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Crítica de Me And That Man: Songs of Love and Death

La tradición del gothic country es poco conocida por estas tierras, siendo quizás Dead Bronco el grupo que más destaca dentro de nuestro panorama, pese a decantarse por la vertiente punk de Hank III frente a la gótica. Por eso, antes de nada conviene hacer una aclaración: esta música no es folk; tampoco se siente a gusto en el gran abanico del americana. Y no se trata de una cuestión de etiquetas sino de principios, de sentimientos.

En cierta manera, el gothic country es antes que el rock and roll la respuesta blanca al blues negro, empeñado en mostrar el lado oscuro de nuestros corazones heridos, invirtiendo el éxtasis casi místico de Roscoe Holcomb. Su tono no anda entonces muy lejos de las obsesiones del blackened metal y, por ello, de que un tipo como Nergal, vocalista de Behemoth, haya decidido hacer junto a John Porter un álbum de este perfil, teniendo más de paso lógico que de excentricidad.

Sin embargo los problemas surgen muy pronto y ya el primer “My Church Is Black”, con su voz aterciopelada y coros de resonancias irlandesas puede recordarnos a The Handsome Family en los créditos iniciales de True Detective, esto es, a un producto más centrado en mostrar una estética potente que en dar acritud al ambiente, algo que se repetirá en “Voodoo Queen”. Así, encenagados en la imaginería de la decadencia gloriosa que nos han vendido los States en vez de en aquello que esconden, no resultará extraño el toque psychobilly de “Nightride”, más propio de un salón de billares que de un hombre caminando por una vía muerta. O que “On The Road”, basado en un clásico Bo Diddley beat, remita sobre todo al desenfado de los The Strangeloves; incluso si logra contorsionar sus acordes, ese puesto ya es de Jack White.

No todo suena hueco: el ritmo cadavérico de “Cross My Heart And Hope To Die” a lo Sons of Perdition o las cuerdas de “Better The Devil I Know” poseen una delicada sensibilidad que le conducen hacia otro peligro, sonar demasiado serio -sin el toque de extravagancia demoniaca a lo Lonesome Wyatt. Tendrán entonces razón quienes citan como referencia clave de este trabajo a Leonard Cohen, pues Nergal se mueve mejor en el área del folk rock, llegando a situarse cercano a la radiofórmula de The Boss en “One Day”. Entendiéndolo así se disfruta más, pero se pierde todo sentimiento de pesadumbre.

Con todo, sorprenderá a quienes se quieran introducir en este submundo, eso sí, una vez dentro de él mejor probar con el resto de referencias aquí citadas.

Redacción

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