Crítica de Costas: No me cuentes tu vida
2 marzo, 2016 2:53 pm 1 ComentarioAlguien que desea que en cuyo epitafio rece la leyenda “Gané, no me importa” únicamente puede alcanzar la categoría de grande.
Pese a que estuvo un tanto desaparecido para una buena parte del personal al abandonar la banda madre Siniestro Total, lo cierto es que el inefable Miguel Costas no se retiró en ningún momento. Cometió el error de prescindir de su propio nombre en el proyecto Los Feliz entre 1997 y 2002, y propiciar así que muchos le perdieran la pista, pero una vez que recuperó el apellido como seña de identidad su trayectoria parece que volvió a despegar.
El nuevo álbum de este gallego hasta la médula es una consecuencia de todo ello, de las cagadas y los aciertos, un disco de rock sin más adjetivos que los que podrían emplearse para un directo contundente. Arropado por una banda muy compacta que otorga solidez al asunto, Costas se cachondea de diversos temas con su característica irreverencia, disparando en varias direcciones y sin pedir perdón si a alguno le alcanzan sus balas dialécticas. Seguro que en el fondo se lo merecía.
Se presenta ya de entrada sin artificios en “Bestia” y elogia la bendita ignorancia en “Yo que sé”, esa que ante calamidades circundantes se antoja hasta terapéutica y que probablemente será opción mayoritaria en la pequeña aldea donde vive en la actualidad el ex Siniestro Total. Cambia de golpe el chip con el trallazo punk “Carne de cañón” y “Diferente” podría convertirse en un auténtico himno reivindicativo en consonancia con los nuevos tiempos en los que se empieza a ver a gente decente gobernando en las principales ciudades del país.
Casi en las antípodas se sitúa “Botellón”, una acertada reflexión en torno a la proliferación de costumbres cutres en el noble acto del bebercio y no tienen desperdicio tampoco las pullas al negocio discográfico en “De palisandro”, toda una oda a la libertad creativa de los que prefieren vivir casi en la indigencia antes que acomodarse al vulgo aborregado. Y su estribillo de agradecimiento a los fans fijo que en los bolos atronará hasta el infinito.
“Leonor” debería sin duda figurar también en su futuro repertorio en vivo, del mismo modo que la despedida con galones de “Old wild & free”, donde da buena cera a la extendida tendencia de juzgar a los demás sin saber y a la vez remite lejanamente a The Clash. Un guiño clásico para una obra sin complejos.
Está claro que Costas sigue siendo un verdadero referente en el panorama nacional que no quiere vivir de las rentas, sino continuar alzando la voz y tocando sus partes a susceptibles y adalides de lo políticamente correcto. Hacía ya falta un sonoro bofetón al moderneo intelectualoide.
Alfredo Villaescusa
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