JOHN GARCÍA: EL CHAMÁN DEL DESIERTO
3 diciembre, 2014 11:57 am 1 ComentarioExiste una escena en la película de Oliver Stone The Doors en la que Jim Morrison y otros miembros de la mítica banda se trasladan hasta un arenal y ahí se entregan a la locura alucinógena del peyote, planta con larga tradición entre los indios norteamericanos en la alteración de estados de conciencia. La experiencia les transforma por completo y salen del viaje drogadicto con una percepción diferente de las cosas, casi como si hubieran presenciado una suerte de aparición mariana por lo menos.
Esta fascinación por los arrebatos místicos inducidos siempre ha estado presente en la música de los californianos Kyuss, pertenecientes a esa escena de Palm Desert que se labraban un nombre actuando en poblachos desérticos de mala muerte, mezclando con absoluta naturalidad marihuana y otras sustancias con blues, psicodelia, heavy metal o hardcore hasta crear un sonido propio crudo y favorecedor del cuelgue momentáneo.
John García y sus compinches llegaron incluso al extremo de celebrar saraos en terreno baldío conocidos como ‘fiestas del generador’ debido al imprescindible uso de este artilugio encargado de proporcionar la electricidad necesaria para los equipos y demás. El Queens of the Stone Age Josh Homme recordaba de esta manera esa curiosa costumbre: “Allí no hay locales, así que solo puedes tocar gratis, si a la gente no le gusta, te lo dicen, no puedes dar por saco.”
Tras una breve incursión en el pasado Azkena vitoriano al frente de Unida, el emblemático cantante de Kyuss volvía a los escenarios peninsulares con la excusa de un homónimo debut en solitario, aunque en realidad no fuera más una tapadera para desfogarse con el legado en el que es todo un ícono. Una preocupación constante que ya ha perseguido anteriormente bajo diversos nombres como ‘García Plays Kyuss’ o ‘Kyuss Lives’, estos últimos obligados a cambiarse la denominación a ‘Vista Chino’ por problemas legales.
La cita venía además cargada de otras propuestas de fuzz reverberante como Komatsu y Steak, aunque por estar en otro concierto y no tener el don de la ubicuidad no conseguimos llegar a catarlos. Pero la colega Naroa Etxebarria, gran fan de los sonidos desérticos pesados y envolventes, destacó de los primeros “el rollo oscurete en algunas canciones, pese a ser un pelín aburridos”, mientras que de los segundos sobresalían “los riffs potentes” y su “chorro de voz”.
Pese a que la sala estaba a rebosar instantes antes de que irrumpiera el mesiánico John García, nos comentaron que no fue ni por un asomo así en los principios de la velada, ya que el personal fue arribando progresivamente. Sin gafas de sol como en las campas de Mendizabala, pero con idéntico aire de chamán de los páramos, el chicano inició la sesión espiritual con el tema de su mítica banda “Caterpillar March” y enseguida cambió de chip para dar cancha a su disco en solitario con “Rolling Stoned”.
La verdad es que el tipo se defendía con solvencia a la voz y tenía cierta clase, nos engatusó en un santiamén con ese peculiar bailecito, casi de ballet, consistente en estirar y recoger la patita a la vez que arrastraba el micro por las tablas. Su calculada pose a lo Morrison era intachable, distante tal vez con la congregación y entroncando con esa tradición de soberbios artistas a los que se la pela la reacción del público, ellos a su rollo, si gusta bien, y si no, a cascarla a otra parte. Los más grandes.
La base retumbante, que sacudía literalmente el cuerpo, emergió en “The Blvd”, quizás la pieza más redonda de su álbum de solanas, perfecta para darse al desenfreno y a las sustancias psicotrópicas. Como hemos mencionado, este lanzamiento no era más que una vulgar coartada para seguir interpretando en directo aquello que le catapultó a la fama, caso de la ambiental y pesarosa “El Rodeo”, con la peña agitando levemente la cabeza en señal de aprobación.
Se acordó incluso del efímero proyecto Slo Burn al fundir la breve instrumental de Kyuss “800” con “July” y fue alternando canciones del trabajo que presentaba con los inevitables himnos con naturalidad pasmosa, acompañado de una banda que aparte de cumplir con dignidad no destacaba en ningún otro aspecto, dejando todos los focos para que el profeta García expandiera el mensaje así en la tierra como en el desierto.
No ocultó su condición de fumeta y volvió dando unas caladas en los estertores finales antes de “Supa Scoopa and Mighty Scoop” y esas cabalgadas a lo Black Sabbath con pegadas de batería cual mantras que provocaron el delirio entre la muchedumbre. Quedó en el ambiente tan buen rollo que se exigieron a grito pelado los bises durante varios minutos hasta que por fin volvió el hombre de negro con un adrenalínico “Green Machine”, que se tornó con mucho lo mejor del recital con el mar de fieles levantando brazos y bramando.
Un concierto correcto que se pasó más deprisa de lo esperado y confirmó a García como un individuo con un aura especial, capaz de modificar la percepción colectiva sin esmerarse tampoco demasiado. El discreto encanto de un chamán del desierto con la habilidad de provocar con facilidad la enajenación del alma. Y sin drogas.
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
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1 comentario
Muy buena crónica sobre el concierto del eterno voceras de KYUSS y su banda en bilbo donde estuvo bien tanto con sus temas propios como algún giño a los KYUSS.Ójala algún dia se juntase esa banda que a primeros de los noventa inventó ese estilo llamado el desert rock!!!