Crítica de Iggy Pop: Post Pop Depression
30 marzo, 2016 11:55 am Deja tus comentariosAl igual que en ‘El crepúsculo de los dioses’ de Billy Wilder, hay un mundo que toca a su fin. Un mundo en el que ya no estarán David Bowie o Lemmy Kilmister y en el que las leyendas girarán sin pudor alguno incluso aunque falten miembros originales. Primero fueron las camisetas de Ramones en H&M y ahora es el turno de los esperpentos elevados al cubo, nombres históricos devenidos en una suerte de simples marcas publicitarias destinadas a saquear cuanta más pasta mejor de incautos y desinformados fieles. Menos mal que todavía nos quedan cruzados como Tom Waits, que sigue demandando a los que se atreven a profanar su legado en anuncios de televisión.
Visto el panorama desolador y antes de desear que caiga napalm a paladas sobre nuestras cabezas, sería conveniente pegar una escucha a este primer esfuerzo conjunto entre el superviviente Iggy Pop y el Queens of The Stone Age Josh Homme, que se salvó de pura chiripa del tiroteo en la parisina sala Bataclan por estar precisamente trabajando en este disco. Un golpe de providencia que confiere todavía más valor si cabe a este decimoséptimo redondo en estudio en la carrera de La Iguana.
A pesar de haber sido grabado en pleno desierto californiano en estricto mutismo, las miras musicales de este dúo de geniales compositores, a los que se unen el asimismo Queens of The Stone Age Dean Fertita y el batería de Artic Monkeys Matt Helders, se remontan al Berlín de finales de los setenta. Aquellos tiempos en que Pop compartía piso con David Bowie y ambos trataban de controlar sus respectivas adiciones, a la par que Iggy inauguraba con galones su trayectoria en solitario con ‘The Idiot’ y ‘Lust For Life’, dos absolutas piedras angulares que todavía resuenan en sus directos casi en su totalidad.
Como si fuera el eslabón perdido de esa época, se presenta este álbum descarado, digno de un personaje que a estas alturas de la vida ya nada tiene que demostrar pues muchos deberían comer de su mano. Eso se trasluce en la chulapa “Break Into Your Heart”, que recuerda a The Doors por su aire desvergonzado, o “Gardenia”, que uno podría imaginar tranquilamente cantada por Bowie por su ritmo similar al “Tonight” compuesto en 1977 por el camaleón británico.
La sombra del Duque Blanco permanece en “American Valhalla”, tenebrosa pieza noctívaga que termina con la enigmática frase “No soy más que mi nombre” y que constituye uno de los más elaborados productos del tándem Pop-Homme. “In The Lobby” certifica que la voz mesiánica de Iggy nunca estuvo mejor arropada que en esta ocasión, con una banda compacta que ofrece la réplica adecuada a sus desvaríos creativos. La horma de su zapato.
Y “Sunday “, aparte de por su inefable perfume berlinés, agrada por ese leve toque discotequero retro, de guateque setentero tipo Studio 54, algo que ya explotaron con profusión Kiss en la época del ‘Dinasty’. Nostálgica se antoja de idéntico modo “Vulture” por su poso psicodélico y tribal que rememora el de cortes tipo “We Will Fall” de los antiguos The Stooges.
Y la joya de la corona estaría en “Chocolate Drops”, sensual desde el mismo título (gotas de chocolate) y con una clase tremenda, ideal para desnudar a alguien que verdaderamente valga la pena y que las manos recorran cada centímetro de un cuerpo que sea solo la cáscara de un interior todavía más deslumbrante, eso de follarse a las mentes que decían en ‘Martín Hache’. Y después del calentón, nada sienta mejor que templarse un poco con la brisa del desierto de “Paraguay”, que comienza con unos coros espirituales algodoneros antes de que se note la marca de la casa de Homme y hasta cierto toque Kyuss. Para dormir la mona al lado de un cactus.
Si en realidad la intención era rendir homenaje al desaparecido David Bowie, no se me ocurre un testamento más insigne que el de esta pareja de artistazos como la copa de un pino. Dice Pop que quizás también sea su último álbum, en tal caso, también se puede morir tranquilo, ha legado un trabajo atemporal que entronca por completo con los inicios de su trayectoria. Ha cerrado el círculo. Ich bin ein Berliner.
Alfredo Villaescusa
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