Crónica de Iron Maiden + The Raven Age en Madrid: Una nueva lección
14 julio, 2016 6:48 pm 2 ComentariosPalacio de los deportes, Madrid.
Tres años después de la última aparición de Iron Maiden por la Comunidad de Madrid, (la anterior fue en 2013 en el Auditorio Miguel Ríos de Rivas Vaciamadrid), volvían los legendarios británicos para presentar su nuevo trabajo 'The Book of Souls' en el Barclaycard Center, aunque nosotros preferimos seguir llamándolo Palacio de los deportes, como se ha hecho toda la vida. Después de su paso por el Resurrection Fest, y haciendo escala dos días antes en Lisboa, estábamos ante su segunda fecha en nuestro país, continuando esta noche en Sevilla y pasado mañana dándolo todo en el Rock Fest Barcelona.
El ambiente desde los vagones del metro, y por todos los alrededores, era el de las grandes ocasiones, con infinidad de seguidores de La Doncella de Hierro luciendo camisetas con la figura de Eddie de todas las épocas y formatos. Las entradas estaban agotadas desde hacía varios meses, aunque se liberaron unas pocas entradas en taquilla.
Para abrir boca, teníamos a los habituales The Raven Age, el combo británico en el que milita George Harris (podéis imaginar de quién es hijo), que por aquí también hemos visto en las giras de British Lion y Tremonti. Hay que reconocer que son una banda poco destacable que practican una mezcla de heavy metal, con metal melódico y alternativo y que, si no hubieran tenido un buen padrino, estarían sobreviviendo y actuando en pequeñas salas como tantos grupos hoy en día. Aunque llevan activos desde 2009, su único bagaje discográfico es un Mini CD (para muchos EP) que tocaron de forma íntegra; desde el inicial "Uprising", pasando por "Death March" y "Eve Among The Blind", hasta llegar a su más conocido "Angel In Disgrace", que sobresale un poco sobre el resto y que tiene un toque más comercial y reconocido.
Pasaban unos minutos de la nueve de la noche cuando el inconfundible "Doctor, Doctor" de U.F.O., que precede el inicio de las actuaciones de Iron Maiden, comenzaba a sonar. El primero en aparecer tras la intro fue Bruce Dickinson desde lo alto y en la parte posterior del escenario. Con un caldero humeante, recitó esa especie de conjuro que abre "If Eternity Should Fail", incorporándose después Nicko McBrain a su tarima de batería, Steve Harris al bajo, y los tres guitarristas Dave Murray, Janick Gers y Adrian Smith. "Speed of Light", el primer single del nuevo álbum, continuaba la incursión en 'The Book of Souls', del que dieron buena cuenta para disfrute de los que valoran que la banda siga apostando por nuevas composiciones, y desilusión de los que se quedaron en los clásicos.
El sonido desde nuestra posición fue excelente (para algunas personas ubicadas en un sitio diferente parece que no fue así); cada instrumento sonaba adecuadamente y con nitidez, apoyado por un montaje grandioso como nos tienen acostumbrados; dicha escenografía contaba con motivos alusivos a su nuevo disco y una enorme pantalla en la que se proyectaban imágenes alusivas a los temas que sonaban. En los laterales, había otras dos pantallas de alta definición más pequeñas, desde las que se trasmitía el vídeo del concierto.
El acierto de un buen setlist por parte de una banda legendaria, que acumula gran cantidad de canciones, radica en mantener un equilibrio entre sus nuevas creaciones y las más clásicas o pretéritas. La Doncella de Hierro lo tenía clarísimo, por lo que no se hicieron mucho de rogar para atacar "Children of the Dammed", que fue reconocido desde sus primeros acordes, siendo coreada en el crescendo de su parte intermedia por todos sus seguidores.
Vuelta de nuevo a la actualidad con "Tears of a Clown", medio tiempo dedicado al desaparecido actor Robin Williams, seguidor y amigo de la banda. Tras este respiro, el bajo de Steve Harris nos introducía en un fantástico "The Red and the Black", tema de más de trece minutos en el que Iron Maiden desarrolla su faceta más elaborada y progresiva, pero sin dejar atrás las melodías, los cambios de ritmo y los coros marca de la casa, que siempre son muy bien recibidos y que en directo dan mucho juego. Ese título además es el elegido para su nueva cerveza (una fuente de incalculable de ingresos adicionales para Maiden).
En el ecuador del show "The Trooper" irrumpía como un caballo desbocado, con Bruce Dickinson y su uniforme militar ondeando la bandera británica y recorriendo la pasarela de una a otra punta, ante el deleite y las ovaciones de todo el público. Bruce logró poner el Palacio de los Deportes patas arriba. Curioso nos resultó que Dickinson se pusiera una máscara de lucha mexicana para la canción "Poweslave" y no lo hiciera en una de las nuevas. Un corte arrebatador donde la batería de McBrain juega un importante papel. Las guitarras no dejan de darle su réplica, en una apasionante y poderosa cabalgada sónica con los tres hachas en el centro del escenario.
Con la animada "Death of Glory", Dickinson reaparece con una máscara de mono puesta al revés para alentar a todos los fans a que cantaran con él. La intro con la guitarra acústica de Gers y el bajo de Harris, solos en escena, nos transportaban a "The Book of Souls", que da título a su última obra. Otro corte de más de diez minutos en el que apareció un Eddie gigante en forma de guerrero azteca, haciendo gestos obscenos a los músicos mientras Gers pasaba entre sus piernas. Desde lo alto de la pasarela, Dickinson consiguió arrancarle el corazón, y después de rociar a Gers con él, lo lanzó a sus seguidores, que saltaron como auténticas pirañas a por su botín. Una gran puesta en escena, muy bien construida y escenificada.
Para la parte final, los británicos tenían tres trallazos que iban a sacudir el Palacio. "Hallowed By Thy Name" nos mostraba a un Dickinson con una soga al cuello ante un público enfervorizado, que respondía exaltado ante el grito de "Scream for me, Madrid".
Las primeras notas de "Fear of the Dark" volvían a desatar la locura, con unos coros que se deberían oír por todos los alrededores de la calle Goya, Fuente del Berro y la Avenida de Felipe II. Melodías excelsas y reconocibles que dan forma a una de sus obras maestras. La pirotecnia, el fuego y una enorme cabeza de Eddie nos anticipaba la canción más primigenia de la noche, la homónima "Iron Maiden". La banda lo dio todo sobre el escenario, sin ahorrar esfuerzos y animando al público a participar con ellos, para despedirse de forma momentánea.
No tardaron mucho en volver para los bises, con el indispensable "The Number of the Beast", en una perfecta comunión de los músicos con su público, una preciosista "Blood Brothers", todo un himno a la camaradería y la amistad, y la final "Wasted Years", con un público entregado y cara de satisfacción. Las puertas se abrieron y, entre tanto, asumimos que las dos horas de espectáculo sonoro y visual de la Doncella de Hierro se nos habían pasado volando, algo que dice mucho del experimentado y entregado combo británico.
Dickinson, a punto de cumplir cincuenta y ocho años, se mostró en una gran forma física y vocal, aunque en algunos temas más exigentes le costara un poco llegar a los tonos altos, algo que carece de importancia y más teniendo en cuenta que acaba de superar un cáncer y su duro tratamiento. Harris sigue pilotando con maestría esta nave desde su manejo con el bajo y su perfecta conjunción con McBrain, en una de las bases rítmicas más sólidas del metal. Gers no paró en ningún momento de moverse, con su pierna encima de las tarimas como un atleta haciendo estiramientos, y alternándose con acierto en los diversos solos entre la técnica de Murray y la clase de Smith.
Casi cuarenta años sobre las tablas siguiendo con la misma ilusión que desde los inicios, con una gran profesionalidad, un gran trabajo en escena, y una condición física encomiable para aguantar este ritmo endiablado de una gira mundial muy exigente.
Up the Irons!
Texto: José Luis Martín
Fotos: Carmen Molina
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2 comentarios
Me gustan mucho estas fotos, son geniales. Lograda la crónica también. fue un concierto magistral aunque leí por ahí que estuvieron más flojos en el Fest Barcelona. En Madrid actuación intachablke desde luego. Gracias por su trabajo.
Lo mejorcito son las gilipolleces de Gers, que espanto