Crónica de Children of Bodom + Forever Still en Berlín: Lo nunca visto, lo siempre deseado
3 abril, 2017 12:58 pm Deja tus comentariosAstra Kulturhaus, Berlín (Alemania)
Hay aniversarios y aniversarios. Algunos se usan como excusa para el lanzamiento del enésimo recopilatorio trivial o de una nueva gira sin mucha diferencia con la anterior, y otros, como es el caso de la banda capitaneada por el incombustible Alexi Laiho, se emplean de pretexto para hacerle un verdadero regalo a los fans. Porque eso fue el show de Children of Bodom en la capital alemana, un presente tremendamente valioso en el marco de un tour que probablemente sea irrepetible. Razones había, pues, de sobra para desplazarse desde España, país del que los finlandeses esta vez se olvidaron.
No fue una sala precisamente monumental en lo que a capacidad respecta la que acogió el concierto, y apenas medio millar de personas -a ojo de buen cubero- se dieron cita en el Astra Kulturhaus, un lugar agradable que su propia estética define como espacio para la cultura alternativa y situado en un área de Berlín donde la vida resplandece cuando el astro rey deja de hacerlo. En honor a la verdad, también cabe señalar que apenas a veinte minutos de caminata acontecía otro show de metal, el que protagonizaban los también finlandeses Battle Beast junto a los alemanes Majesty. No, las desafortunadas coincidencias no son exclusivas de Madrid o Barcelona, sino que parecen endémicas de las grandes ciudades europeas.
La penumbra reinaba en la sala minutos antes de que tomase posiciones Forever Still, la banda danesa que precedía a Children of Bodom. Con cierta bisoñez aún en su haber, exhibieron un metal alternativo focalizado casi por completo hacia el portentoso, versátil y magnético chorro de voz de su cantante Maja Schonning, quien recordaba en ciertos momentos a la vocalista de The Cranberries. El resto del grupo desprendía ciertos aires de comparsa, esbirros de una planicie instrumental anodina y sin chispa que apenas coloreaban las melodías de teclado, disparadas pese a su relativo peso en el cómputo global de temas como “The Last Day”, “Once Upon a Nightmare” o “Scars”. Si bien por un lado no encajaban demasiado con el principal reclamo, se quedaron a un trecho de caldear incluso a la porción de público que pudiera ser más afín a su propuesta. Menos mal que, por lo menos, la frontwoman, protagonista absoluta digna de elogio, expelía un más que necesario entusiasmo y expresividad.
Pasadas las diez de la noche, un sonido de tormenta ciertamente familiar nos puso el corazón en un puño. Algo salvaje se avecinaba en el vigésimo aniversario del lanzamiento de 'Something Wild', primer álbum de una banda que desde el comienzo se distinguió por ser única, diferente y vanguardista en su explosiva combinación de metal extremo, luctuosa melodía y formidable virtuosismo. Children of Bodom decidieron al fin recorrer los vericuetos que los hicieron gigantes, senderos de melodía e inspiración que hace años abandonaron en pos de un sonido más seco, opaco y escarpado. Dejaron a un lado todo vestigio de americanización y se centraron en la vieja escuela, en los álbumes que definieron lo que algunos catalogaron como "sonido de Bodom", esos que siguen configurando para una amplia proporción de seguidores la piedra angular de la ya dilatada discografía de los de Espoo. Iba a ser sin duda una noche grande con un repertorio tan anhelado como difícil de disfrutar, en el que rescataron temas otrora imposibles de escuchar en vivo.
La batería de Jaska Raatikainen rompió la tormenta para inaugurar la portentosa "Deathnight Warrior", primera canción del combo que veía oficialmente la luz. No tardamos en rendirnos a la contagiosa guitarra de Alexi, en impecable armonía con el teclado del genio sobrenatural que es Janne Wirman, al que por desgracia se escuchaba con dificultad. Sin un respiro para oxigenar nuestros pulmones, prosiguieron con “In the Shadows”, segundo corte del mencionado álbum debut y tema inaudito en un setlist de la banda. Oír para creer.
Enfático como siempre y quizá por alguna razón más alegre que otras veces, el pequeño gran músico que es Alexi Laiho, tal vez tocado por una varita mágica al nacer, se dirigió a la enfervorecida audiencia para augurar una noche especial y hacer alusión a la tan meritoria efeméride. De golpe y porrazo saltaron del primer disco al último en el que la vertiente mas powermetalera y brillantemente melódica acaparaba una cuota de notoriedad importante, 'Hate Crew Deathroll', para fulminarnos con la apoteósica y no tan infrecuente "Needled 24/7".
Poco duró la normalidad, pues Alexi avanzó acto seguido que tocarían una que "nunca" habían hecho sonar en Berlín. No sé si es exactamente así, pero lo que es obvio es que "Black Widow", oriunda del casi insuperable 'Hatebreeder', es otra de esas piezas que nos indujo a pellizcarnos. No, no estábamos soñando. Y menos todavía los que conformaban un mosh pit que a esas alturas ya cobraba enérgica magnitud y crecía aún más con la neoclásica “Lake Bodom”, en la que volvió a evidenciarse que Alexi y los suyos exhiben en estos días una precisión interpretativa mucho mayor que en un pasado no tan lejano. Parecía que el éxtasis no podía exacerbarse más, pero lo hizo y de qué manera al ritmo de los adrenalínicos blast-beats de “Warheart”. Increíble.
No era mal momento para rebajar las revoluciones, que no la intensidad, con "Angels Don't Kill", densa y siempre evocadora. Esta fue la antesala de un momento distendido entre ellos en el que Wirman, imitando con descaro el acento americano, y Alexi optaron por meterse con el bajista, Henkka “Seppälä”, quien, por cierto, es una garantía de seguridad en la base rítmica junto al rompeparches antes mencionado. Y hablando de toco un poco, es digna de elogiar la decisión tomada con Daniel Freyberg, el guitarrista que definitivamente ocupa la vacante de Roope Latvala, temporalmente suplido por el hermano del teclista, Antti Wirman.
Tiempo para regresar al 'Something Wild' con la inaudita segunda parte de "Red Eyes in my Eyes", una de las composiciones más neoclásicas de la banda y a la vez embriagadoramente oscura. Si la locura no era suficiente, esta se desbordó al son de la infalible "Hate Me", con la que al fin recalaron en su aclamado álbum 'Follow the Reaper'.
Cuando "Downfall", habitualmente reservada para las rectas finales de los conciertos, hizo acto de presencia, fue inevitable esbozar un gesto de preocupación. Esto no podía quedarse ahí y en efecto no lo hizo, pues tras volar sobre su tempranero y magistral solo aterrizamos en otro clásico de clásicos, en este caso con un tempo mucho más lento, "Everytime I Die". "¿Queréis oír algo más rápido y contundente?", cuestionó Alexi antes de que nos dieran en la frente con "Hate Crew Deathroll", extremadamente popular por estos lares.
Otro momento memorable llegó de la mano de “Bed of Razors”, una de las más aplaudidas, extraída una vez más de ‘Hatebreeder’, que antecedió a “Children of Decadence”, cuyos diálogos entre la guitarra de Laiho y el teclado de Wirman nos hizo tocar el cielo sin movernos del sitio.
Los pilotos de los cabezales quedaron encendidos cuando abandonaron el escenario, señal inequívoca de que aún quedaban algunos cartuchos por detonar. Fue entonces cuando una atronadora tormenta sonó durante unos segundos interminables y a cuyo final se escucharon las palabras de Quintus Arrius (Jack Hawkins) en Ben-Hur (1959): “Your eyes are full of hate, forty-one. That's good. Hate keeps a man alive. It gives him strength". A continuación, quien escribe cumplía un sueño musical al vivir en primera línea de fuego la interpretación en vivo de una de las canciones más soberbias de los primeros compases del grupo, “The Nail”. Qué deciros, una locura.
El delirio quedaría sellado para que durase durante horas con la pieza que Children of Bodom eligió para dar carpetazo al show, la trepidante, híper melódica y asombrosa “Towards Dead End”, finiquitando así un concierto de los que pervivirán en la memoria. La pregunta que muchos se hacen ahora es si después de este tour en el que los finlandeses reviven su primera etapa como grupo, les entrará el gusanillo de volver por sus fueros y retomar esas cualidades compositivas que quedaron relegadas a un segundo plano a mediados de la pasada década. Si así fuera, el grupo estaría al fin en camino de una segunda juventud musical – la biológica aún no la han perdido, dado que comenzaron siendo prácticamente unos críos. Soñar es gratis, pero para imposibles hechos realidad, el que disfrutamos aquella velada en la siempre fascinante Berlín.
Texto y fotos: Jason Cenador
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