SÔBER: LETARGO

Warner

8/10

Siempre fueron pioneros a la hora de traerse a España los sonidos de vanguardia que despuntaban en el extranjero, de hecho generaron toda una escuela, el característico sonido Sôber, basándose en los riffs sincopados de Helmet y las enfermizas atmósferas de Tool. A día de hoy, 20 años después, se han reinventado deglutiendo el nuevo metal progresivo de Tesseract o Periphery para ofrecernos un plato sustancioso, tremendamente especiado, pero al mismo tiempo fácilmente digerible.

Nunca hasta este momento los madrileños habían mostrado su verdadero potencial instrumental, y no te creas que nos hacen esperar, es comenzar “Afrodita” y ya está Manu Reyes jugando sobre un riff duro como la piedra. A partir de ahí, la banda alterna pasajes etéreos con violentas erupciones, trasladando esa ambivalencia a otras piezas del disco. A destacar también el tuya-mía de los solos, con Antonio Bernardini y Jorge Escobedo sacando los guitar hero que llevan dentro.

Los ademanes pseudo-industriales en la onda Rammstein de “Insecto”, uno de los temas que ya conocíamos, son rotos por uno de los estribillos más marcados del disco. También hicieron público con anterioridad “Blancanieve”, otro de los temas con aspiraciones de himno imperecedero en su repertorio.

De sintética producción pero muy humano sentir, “Tal día como hoy” es la carta a un padre que se fue, y seguro que aquellos que hayan tenido que acatar ya esa inevitable ley de vida, hacen la letra suya. Muy emotiva también “Unax”, en la que se invierten las tornas y es el progenitor el que sufre la enfermedad fatal de su vástago. Historia real con final feliz, Unax Cañibano se salvó gracias a la concienciación social, consiguiéndose fondos para ser operado en Boston.

Otro canto a la vida es el muy orquestado “Capricho”, que también cuenta con coral y cuya letra –“Hoy solo soñaré que mis dedos acarician tu divinidad”- es pura sensualidad.

El contraste en “Otoño” es acusado, comenzando en modo balada con incremento sucesivo de intensidad. Hacia la mitad se marchan a un riff de inspiración moruna y aires de Dream Theater que será el motivo principal en el resto de la composición.

“Labios que nos besan, otros nos criticarán”, canta Carlos en la canción que da título al álbum, pero lo cierto es que el grupo sigue manteniendo –si acaso con un extra de fuerza- sus antiguas señas de identidad, de forma que no debería haber reproches entre sus seguidores de toda la vida, y al mismo tiempo ha abierto vías con las que bien podría acceder hasta quien en el pasado no les ha prestado atención.

Las polares ilustraciones del disco son obra de Antonio y responden al concepto común: tras un periodo de letargo, el oso sale hambriento de su guarida. Pues nada, chicos, a llenar la panza, que os lo habéis ganado.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                             Juan Destroyer

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