CRÓNICA DE BOB DYLAN + LOS LOBOS: CITA CON LA HISTORIA

Barclaycard Center, Madrid (antiguo Palacio de Deportes de la C.A.M)

Ir a un concierto de Bob Dylan es en gran medida, un ritual. Una cita con la historia del rock, más incluso; una cita con la historia de la música popular contemporánea en su sentido más amplio, con uno de los personajes que es uno de sus más destacados protagonistas. Poco o nada queda obviamente del Bob Dylan rebelde, de la voz de la rebelión de los años 60, pero queda su historia, que siempre tratamos de recordar, crear, revivir o imaginar siempre que vamos a verle.

Bob Dylan lo sabe y ejerce de tal. Se sabe una leyenda viva, y rodea todas sus actuaciones de ese aura de inaccesibilidad, de distancia, si se quiere incluso de frialdad propia de esa leyenda. Y por desgracia, con la salvedad de algunos momentos puntuales en los que Bob Dylan sí consigue transmitir, sí consigue comunicar emociones, hay largos momentos del concierto que pudimos ver en Madrid, al concierto le falta intensidad, le falta garra, incluso hay fases realmente tediosas. Arropado por una banda de músicos de calidad impecable, una puesta en escena atractiva y original que imitaba la estética y la decoración de un teatro –incluso me recordó en ocasiones la mítica película de Martin Scorsese ‘The Last Waltz’- y un sonido excelente, Dylan estuvo bien en general, pero simplemente bien, correcto, lo esperable. Nada que no estuviera en el guión.

Abrieron el show Los Lobos, una formación a la que todos seguro que recordarán por su versión de “La Bamba” de la BSO de la película del mismo nombre basada en la vida de Richie Valens. Fue precisamente la que cerró una actuación en la que el recinto no estaba todavía ni a la mitad de su capacidad, y que solo despertó alguna muestra de entusiasmo cuando despidieron su set con la archiconocida canción. Pasaron casi desapercibidos, creo que en gran medida porque tampoco el grupo apretó mucho el acelerador ni puso toda la carne en el asador.

Como es habitual desde hace ya bastantes años en las actuaciones de Bob Dylan, la presencia de la mayor parte de los clásicos que sus fans queremos escuchar apenas llega a la media docena. “Like A Rolling Stone”, “Knockin´ On Heaven´s Door”, “Hurricane”, “All Along The Watchtower”, “Lay Lady Lay”, “I Shall Be Released”, y todas las que llevan años sonando en las emisoras de rock clásico de todo el mundo se cayeron de sus set-lists décadas atrás.

El repertorio recogió algunas canciones de su sorprendente nuevo disco de covers de Frank Sinatra, como “Fool Moon And Empty Arms”, mucho material de su anterior trabajo de 2012 ‘Tempest’ como “Duquesne Whistle”, “Pay In Blood” o “Scarlet Town”, que fue para mi una de las mejores del concierto y como mínima concesión al pasado en la primera parte antes del intermedio, “Simple Twist Of Fate” en una versión casi irreconocible en relación a la versión original del ‘Blood On The Tracks’ y la muy aplaudida “Tangled Up In Blue”, que fue la que arrancó los aplausos más llamativos por parte del público. Terminó el concierto con otra versión muy distinta de la original de “Blowin´In The Wind” y “Love Sick”, dejando en general una impresión muy positiva entre sus incondicionales mientras que en cambio, en quienes acudieron más por conocer de cerca a la leyenda que por otro motivo, había una clara división de opiniones; desde quienes afirmaron aburrirse sin paliativos a quienes se mostraban simplemente satisfechos por haber visto a Bob Dylan al menos una vez en la vida.

Lo que debo decir que no me gustó nada en absoluto es el ambiente pijo-tonto y estúpidamente “americanizado” que se le dio al concierto y a la mi juicio, pésima organización. Quizá por la media de edad del público asistente se comprenda el colocar sillas en la pista, pero tener todo el rato molestando allí a azafatas bobaliconas con sus molestas linternitas, vendedores de pizzas y palomitas como si fuera un cine de verano de playa hortera o de circo pobre, no dejando ver bien el concierto, interrumpiendo constantemente, es cargarse el clímax de un espectáculo musical. No digamos si encima todo el recinto esta lleno de seguratas mirando a diestro y siniestro en plan chulesco como si estuvieran en un casting para ‘Terminator 2’. Espero que hasta que por lo menos la empresa que esta horterizando los conciertos en el antiguo Palacio de Deportes se retire, no sean muchos los grandes nombres que toquen por allí.

TEXTO Y FOTO: MARIANO MUNIESA

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