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Crítica de Robe: Destrozares. Canciones para el final de los tiempos

Crítica del disco de Robe - Destrozares - Canciones para el final de los tiemposEl Dromedario Records
8/10


Bajo un título apocalíptico, y con una portada distinguida, elegante y que sirve de carta de presentación exacta de lo que te vas a encontrar dentro, se expone de nuevo ante el ojo público el Rey de Extremadura.

Debe tener cerca muchas musas, porque hace poco más de un año de su puesta de largo en solitario, y ya está aquí otra vez. Brindemos por ello. Es justo y necesario.

Sí; es necesario que uno de los artistas más grandes del panorama del rock estatal tenga las ganas de grabar violentas acometidas como estas 10 entregas que juntas no llegan a la hora de duración. Y es justo que nosotros las abracemos con regocijo.

¿He dicho violentas? Sí. Pero no una violencia plasmada en música y letras furiosas, sino aquélla que surge cuando en las entrañas del Robe se pelean el talento, la locura, la poesía y el exhibicionismo de sus adentros.

De esa guisa gesta un LP sensato, reposado, con más luminosidad que su predecesor aunque terriblemente crudo ya desde el título. Y quizá esa luminiscencia salga a flote a base de una enorme cantidad de arreglos que llenan cada recóndito espacio con flautas, acordeones, pianos, saxos, clarinetes y violines. Y lo que hacen es musicar una lírica en la onda de lo que Robe viene revelando en sus galerías del nuevo siglo.

El contraste entre la melancolía de gran parte de los textos con la frescura media de la instrumentación es algo que este maestro maneja como Dios, y aquí vuelve a dar fe de ello.

“Hoy al mundo renuncio” es lo primero que te encuentras; mullida de melodía, lastrada de sentimiento, cuando todos los instrumentos bailan a la par en el estribillo y sus albores es para quitarse el sombrero. “El cielo cambió de forma” es una continuación dulce, intrépidamente colocada para ir adentrándote en este onírico entramado.

Más movida le sale “Querré lo prohibido”, donde el saxo se abre paso, mientras “Cartas desde Gaia” apunta dejes flamencos y el violín es quien lleva la batuta en los interludios instrumentales.

“Del tiempo perdido” se va más allá de los 7 minutos, mas no puedes reprochar apenas nada, porque simplemente fluye, del mismo aire que “Donde se rompen las olas”.

“Puta humanidad” encara la última escalada junto a la atormentada balada “La canción más triste”, y ultimar el desenlace con “Destrozares”, tema por el que quedan esparcidos versos que ya adelantaran en la última gira de Extremoduro intercalándolos durante la interpretación parcial de ‘La ley innata’.

No estamos ante un disco de ingerir y pasar a otra cosa; la degustación dedicada te va a invocar cada vez un pasaje, cada vez un estado de ánimo… cada vez un sentimiento. Es complejo entrar en él pues no viene de cara, pero una vez dentro es una obra deliciosa para entenderla, sufrirla… y repetir.

Javier Pérez

Redacción

4 respuestas

  1. Buena crítica, llena de aciertos, aunque algo escueta. Un maestro de este calibre se merece mucha más tinta derramada por él. Este es mejor que el primero de Robe en solitario. Centrado en un tema, en un mundo. La diversidad del 'lo que aletea en nuestras cabezas' lo hace único.

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