RULO Y LA CONTRABANDA: UNA NOCHE EN EL CASTILLO

DRO

8/10

La gira “5 gatos (canciones sobre el tejado)” del que este lanzamiento es una extensión, fue patrocinada por Cantabria Infinita, siendo al mismo tiempo el prota nombrado embajador turístico de su tierra. Bonito gesto de vuelta el de Rulo, que grabó su último CD/DVD a pocos kilómetros de su casa, en el Castillo de Argüeso. Es el mejor de los recuerdos posibles de esta nueva ristra de conciertos semi-acústicos en teatros, costumbre que adquirió ya desde los últimos tiempos de La Fuga. Se jacta el de Reinosa de ser el primero en grabar en un castillo. Desde luego que al menos en lo que se refiere a España, yo no conozco ningún caso previo, y solo recuerdo uno foráneo, el ‘Castles & Dreams’ de Blackmore’s Night. Por cierto que el año pasado ya se había intentado hacer este concierto, pero la lluvia aguó la fiesta.

El ambiente, con el escenario a los pies de tan solemnes muros y el público sentado en fardos de paja, es muy peculiar. Rulo sale solo al comienzo del espectáculo, se sienta en un taburete y se descalza, como si estuviera en el salón de su casa. Es entonces cuando agarra su acústica y arranca, muy apropiadamente, “A solas”. Se le unen el resto para entrar en el estribillo de “Mi cenicienta”. Además de los miembros oficiales de la Contrabanda, le acompaña también Mario, parte de su equipo en gira que en este tipo de espectáculos toca Hammond y piano.

El tercer corte, “Como Venecia sin agua”, es uno de los más curiosos por cuanto el dobro de Pati y la mandolina de Fito le confieren un aire country que también alcanza a “Mi pequeña cicatriz”, en ese caso con únicamente el guitarra catalán y Rulo sobre el escenario; es esa una de las ocho canciones de las veintidós totales que encontrarás en el DVD pero no en el CD. A otra de ellas, “A la baja”, le meten algún detallito reggae en las estrofas, y en “A punto de colapsar” Rulo añade algunos versos que fueron cercenados de la versión de estudio, mientras que aquí a quien se cargan es a Quique y su batería.

También llama la atención ver al cantante sin guitarra pero con armónica en “Por morder tus labios” y “No sé”, donde Rulo revela que está presente entre el público su familia. Por supuesto, tampoco puedo dejar de mencionar el tema nuevo, “Por ti”, que se estrenó aquella noche y que sonará en los pocos conciertos en este formato que le quedan por delante. Comienza como balada, pero su final es de lo más eléctrico de todo el concierto, misma categoría en que podríamos situar, en las postrimerías del show, a “La cabecita loca”, donde el líder presenta a sus músicos.

Rulo revela que pasó 10 años junto a una persona que el primer tema que le inspiró fue “La balada del despertador” y el último “Al infinito”, sonando a continuación este último no sin antes asegurar que solo le interesan “las canciones duelen”. Eso sí, reconoce que tiene “el oficio más bonito del planeta” antes de “Heridas del rock’n’roll”.

Visualmente, uno de los puntazos del concierto es “La Flor”, con Quique tocando el acordeón mientras que el cantante se baja con la gente y empieza a repartir flores rojas entre las chicas. En “Como a veces lo hice yo” sobresalen los trémolos de Pati, que le dan un aire surf-rockero.

Rulo se guisa él solo, con su guitarra, la primera de las canciones de La Fuga: la ya citada “La balada del despertador”, donde habría estado genial poder haber contado con Aurora Beltrán u otra voz femenina en su defecto.

Sorprende ver a Quique a las teclas en “Amor en vena”, una canción que nunca suena en los shows eléctricos, pero es Mario quien se encarga del currado piano de “P’aquí p’allá”, segundo y último clásico de La Fuga que con este arreglo adquiere matices distintos; por cierto que para entonces el público ya no aguanta sentado. Rulo hasta sube a una niña al escenario y le cede el micrófono.

Acaban, como su segundo disco, con “El vals del adiós”, también únicamente presente en el DVD, y ahí a quien se echa de menos es a Bunbury. Rulo aprovecha para señalar que ha venido una seguidora desde México y nos recuerda que fue la plaza de Garibaldi en el D.F. la que le sugirió esta rola. Los músicos le van abandonando uno a uno hasta que se queda solo, tal y como empezó la cinta que dirigió Luxmart en las personas de Jaime Cuña y Juan Manuel Rodríguez, también el fotógrafo oficial de la velada junto al portugués Rui M. Leal.

Tras el último acorde, Rulo tira su guitarra española al suelo como reivindicando en el último momento su condición de rockero ante quienes le acusan de blandengue. Que tomen dos tazas.

Juan Destroyer

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