Crónica de Pablo Und Destruktion: ¡Que reviente occidente!
18 mayo, 2017 2:57 pm Deja tus comentariosJoy Eslava, Madrid.
La mayoría de la gente aspira a los placeres sencillos de la vida y a seguir el itinerario habitual marcado desde tiempos inmemoriales. Todo el mundo se lo sabe. Sí, eso de conocer a alguien, vivir juntos, casarse, tener hijos y así acabar los sábados sentado frente al televisor a altas horas de la madrugada como criatura agonizante. Quizás en determinadas situaciones debería legalizarse el suicidio asistido ante la galopante falta de expectativas.
Una pura rebelión frente a lo establecido y las buenas costumbres encarna el cantautor visceral Pablo Und Destruktion, heredero de la indignación post 15M y del malditismo del primer Nacho Vegas antes de sumirse en la espiral populista. Hay que admitir que ya de entrada tiene que resultar interesante un tipo que valora de la misma manera a Paco Ibáñez o la canción popular asturiana que el post punk contemporáneo de Juventud Juché o el rock alternativo vanguardista adelantado a su tiempo de Manta Ray. Basta escuchar en Spotify esa impresionante ‘Enciclopedia del Trueno Español’ para darse cuenta del espectacular bagaje de un personaje excesivo y peculiar como pocos existen en el panorama patrio.
Tocar en la Joy Eslava en la capital del Estado era toda una prueba de fuego para un artista que por mucho predicamento que gaste entre el gafapastismo todavía no se ha despegado de la vitola de underground, si a uno le da por mirar los recintos en los que se ha movido hasta la fecha. Pero con el recién parido álbum ‘Predación’ existe un salto cualitativo, por lo menos en términos de sonido, con una banda compacta que aporta solidez a un nuevo enfoque guitarrero y fronterizo que no deja de lado tampoco la chatarrería fantasmagórica de Nick Cave.
Por esa insidiosa costumbre del foro de empezar los conciertos a la hora de la merienda, nos perdimos a Alberto Acinas y únicamente llegamos para la apabullante actuación de Captains, que estaban comandados por una hembra decadente y subversiva que bebía vodka o ginebra a morro, pegaba saltos con tacones o se retorcía por el suelo como si sufriera espasmos epilépticos. Una auténtica diosa del escenario que recogía la batuta de Juliette Lewis o Patti Smith y entroncaba con la tradición del post punk más actual vía Savages o el indie oscurillo de Belako. “¡Qué caña, dios mío!” fue alguno de los comentarios que se pudo escuchar entre los asistentes. Para despertarse de un plumazo.
Los conciertos de presentación tienen sus cosas buenas y malas, tal vez en ocasiones se antojen un simple evento comercial destinado a sacar perras, mientras que por otra parte suponen una oportunidad única de catar de primera mano material que acaba de salir del horno. La puesta de largo oficial de ‘Predación’ de Pablo Und Destruktion tuvo más de lo segundo que de lo primero, aunque no dejaba de ser curioso eso de interpretar canciones con las que el público apenas estaba familiarizado, por lo que la velada se tornó una especie de clase magistral interrumpida de vez en cuando por petardas que se sonreían cuando aparecían en las letras palabras como “boquita de puta”.
Con la envolvente introducción “Preludio Corintio” a modo de descenso a los infiernos, la nueva vertiente del asturiano cristalizó en la chamánica “Puro y ligero”, auténtico decálogo para cualquiera que aspire a alcanzar la paz interior. Un lavado de cara que ganaba enteros con su espectacular cohorte de acompañantes en la que había hasta miembros de The Cynics como Ángel Kaplan, que ya ha producido los últimos discos de Pablo, por cierto.
“Un salario social” reincide en la lírica de bidón de gasolina característica de la casa, al tiempo que recomienda que “para conocer a un animal, hay que quitarle la piel”. Un himno de guerra interior que en directo atruena con una dignidad marcial que casi obliga a ponerse firmes de la misma.
Su lado tradicional sobresalió en “Extranjera”, que entre tanta invocación a la tenebrosidad vía Nick Cave o a los aires del desierto suena un poco hasta fuera de lugar. Pero quizás esa sea la labor de este profeta patrio, propiciar el abrazo entre el cancionero asturiano, Paco Ibáñez y Nudozurdo o Triángulo de Amor Bizarro. En este aspecto, para calarse sombrero y mascar tabaco se antojaba “El mejor traje de seda”, otra pieza para darse golpes en el pecho, beber la sangre de nuestros enemigos y cortar su cuero cabelludo como un piel roja desbocado. “Yo pertenezco a un pueblo de polvo y terciopelo que ahora vive con subsidios y trapicheos”, entona a modo de mantra apelando a algo tan políticamente incorrecto hoy en día como la lucha de clases.
“¡La izquierda sigue viva!”, gritaron por ahí, algo que quizás convendría recordar cuando partidos supuestamente socialistas permiten gobernar a la derecha o se comportan como juntas militares que destituyen a dirigentes a su antojo. De aquellos lodos vinieron estos Trump. Y no faltaron tampoco los inevitables “¡Puxa Asturies!”, que también se suelen escuchar en los bolos de Nacho Vegas.
La interpretación de “Powder” fue soberbia, en especial cuando se paró abruptamente antes de retomar lo de “voy a afeitarme hasta desaparecer”. Y la pólvora corrió a granel en “El enemigo está dentro”, cuya letra que anuncia la destrucción de occidente bien podría cantarse desde un púlpito para abrir los ojos a los infieles. La conversión estaría incompleta sin “Herejes”, con advertencias como “debajo del escenario guardan escopetas”, frase que provocó que dijeran desde atrás “Cierro los ojos y veo a Corcobado”. Y lo cierto es que solo faltó recordar que son “ellas las que ponen bombas en los coches después de conducirlos con ternura por las carreteras asfaltadas por los hombres débiles”.
“Pierde los dientes España” recuperó la fantasmagoria visceral antes de que Pablo descendiera al centro de la sala en “Busero español” y declamara con la intensidad de un predicador del fin del mundo. Pese a que el repertorio estuviera prácticamente centrado en exclusiva en ‘Predación’, sentimos en demasía la ausencia de “El aire puro”, pero por lo menos se hizo hueco para “Limonov, desde Asturias al infierno” y la mesiánica “Por cada rayo que cae”, otro azote de timoratos que seguramente también escandalizaría a las muchachas que teníamos delante.
El trance se disipó cuando alguien gritó con cierta sorna “¿Dónde está Nacho Vegas?”, no en vano el compadreo entre ambos artistas les ha llevado a colaborar conjuntamente en el Colectivo Laika con un siete pulgadas en el que Nacho aporta “Brujita” y Pablo la ya mentada “Herejes”. La relectura de la canción popular “A la mar fui por naranjas” sirvió para finiquitar un recital que basculó entre lo chamánico y lo terrenal, casi como tomarse una fabada después de una temporada en el desierto.
Ojalá pudiéramos ser puros y ligeros, alcanzar ese peculiar nirvana en el que te la pela todo y uno observa las preocupaciones mundanas como inútiles divertimentos de los pobres de espíritu. Que reviente occidente y la madre que lo parió.
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
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