían con fervor al final de cada pieza igual que si estuvieran en La Scala de Milán. Pese a no repetir el llenazo de la anterior visita a la capital vizcaína, mantuvieron el tipo con bastante dignidad para la que está cayendo y lograron abarrotar el lugar sin dificultad desde hora temprana.
Lamentablemente una falta absoluta de seriedad y organización en el asunto de las acreditaciones impidió que pudiéramos entrar cuando los teloneros PAIN OF SALVATION irrumpieran en escena, gracias a esa curiosa política de dejar pasar primero a los asistentes y luego a los fotógrafos no conseguimos llegar hasta el tercer tema, aunque estuviéramos esperando desde unos 30 minutos antes de la apertura de puertas.
Por lo menos, una vez dentro, la sorpresa fue mayúscula al encontrarnos con un Daniel Gildenlöw en estado de gracia, envuelto en un sonido espectacular y descargando un repertorio centrado en su reciente ‘Road Salt Part Two’ con “1979” y “To The Shoreline” como puntos álgidos. Una imagen de la actriz Audrey Hepburn presidía la función y suponemos que servía al líder para inspirarse, pues en un arrebato sentimental soltó: “Es tan guapa…pero vosotros lo sois más”. Pero en un repertorio que ni alcanzó a las diez canciones tampoco daba tiempo a saborear demasiado, máxime cuando no eran pocos los seguidores que habían acudido expresamente a apoyar al combo, todos ellos se quedaron con ganas de más. Como decía aquel, para semejante viaje no hacían falta alforjas.
Sin grandes alardes ni actitud virtuosa, OPETH apostaron fuerte por el último lanzamiento ‘Heritage’ con “The Devil’s Orchard” y “I Feel The Dark”. Imagino que en este aspecto existirán diversidad de opiniones, algunos lo adorarán y otros lo considerarán un ladrillo de mucho cuidado, pero había que atenerse a las consecuencias, si uno lee cualquier entrevista con Akerfeldt ya se le nota al hombre al hablar del plástico tan contento como un niño con zapatos nuevos, por lo que no debería extrañar esta preponderancia entre el personal mínimamente informado.
El bueno de Mikael tampoco se olvidaría de los demás en “Face of Melinda”, exhibiendo ese descomunal nivelazo al alcance de unos pocos. A continuación, presentó a la banda con su habitual vena humorística, dedicando al teclista el calificativo de ‘nuevo’ y otorgándose a sí mismo el de ‘viejo’, sinceridad ante todo. Después de lo vivido aquella velada empezamos a pensar que cada vez tienen menos importancia los músicos de los que se rodee el líder, mientras no disminuya el estándar de calidad acostumbrado, nadie reparará en tal o cual miembro, todos cumplen a la perfección a su papel y no se les debe exigir más.
En el seno del grupo no parece asimismo probable que existan problemas de ego y Mikael no tiene inconveniente, si la ocasión lo requiere, en ceder el protagonismo a su batería, por ejemplo, en un solo bastante trallero que mantuvo en vilo a los asistentes con la misma atención del que acude a una lección magistral. Resultaba particularmente llamativo ver al voceras con los brazos cruzados y aplaudiendo como uno más.
El aire a lo Hendrix de “Nepenthe” sirvió de preludio al intervalo acústico formado por “The Throat of Winter”, “Credence” y “Closure”, que se hizo un tanto pesado de digerir, para un servidor fue con mucho lo peor del recital, con un par de temas sosegados habría sido suficiente, aunque bueno, otros igual lo disfrutarían. Anduvieron atinados, no obstante, al retomar de inmediato la faceta cañera con “Slither”, una canción dedicada en palabras de Akerfeldt a Ronnie James Dio, que nos incitó a movernos “como en el 78”.
Los suecos se hicieron de rogar para los bises, pero finalmente Mikael volvió acompañado de su séquito para tirar una púa y luego pedir que se le devolvieran porque no tenía más. Por segunda ocasión, presentó a los miembros y hasta nos dedicó una tonadilla acústica que decía algo así como “thank you motherfuckers” (gracias hijos de puta), una expresión de verdadero afecto para este cachondo sin par.
Y el epílogo llegó con la evocadora “Folklore”, para no dejar cojo el repaso a ‘Heritage’, cuyos punteos finales brotaron niquelados. Quizás aquí lo suyo habría sido algo más emblemático para cerrar con todos los honores, pero estaba claro cuáles eran sus prioridades. Por supuesto que se echaron de menos cortes del estilo de “Bleak”, “Harvest” y otras de la primera época de la que ya no queda ni rastro. El resultado, sin embargo, para nada desagradó y demostró que han conseguido reunir una herencia de altura que puede satisfacer a cualquier amante de la música con mayúsculas.
TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA
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