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Crítica de Sparzanza: From Dust to Darkness

Tras años de silencio discográfico, la banda sueca vuelve a encender sus motores con un álbum que no sólo recupera la contundencia de sus raíces, sino que, tal y como adelantaba su vocalista Fredrik Weileby, lleva su sonido hacia un terreno “más pesado, con un toque más metal”. Ese renacer toma forma en ‘From Dust to Darkness’, su noveno trabajo de estudio, producido por el guitarrista Magnus Eronen, quien ha sabido capturar con precisión quirúrgica la esencia de Sparzanza: riffs implacables, atmósferas densas y una energía renovada que reafirma a la banda como una de las propuestas más sólidas del metal escandinavo actual.

El viaje arranca con “Fear the Night”, un inicio que encapsula la nueva musculatura sonora del grupo con riffs gruesos, baterías contundentes y estribillos melódicos y grandilocuentes que se alzan como una declaración de intenciones y marcarán el paso de lo que será todo el álbum. Suavizando este pulso, pero sin sacrificar intensidad, llega “This Is Not a Love Song”, con un groove moderado que se rompe de inmediato con “The Accuser”, donde la banda descarga toda la artillería como si, por un momento, fueran poseídos por Lamb of God.

“Bloodborne” cambia el enfoque hacia una atmósfera más elaborada, donde los riffs vuelven a ganar espesor, mientras que “Bad Motherfucker” es la más descarada, remitiendo a la insolencia de Clutch. De ahí pasamos a “Twitch of the Death Nerve”, un tema en el que las métricas irregulares y los riffs sincopados se entrelazan para abrir un territorio casi progresivo, mostrando una sofisticación rítmica poco frecuente en la banda hasta el momento. “The Blinding Absence of a Light” te sumerge en otra dimensión, más oscura y etérea, donde las guitarras respiran creando un paisaje que contrasta con la agresividad previa. Finalmente, “The Great Noise” cierra el álbum con solidez, sintetizando todo lo anteriormente expuesto: la fuerza, la densidad, la melodía y esa sensación de que la banda ha encontrado un nuevo punto de equilibrio. Un epílogo perfecto para esta nueva etapa de los suecos.

Es un regreso que no suena a nostalgia ni a fórmula repetida, sino a una evolución natural resultante de una madurez creativa que han sabido canalizar en todos estos años de pausa. No han buscado reinventarse, sino reafirmar su identidad desde una nueva perspectiva, más pesada y metalera, demostrando que, cuando se domina el propio lenguaje, basta con afinarlo para sonar increíblemente potente.

Alejandro Rico

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