Crónica de The Sheepdogs: Al otro lado del río
30 noviembre, 2015 6:33 pm 1 ComentarioKafe Antzokia, Bilbao.
Hay veces en las que existe la comunión, la simbiosis perfecta. Son esos instantes en los que el universo parece fluir en una misma dirección y no se intuye ni una nota discordante. Dejarse mecer al compás de la corriente y permitir que entre una energía interior que nos conecte con el vecino y también con el de más allá, ningún hombre es una isla, completo en sí mismo, ya lo decía el poeta metafísico John Donne.
Algo similar pareció suceder hace unos añitos en el festival Azkena cuando una multitud abarrotó el escenario de la carpa y se sumergió en el rollito hippie de una banda que a buen seguro la mayoría desconocía hasta entonces. Se trataba de los canadienses The Sheepdogs y casi todo el mundo los consideró entonces una auténtica revelación. Había un ambiente mágico que se traducía en miles de cabezas asintiendo en señal de aprobación, ni un puestazo de MDMA conseguiría tan gratas sensaciones hacia el prójimo circundante. Deberían haberlo patentado como antídoto contra fanatismos.
Con la esperanza de que tal vez repetirían aquella prodigiosa gesta nos presentamos en un Kafe Antzokia con la muchedumbre justa para insuflar calor al garito, sin agobios de ningún tipo. Un segurata adicional nos recibió además en la entrada, probablemente otra de esas paranoicas medidas de protección tras los recientes atentados de París y que han convertido el cotidiano hecho de ir a un concierto en una especie de lotería macabra. No es por aguar la fiesta, pero en la sala Bataclan también había gorilas en la puerta de acceso que los terroristas se cargaron de un plumazo.
Lejos de las malas vibraciones, The Sheepdogs nos invitaron a la comuna de primeras con “I’m Gonna Be Myself”, donde se acordaron en la letra de “los hermanos que nunca se rindieron”. Era como adentrarse en un túnel del tiempo con la voz del cantante a lo Lynyrd Skynyrd, una guitarra con el preceptivo slide, coros deudores de Neil Young y un teclista que hasta podría ser vegano militante.
Siguieron rescatando el buenrollismo que desprende su último largo ‘Future Nostalgia’ con “Bad Lieutenant”, blues rock de quilates a la altura del “Since I’ve Been Loving You” de Led Zeppelin, con uno de esos interludios entre guitarra y teclado de poner pelos de punta. Y si la memoria no nos falla, “Southern Dreaming” fue una de esas piezas que conquistó al personal en las campas de Mendizabala, lo más normal del mundo con un riff pegadizo que se mete en las entrañas cual parásito y no se despega ni con aceite hirviendo.
Lejos de las malas vibraciones, The Sheepdogs nos invitaron a la comuna de primeras con “I’m Gonna Be Myself”, donde se acordaron en la letra de “los hermanos que nunca se rindieron”. Era como adentrarse en un túnel del tiempo con la voz del cantante a lo Lynyrd Skynyrd, una guitarra con el preceptivo slide, coros deudores de Neil Young y un teclista que hasta podría ser vegano militante.
Su paleta estilística abarcaba una amplia gama de tonalidades añejas, desde el “Same Old Feeling” reminiscente de The Faces a su himno “Who?”, más Black Crowes o stoniana de la época del ‘Exile On Main Street’. Dijo la fotógrafa que en realidad era un concierto para guitarristas y lo cierto es que tenía mucha razón, porque aquello se trataba de una oda a la electricidad sin paliativos, bastaba percatarse en esos solos que se abrían paso con la rotundidad de una grieta en pared o esas idas de olla instrumentales en las que se enredaban casi sin darse cuenta a idéntica manera en que lo podrían hacer The Allman Brothers. Había que pillarles con ganas en ese aspecto.
La evidente “Feeling Good” reincidía en la filosofía risueña, mientras que “Right On” demostraba el tremendo nivel a las tablas de los canadienses, compenetrados hasta la extenuación y luciendo esos galones que se remontan a 2006, una corta trayectoria que ya incluye apariciones en varios festivales, anuncios de televisión o gozar del honor de convertirse en la primera banda sin contrato discográfico en ocupar la portada de la prestigiosa revista ‘Rolling Stone’. Les salió rentable la jugada, pues al de poco después ficharon por Atlantic Records y su disco fue producido por Patrick Carney, el batería gafapasta de The Black Keys.
Con piezas elegantes del calibre de “Jim Gordon” no desentonaba en absoluto el olor a tabaco de pipa en el recinto, un vicio de señor que encajaba con la exquisitez de la velada, no todos los días uno tiene a una banda en semejante estado de gracia.
Con piezas elegantes del calibre de “Jim Gordon” no desentonaba en absoluto el olor a tabaco de pipa en el recinto, un vicio de señor que encajaba con la exquisitez de la velada, no todos los días uno tiene a una banda en semejante estado de gracia. Los solos doblados según la tradición sudista constituían otro de los momentos estelares y para enmarcar fue su interpretación de “Ewan’s Blues”, con poso psicodélico en un inicio antes de devenir en la tormenta eléctrica de “How Late, How Long”.
Se despidieron con la pastoral “I Don’t Know” y los aplausos estallaron cuando el guitarra levantó el hacha a la concurrencia. Tras tanto homenaje velado, no se hubiera entendido que no regresaran a escena rindiendo tributo a las melodías y armonías vocales de Crosby, Stills, Nash & Young en “Almost Cut My Hair”, que contó de nuevo con solo mayúsculo a las seis cuerdas.
Y la inclusión del mítico “Down By The River” de Neil Young se tornó de lo más acertado de la noche y la excusa perfecta para divagar evocando mecedoras, porches y campos de algodón. Una cuestión de principios más allá de tendencias del momento.
La espera al otro lado del río, metáfora recurrente en la literatura y en la música de lugar inocente en el que lo único que pasa es el tiempo. Como cuando uno se sentaba a pescar durante horas y horas hasta que un leve tirón de nylon despertaba de inmediato del sopor. En ocasiones no resulta complicado morder el anzuelo.
Texto: Alfredo Villaescusa
Fotos: Marina Rouan
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1 comentario
Muy buena crónica hacia estos THE SHEEPDOGS que a su manera dieron un digno concierto en el Anzokia Bilbaino con esos temas que desprenden buen aroma al mejor rock clásico americano. Ideales para festivales como el BBK o el AZKENA ROCK!!!