Publicado el 31 de octubre (como no podía ser de otra forma) ‘Malicia, la noche de las brujas’ confirma que a Mägo de Oz no le tiembla el pulso a la hora de reinventarse sin dejar de sonar a ellos mismos. Desde el primer segundo con "Zugarramurdi", una introducción con aires de aquelarres reales y voces rituales (incluida la abuela de uno de los miembros), sabemos que este disco no es una colección de canciones sueltas: es una historia tejida con oscuridad, dolor, crítica social y esperanza.
El tema que da título al disco, "Malicia", es un fogonazo directo, cargado de guitarras filosas y crítica social camuflada en versos afilados. "Ríos de lágrimas" y "No me dejes solo" exploran el abandono emocional, la dependencia y la lucha por mantenerse a flote. Pero es "Mi cuerpo y yo nos dejamos de hablar" el que detiene en seco la escucha. Compuesta por Txus di Fellatio, la canción narra con una crudeza poética el trauma de una violación. No hay morbo ni concesión, solo una sinceridad abrumadora que eriza la piel y nos obliga a mirar de frente una realidad incómoda. Es, sin duda, uno de los momentos más duros, valientes y necesarios del repertorio de la banda.
"El último rezo" y "Quiero ser libre" continúan el viaje emocional con fuerza melódica y espíritu combativo. Esta última, inspirada en el pedido de una amiga del propio Txus, se sumerge en el tema de la depresión con un aire celta que remite a las Highlands escocesas. En el centro del disco, "La noche celta" (futura pieza clave en directo) y la instrumental "Mil ojos tiene la noche" demuestran que el alma folk y la épica siguen intactas.
"El vals de las almas rotas" aporta la emotividad necesaria para equilibrar la energía de temas como "La ruta de los sordos" o "Halloween (Almas sin luz)", ambas con sabor a clásico inmediato y espíritu rockero. En "Los fantasmas de la fe", la crítica a la religión se enmascara entre melodía contagiosa y estribillo para corear. "La tierra de nunca jamás" aporta luz y magia en el tramo final, mientras que "Siempre juntos" cierra el disco como un himno de unión, esperanza y memoria compartida.
Hay algo nuevo aquí, más allá del sonido o los temas: por primera vez, todos los miembros de Mägo de Oz han compuesto juntos, y eso se nota. Las canciones tienen múltiples voces, matices e intenciones, y la producción es redonda, clara y potente. Además, la narrativa del disco es fluida y no hay lugar para el relleno. Desde luego, si algo deja claro esta nueva etapa es que Mägo no está aquí para repetir fórmulas, sino para contar historias desde las entrañas.
En la escucha organizada en Warner Music, con la banda al completo y la prensa presente, Txus anticipó que habrá segunda parte. ‘Malicia, la noche de las brujas’ tiene continuación. Y si este disco es el inicio de un nuevo ciclo, solo podemos decir: que no paren esas brujas.
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