Crónica de Scorpions + Sabaton: Una casa de cemento armado
1 julio, 2016 6:00 pm 2 ComentariosBilbao Arena Miribilla, Bilbao
A muchos ya les suena a chiste, a unos les provoca profunda indignación, y a otros como a un servidor ni fu ni fa mientras sigan dando el callo en unas condiciones dignas. Lo cierto es que no hay nada como anunciar que una banda se retira para que la venta de entradas se dispare hasta niveles desorbitantes y los medios generalistas les dediquen tanta atención como en ningún momento de su trayectoria. No les culpamos, cuesta cruzar la puerta y ponerse a mirar obras, ya lo decía el inmortal dramaturgo Shakespeare en una de sus tragedias más célebres: “La despedida es tan dulce pena que diré buenas noches hasta que amanezca”.
Eso sin duda les ha sucedido a los germanos Scorpions, que han tenido que desdecirse públicamente después de anunciar que colgaban los bártulos hace ya unos añitos y ahora descubren que todavía les mola eso de subirse a las tablas. Y es que pasear por el parque con los nietos o jugar a la petanca tiene que ser muy duro, por mucho que los señores mayores dispongan en la actualidad de un extraordinario poder de decisión, ya se ha visto en el Brexit o en las últimas elecciones en nuestro país.
Algo más variopinto parecía el público bilbaíno, con las entradas de pista agotadas desde hacía varios meses, aunque luego aquello tampoco se viera hasta reventar desde el gallinero destinado a la prensa. Muchas familias con hijos y ese habitual personal de infantería que se apunta a los eventos multitudinarios. En este caso había justificación plena porque los escorpiones jamás habían pisado la capital vizcaína, a menos que nos corrijan los más veteranos del lugar, el insigne colaborador con solera de esta casa Pedro Alonso ya nos confirmó que no, así que palabra de Dios.
Cuando todavía seguía llenándose el recinto, sufrimos la actuación de los power metaleros en boga Sabaton y toda su parafernalia pseudofascista. La cosa sonaba razonablemente bien, hay que decirlo, pero nos dieron la impresión de ser un grupo más bien de posturitas y pregrabados, en especial en esos grandilocuentes coros incapaces de realizar por ninguna criatura humana.
Se atrevieron a profanar con un horrible remedo modernete el mítico “In The Army Now” de Status Quo a modo de intro y no tardaron en invocar la gloria imperial en “Carolus Rex”, pese a que su vocalista tampoco mostrara demasiada actitud regia al pirarse varias veces del escenario sin justificación alguna. Hubo hasta un numerito pretendidamente gracioso en el que el führer de la banda se colgó una guitarra y nos deleitó con el riff de “Smoke On The Water” en el colmo de la originalidad.
Y a nuestro lado se sentó una chica modosita, con coleta y bolso plateado de señorita bien, que permanecía tan impasible que un servidor a veces dudaba si realmente respiraba. Pero despertó y movió ligeramente la cabeza cuando los suecos animaron a silbar en “To Hell And Back”, e incluso dio palmas. El himno “Primo Victoria” cerró un aquelarre militarista en el que hasta los propios miembros llevaban vestimenta de entrar en combate. Para gustos, los colores, pero lo más inteligente se antojaba echarse a tierra.
Siguiendo con la simbología vetusta, un fondo de una corona presidía las tablas y en un movimiento muy espectacular bajó el telón tras una explosión y ahí teníamos ante nosotros a los legendarios Scorpions con Mikkey Dee subido en una tarima muy por encima del resto de sus compañeros. Tal demostración de fuerza se acompañó de la ultrarockera “Going Out With a Bang” de su reciente ‘Return To Forever’ y enfilaron con la ikurriña de fondo para el clásico “Make It Real”, parece que habían aprendido la lección de Cataluña, cuando proyectaron una bandera española gigante que provocó una pitada monumental. Nada de herir susceptibilidades, de momento.
“Aúpa, Bilbao”, dijo un emocionado Klaus, que esa noche anduvo sobrado de voz, antes de arrancarse con “The Zoo”, otra de las imprescindibles, con imágenes de rejas mientras Rudolf y Matthias hacían su mítico movimiento de guitarra copiado hasta la extenuación. Y continuaron en una orgía de las seis cuerdas con la instrumental “Coast To Coast”, que resultó impresionante con los hachas acercándose a primera línea de fuego mientras Mikkey daba la réplica con una batería que sonaba estruendosa. No podía ser, la chica de al lado ni pestañeaba, ¿estaría esperando a las baladas?
Todo un acierto que hayan recuperado para esta gira temas de su época setentera en un medley con “Top of The Bill”, “Steamrock Fever” o “Speedy’s Coming”, que acompañaron además con motivos psicodélicos, hippie total. Y no desentonaba en absoluto en el repertorio “We Built This House”, con la letra por la pantalla para incitar al cante y todos los ingredientes para convertirse en un himno contemporáneo. Esto sí que eran los Scorpions de verdad.
Relajaron con el momento virtuoso de Matthias en “Delicate Dance” y la tanda de agarraos que iniciaron con la colosal “Always Somewhere”, con estrellas en lontananza, la celestial “Send Me An Angel” y el inconfundible silbido de “Wind of Change”, donde las antaño lucecitas de mechero se sustituyeron por frías pantallas de móviles. El solo de la canción fue recibido por un retumbante “ohhh” y en una apoteosis buenrollista el símbolo de la paz apareció de fondo mientras la peña cantaba a pleno pulmón el estribillo.
Ya hacía falta pura electricidad y eso lo remediaron con la autoafirmativa “Rock N’ Roll Band”, todo un alarde de principios rockeros que despidió fuego y se tornó el pico de la velada junto con la también trallera “Dynamite”, a cascarla los fans de las baladas. Yeah.
Ni siquiera el esperable solo de Mikkey Dee fue aburrido, con la batería elevándose y repartiendo haces de luz cual platillo volante, antes de rememorar la trayectoria del grupo con las portadas de los álbumes irrumpiendo a cada golpe de baqueta. De diez la puesta en escena de esta gira, y eso que en los últimos tiempos tampoco solía sobresalir este aspecto.
Encararon la recta final con un impepinable “Blackout”, en el que la guitarra de Rudolf echó humo, literalmente, y acabó con el sonido de un espejo hecho añicos. “¿Qué más puedo decir después de todos estos años”, dijo Klaus antes de condescender con un “No One Like You” en el que su pletórico estado vocal volvió a brillar. Y pensar que hace unos añitos le aconsejaron dejar de cantar. Insensatos.
El recinto vibró con la nocturna “Big City Nights”, aderezada en la pantalla por un sugerente contorno femenino y luces de urbe ajetreada, previamente a que Rudolf revoloteara por el escenario, ya les gustaría a muchos marcarse las carreras de este hombre. Y si al inicio habían apelado al lado vasquista, Klaus no dudó en colgarse al hombro una bandera española ante la pitada generalizada, que cesó cuando le lanzaron también lo que parecía una señera valenciana. Que no sea por comunidades históricas.
Scorpions tocará el sábado 2 de julio en la Plaza de Toros “Los Califas” de Córdoba, y el domingo 3 de julio en el Barclaycard Center de Madrid.
Puedes hacerte con tu entrada para verles aquí
Volvieron para los bises con su tema insignia “Still Loving You” bajo un fondo rojo. Y siguió la guerra de banderas con otra ikurriña lanzada desde la multitud, no podía quedar así la cosa, los nacionalistas son muy cabezones. El antídoto para disipar fronteras era “Rock You Like A Hurricane”, que se aplaudiría a reventar por vascos, catalanes, valencianos, españoles y hasta por la chica de al lado, que incluso movió los hombros. El molinillo a lo Pete Townshend serviría asimismo para unificar a los asistentes en una gran nación, la del rock.
Porque si algo ha quedado claro esta noche es que los alemanes a lo largo de medio siglo han levantado una casa de cemento armado con electricidad hasta las cachas en sus cimientos. Y eso no hay dios que lo tumbe. Ni siquiera la vejez.
Texto: Alfredo Villaescusa
Fotos: Iñigo Malvido
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