El miedo de Ozzy Osbourne a los perros por el que lo pasó fatal en la surrealista sesión de fotos de "Bark at the Moon"

Las portadas de los primeros discos en solitario de Ozzy Osbourne pueden encontrarse entre las más icónicas tanto de la carrera del Madman como de la historia del heavy metal en general. 'Blizzard of Ozz', 'Diary of a Madman' o el que ahora nos ocupa, 'Bark at the Moon', marcaron a varias generaciones con las imágenes captadas por el fotógrafo Fin Costello, pero también marcaron al propio Ozzy, que lo pasó fatal al aflorar su miedo a los perros en la surrealista sesión que terminó con la portada de su tercer álbum.

Viajamos al año 1983, a los estudios Shepperton, en Inglaterra, donde se gestó la sesión de más de seis horas que debía poner cara al nuevo disco de Ozzy, donde, tal como ha recordado Loudersound, el propio Costello asegura que vivió algo que "fue divertidísimo y como rodar Ben Hur", lo que ofrece una primera visión de la situación.

El fotógrafo revela la idea inicial que tenían para la portada, en la que finalmente no hubo perros: "La idea original era que Ozzy pareciera sacado de una epopeya romana, con una piel de lobo en la cabeza a modo de capa. Pero Ozzy había conocido al tipo que maquilló la película "Pesadilla en Elm Street" y quedó impresionado con su trabajo, así que decidimos hacer en su lugar una parodia de todas las películas de hombres lobo".

Más de seis horas de trabajo entre maquillaje, ambientación y la propia sesión de fotos arrojaron unos costes de cerca de cincuenta mil libras de la época. Pero con lo que nadie contaba era con el miedo de Ozzy a los perros: "En una de las tomas, Ozzy hacía de lobo, de rodillas y con unos rottweilers detrás. Pero de lo que no me había dado cuenta era de que a Ozzy le aterrorizaban los perros. Cuando podía verlos, se las arreglaba, pero cuando estaban detrás de él, ¡era completamente diferente!"

La sesión se adentró en la madrugada antes de que llegara el momento más surrealista para Costello: "Para entonces eran las cinco de la mañana, y al final se levantó y dijo que no podía más. Así que acabamos teniendo esta extraña conversación de madrugada con él vestido de hombre lobo, su mujer, Sharon, que acababa de dar a luz unos dos días antes, una niñera que sostenía al bebé en una cesta, y una camarera deambulando por el plató repartiendo bebidas. Al final terminamos, ¡pero fue todo muy surrealista!".

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